Hace cuatro años me parecía que quedaba una eternidad para este momento. Aunque al final el momento ha llegado y no puedo estar más emocionada. Mi año sabático ya ha llegado. Aunque… Espera… Lo que han llegado son mis merecidas vacaciones por el trabajo realizado este año. Dos merecidos meses. Es en septiembre cuando empezará mi año sabático. ¡Allá vamos!
Pero dejando ese pequeño dato de lado, efectivamente serán 14 meses seguidos sin trabajar. No quiero pensar en el día que toque volver y en realidad voy a intentar no hacerlo. ¡Para eso queda demasiado tiempo!
Para empezar como se merece este año, el 1 de julio empecé pasándole la ITV a nuestra nueva furgo y de esa manera homologar la pequeña camperización que hemos hecho. Ya tenemos nuestra minifurgoneta camper, lista para poner rumbo a cualquier sitio. ¡Todo nos vale!
Empiezo julio aprovechando los días de buen tiempo para irme a la playa. Y aunque intento sentirme joven y libre con mi nueva furgoneta, me voy a la playa cual señora jubilada con mi silla de playa. Acompañada de Jara (porque si tengo que ir sola no me animo) valoramos la comodidad muy por encima de la vergüenza que pueda llegar a darnos y nos plantamos en la playa con nuestras sillas. Como unas autenticas diosas. A estas alturas de la vida no vamos a andarnos con tonterías.
En un último intento desesperado por recuperar mi juventud, pierdo días de vida con un par de fines de semana de infarto.
Empezando por irnos Endika y yo al BBK con nuestra minifurgo. Allí nos juntamos con Irati y Pablo para darlo todo concierto tras concierto, hasta que llegan los refuerzos madrileños, Laura y Mario. Tenemos equipazo y vamos a bailar hasta que el cuerpo nos deje. Y el dinero claro. Tomarte un kalimotxo o comer algo en el BBK sale carísimo.
Lo que no pensamos y valoramos a fondo fue la fantástica idea de irnos a cenar a Valladolid. Y pensaréis… ¿En qué momento se os ocurre ir de Bilbo a Valladolid después de dormir solo 4 horas en la minifurgo después de una noche loca de festival?
Nada nos da miedo y podemos con todo (si no pensamos que tenemos que volver al día siguiente de Valladolid a Donosti de seguido). Seguimos a Laura y Mario hasta Valladolid, nos damos una ducha reparadora y nos vamos de cena con toda la cuadrilla vallisoletana. Y cuando digo toda es TODA.
Obvio que fue dura la vuelta, pero eso no nos impide soñar con otro fin de semana festivalero. Esta vez en Benicasim, a unas cuantas horitas en coche de Donosti y acompañados de nuevo de nuestra minifurgo. ¡A la que deberíamos poner nombre ahora que lo pienso!
El cuerpo ya no es el de antes y no responde igual a la resaca, pero si nos vamos de festival lo hacemos con fundamento y para darlo todo. Podemos con eso y mucho más. Y por eso vamos al FIB dos días consecutivos.
Entre la paella que nos hemos metido al cuerpo, los bailes que nos hemos echado y la compañía, ha sido un fin de semana de 10. No hemos podido disfrutarlo más. Pero a Endika le toca volver a trabajar y a mi me toca poner lavadoras a contrareloj para el siguiente viaje.
Y poco más queda por contar. Entre unos planes y otros también me he hecho un escape room de 2h30 de duración, pero eso no es nada nuevo. En cuanto tengo la oportunidad aprovecho para hacer unos más.
Así que preparo la maleta para irme a Dinamarca en 24 escasas horas. Esta vez nos vamos con maleta en vez de mochila. Hemos activado el modo europeo, y concretamente danés, y ya estamos listas. A priori tiene pinta de ser un viaje más tranquilo que otros años y creemos firmemente que llevamos todo “controlado”.
¡Dejemos que todo fluya y disfrutemos!