Amanecemos en nuestro hostal en Gudhjem, donde nos preparamos el desayuno con tranquilidad y en el último momento empezamos a prepararnos para salir corriendo y coger el bus en dirección a Bølshavn. Pasan muy pocos autobuses y los horarios son terribles, por lo que no podemos perderlo.
Entre que la cuesta es hacia arriba y no tiene fin, que no tenemos los billetes de autobús comprados, que sale más caro directamente en el autobús y que además, aunque quisiéramos, no cogen tarjetas de crédito en el autobús, terminamos en un supermercado donde acabo tirando una caja con cien mil huevos kinder al suelo, mientras otra paga los billetes, recogemos todo como podemos y salimos corriendo del supermercado.
Sé que en algún momento me reiré de eso, pero no hay tiempo que perder y salimos corriendo para no perder el autobús. Ese mismo autobús que se retrasa como media hora y nos toca esperar.
Empezando desde nuestra primera parada, Bølshavn, vamos paseando por la costa hasta Arsdale, pasando por Listed y Svaneke. En total son unas dos horas andando y disfrutando de las vistas, ya que son preciosas.
Es un paseo tranquilo. Lo único que nos da rabia es que ha salido el sol y nos hemos cogido los bañadores. Pero es que encima llevamos en la mochila el chubasquero y un jersey. Por si pasábamos mucho frío.
No hay solución para eso, así que decidimos coger un autobús en Arsdale para llevarnos a Dueodde, una playa al sur de la isla. Allí sacamos nuestro tupper de ensalada de patata y aprovechamos los rayos de sol que nos calientan. Echamos los chubasqueros en la arena a modo de toallas y nos tumbamos para disfrutar de la soleada tarde. ¡Quién nos lo hubiera dicho a la mañana!
Una idílica siesta al sol, unos crucigramas y la brisa acariciando nuestra piel son suficientes para convencernos de que en Dinamarca el verano no tiene por qué ser tan frío. Pero está claro que esta gente cuando dice que va a la playa es porque ha salido el sol, no porque haga calor.
Mirando los pocos horarios de autobús que tenemos para volver a Gudhjem, para las cinco y media toca salir de la playa. Y menos mal que lo hacemos a tiempo, porque este es el primer autobús en la isla que sale puntual.
Antes de llegar a nuestro pueblo, paramos en Melsted para terminar el último tramo dando un paseo. En cuestión de 20 minutos ya estamos de nuevo en el supermercado comprando lo necesario para los tuppers del día siguiente. Pero ya que nos lo merecemos por el día de caminata que nos hemos pegado, nos vamos a cenar fuera.
Vamos directas y decididas a cenar en un restaurante que tiene muy buena pinta y además, por los precios que pone fuera, parece muy barato. Solo hay un único problema: tienen todo reservado. Nos toca buscar otro sitio para cenar y decidimos vetar todos los restaurantes en lo alto del pueblo, ya que habría que volver a subir la cuesta y no nos apetece a ninguna.
Así que acabamos cenando en un pequeño restaurante en el puerto donde pedimos tres platos para compartir sin saber muy bien lo que estamos pidiendo. Cuando llegan los platos nos entra la risa. La carta únicamente estaba en danés y parece que el traductor de Google no es tan bueno como pensábamos.
Los champiñones estaban ricos, pero fríos, las gambas no venían acompañadas de arroz y además tenían una especie de huevas que no nos apetece comernos y el plato de ternera está rico pero lleva cilantro. Pero hemos cenado fuera y con eso nos conformamos. Estamos tan cansadas que nada más cenar nos vamos a la cama.
Para variar toca madrugar un poco más de lo normal. Vamos a coger el ferry para volver a Copenhague y antes de eso queremos aprovechar para visitar Rønne. Se trata del pueblo más grande de la isla y no queremos irnos sin verlos.
Después de una hora en autobús de Gudhjem al puerto de Rønne, intentamos dejar la maleta que llevamos para las tres en alguna taquilla o algún sitio sin mucho éxito. Toca llevárnosla de paseo. La suerte es que somos tres personas para ir haciendo rondas.
De nuevo nos encontramos en un pueblo en el que el centro consta de dos calles con algunos bares y cuatro turistas contados. Calles vacías y tranquilas en las que parece que no vive nadie. Es bastante deprimente la sensación de caminar entre casas por estos pueblos.
Y hablando de casas… ¡Vaya casas! Algunas son preciosas, otras enormes y otras muy cuquis. Pero las casas que hemos visto en la costa frente al mar… Esas son espectaculares. ¡Qué envidia!
Pero volvamos a la realidad, tenemos que coger un ferry. Y después de sentarnos en un banco a hacer tiempo y arrepentirnos de haber madrugado (ya que el pueblo no nos ha dado para más), vamos paseando hasta el puerto.
El trayecto en ferry va como la seda y se pasa rápido. Nada más pisar de nuevo suelo Sueco en Ystad cogemos los billetes de tren para llegar hasta Copenhague y con su escala de por medio llegamos sin problema hasta la estación central de Copenhague.
Aprovechando que estamos ahí pensamos en comprar los billetes para cuando vayamos a ir a Vejle, pero al ir a pagar nos parece carísimo y buscamos alternativas. Enseguida vemos que el autobús dura un poco más que el tren, pero es como 100 € más barato. Por lo que no hay duda: iremos en autobús.
Hacemos una parada rápida por el hotel para dejar las cosas y nos vamos a pasar lo que queda de tarde al Tivoli, un parque de atracciones en pleno centro de Copenhague. Tiene diferentes zonas con diferentes decoraciones y damos un paseo viendo cada una de estas zonas. Es bastante grande para estar donde está. Y está muy chulo.
Hasta que decidimos montar en una de las atracciones. Hemos pagado la entrada al parque, pero luego puedes pagar cada atracción por individual. Nos ponemos en la cola y descargamos la aplicación desde la que puedes comprar la entrada a la atracción en concreto. Pero según vemos el precio por montar en una sola atracción salimos corriendo de ahí. ¡Casi 15 € por montar en una montaña rusa que no parece ser para tanto! Entiendo que hay entradas algo más caras con las que vienen incluidas todas las atracciones, pero nuestro plan era dar un paseo y subir en una o dos como mucho. Así que nuestro gozo en un pozo.
Para compensarlo, nos vamos a cenar en modo gocheo dulce. Eso alegra las penas a cualquiera. Así que cogemos un pack de seis donuts en el Dunkin’ Donuts y un batido bien contundente en otra tienda. Es un combo buenísimo. Solo que al terminar estamos llenísimas y no queremos ver nada más dulce en un buen tiempo.
Si lo pensamos no era tanto, pero nos resulta pesadísimo. Nuestra degustación de donuts ha sido demasiado. Así que después de la clásica compra en el supermercado, nos vamos a dar otro paseo por el Tivoli. Queremos ver el espectáculo de luces que hacen todas las noches y luego nos quedamos a ver un concierto que están dando en la zona central del parque. No sabemos muy bien por qué hay conciertos, pero hay buen ambiente y aunque no conocemos todas las canciones, echamos unos bailes acompañados de unas risas.
Después de volver a dormir en nuestras camas extragrandes, nos preparamos el desayuno sin prisas ni agobios por horarios y después salimos a dar una vuelta por el centro a visitar todos los sitios que son gratuitos que nos mencionaron en el free tour del otro día.
Entramos en el ayuntamiento donde vemos un desfile de novios y novias yendo a casarse, subimos a la torre del parlamento para disfrutar de las vistas de Copenhague desde lo alto y volvemos a Nyhavn a sacarnos otro millón de fotos en ese lugar tan icónico de Copenhague.
Hoy es un gran día, ya que hemos decidido volver a comer fuera y nos vamos a uno de los restaurantes que nos recomendó Laura, la guía del free tour. De nuevo no tenemos muy claro lo que estamos pidiendo e incluso le preguntamos al camarero por los nombres de los platos que vemos que están tomando en otras mesas. Así es más fácil elegir.
Y ya que nos dejamos un riñón en la comida, vamos a dejarnos el otro en el postre. Cachos de tarta que valen casi tan caros como la entrada al Tivoli. ¡Qué locura! Estamos que lo tiramos, pero algo por dentro nos llama a la cordura y solamente pedimos dos cachos para las tres. Locas a la vez que sensatas.
Con la tripa llena vamos corriendo hasta La Iglesia de Mármol, nuestra última visita gratuita del día, ya que la cierran a las 5 y queremos verla por dentro. Y llegamos corriendo a falta de 5 minutos para cerrar. Pero merece la pena.
Viendo que hace muy bueno, decidimos volver al hotel paseando por la orilla del canal, observando como los daneses se sientan a tomar el sol ahí mismo, aprovechando cualquier esquina que tengan al lado del agua. La verdad que está muy bien aprovechado todo para que puedan sentarse y disfrutar de la tarde.
De hecho, a la altura de nuestro hotel hay hasta una fiesta montada con DJ incluido en una de las pasarelas. Hay montadas un par de barras y un par de puestos de comida. Con eso ya tienen suficiente.
Aprovechando la oportunidad y viendo que nos han colocado varios puestos de comida frente al hotel, decidimos cenar fuera y probar los típicos perritos calientes que hacen por aquí. Con tan buena suerte que lo único que no venden es lo que queremos. Por lo que volvemos a la plaza del ayuntamiento y nos sentamos en un banco a disfrutarlo. El perrito caliente que acostumbran a tomar aquí es básicamente la salchicha, que puede estar envuelta en bacon o no, con alguna salsa y cachos de pepino, cebolla crujiente y cebolla normal.
Para acompañar la rica cena, compramos algo dulce en el 7 Eleven y con esta cena compensamos todo lo que hemos gastado al mediodía.
Cuando volvemos al hotel nos damos cuenta de que es sábado por la noche y, ya que la fiesta de la pasarela frente al hotel ha terminado, porque se escuchaba la música en la habitación, decidimos ponernos una película antes de dormir. Además, mañana no toca madrugar, ¡que nos vamos de brunch!
Emma!! Me tienes que contar cómo tiraste los huevos Kinder!!!
Que sitios más chulos!!!
Yo me he perdido en «sensatas»
De quién hablas????