Ta ibili munduan

¡Y terminamos en Legoland!

Para terminar el viaje como se merece, hoy toca trasladarnos a Vejle, que será el lugar donde haremos campamento base para dormir y tener a mano tanto Legoland como el aeropuerto. Y como para hacer el trayecto hasta allí la mejor opción es un autobús a las 2 del mediodía, aprovechamos para irnos a tomar un brunch como dios manda. De hecho, no es un brunch propiamente dicho, es una especie de desayuno/comida buffet, pero a las 12 de la mañana. No sale barato, pero teniendo en cuenta que se trata del desayuno y la comida, no está tan mal.

Con las tripas a punto de explotar, nos metemos en el autobús con nuestras series descargadas de Netflix en el móvil para que el viaje se haga más ameno.

Nada más llegar a la estación de autobuses de Vejle ponemos el Google Maps para ir directas al alojamiento. El pueblo no es muy grande y por suerte el hotel está cerca y llegamos en unos 10 minutos. Justo cuando empieza a ponerse a llover. Pero no unas pocas gotas, no… Es como si de repente tuviesen que vaciar toda el agua del cielo precisamente mientras hacemos ese corto recorrido.

Sin mucha opción y teniendo en cuenta que ni queremos visitar el pueblo, preparamos la mesa de la habitación con tres sillas a su alrededor y sacamos un juego de mesa. Un juego de mesa a modo escape room. Tenemos una hora para resolver el caso, misterio o conseguir el objetivo que nos pidan.

En cuanto empezamos, ponemos el cronómetro con los 60 minutos que indica el juego. Imaginaros las risas cuando terminamos y vemos que han pasado dos horas. ¿Cómo puede ser? ¡No parece que haya pasado tanto tiempo! Lo bueno es que la tarde se ha pasado volando.

Pero, ¿a alguien se le ocurre lo que nos falta por hacer? ¡Efectivamente! ¡Es hora de irnos de compras al supermercado! Nos compramos algo fácil de preparar para la cena y nos vamos pronto a la cama cruzando los dedos para que no nos llueva en Legoland. Porque sería una faena…

El parque de Legoland lo abren a las 10 de la mañana, pero pasamos de llegar a ese primer momento con colas infinitas hasta poder entrar y nos acercamos allí para las 11. Que para el caso la situación es la misma, colas infinitas para comprar los tickets y colas (algo más rápidas) para entrar al parque.

Una vez dentro, no sabemos ni por dónde empezar. ¡Es enorme! Por lo que de mala manera empezamos a pasear tranquilamente por donde nos va llevando la intuición. La verdad que son una pasada todas y cada una de las construcciones lego que estamos viendo.

Sobre las 14:00 nos sentamos a comernos unos bocatas que nos hemos traído y es entonces cuando empezamos a darnos cuenta de que tenemos que empezar a priorizar lo que queremos ver, ya que no hay tiempo para todo. Las colas son muy largas, de unos 50 minutos cada una y cierran el parque a las 19:00.

Una montaña rusa, un juego de los de pistolitas láser, la típica casa del terror… Poco a poco vamos tachando de la lista las atracciones en las que nos queremos ir montando. Incluso la típica de los troncos por el agua. Es un parque de atracciones en toda regla.

Pero lo que viene a continuación no lo tienen los demás parque de atracciones. Es cuando llega nuestro gran momento. Una competición de coches de bomberos divertidísima. La atracción (o mejor dicho juego de competición) consiste en salir corriendo según dan la salida hacia un camión de bomberos, subir y empezar a mover la manivela lo más rápido posible hasta que el camión se mueva al otro extremo de la pista. Una vez que está allí, con otra manivela consigues sacar agua de una manguera. Esa manguera tiene que estar apuntando a una ventana y cuando consigues “apagar” el fuego de la casa, debes volver al camión y llevarlo de la misma manera al inicio.

La cola está repleta de familias con niños, más pequeños, más adolescentes… de todo. Pero ahí vamos nosotras tres, adultas y maduras, con un nivel de competitividad demasiado exagerado para lo que requiere la situación. ¡Doy fe de que lo dimos todo! Aquí la foto que lo corrobora.

No podemos más ni con nuestra alma y necesitamos un helado para reponer fuerzas. ¡Y gastar las 150 coronas que llevamos en billetes! Que llevamos con ellas casi desde el principio y una de nosotras no hace más que recordarnos que hay que gastarlo. Y merece la pena, ya que el helado está… ¡Riquísimo!

Antes de salir pasamos por la tienda con la esperanza de ver algo interesante. Pero los precios son una locura y es imposible comprar nada de lo que hay allí. Ya sabía que LEGO era caro, pero es que ni un souvenir te puedes llevar de allí.

Estamos tan cansadas que nada más salir cogemos el bus de vuelta y nos vamos directas al hotel. No nos da ni para buscar una cena decente y nos metemos al cuerpo unos doritos que teníamos de sobra y unas madalenas.

Antes de irnos a la cama dejamos las maletas medio preparadas, ya que no nos queda nada más que hacer el viaje de vuelta a casa.

Nuestro último día básicamente consiste en llegar hasta casa, pero perdiendo todo el día. A veces pensamos que viajando por Europa perdemos menos horas que yendo más lejos, pero tal y como termina nuestro día tengo mis dudas.

Empezamos el día tranquilas, recogiendo maletas, comprando algo de pan para terminar el último paquete de embutido que trajimos desde casa, y yendo a coger el autobús que nos lleva al aeropuerto. Recibimos un correo avisando que nuestro primer vuelo se ha retrasado 15 minutos. Esperamos que no sea mucho más, porque ya solo tenemos 45 minutos para buscar la puerta de embarque del segundo vuelo.

Al no volar desde el aeropuerto de Copenhague, el aeropuerto de Billund es muy pequeño y no hace falta ir con demasiado tiempo. Este debe de ser el segundo aeropuerto más grande del país, pero viendo el país en general, no es de extrañar que sea tan pequeño.

Efectivamente, como el aeropuerto es minúsculo, no tardamos nada en autofacturarnos las maletas y pasando el control.

Al final solo se retrasa 20 minutos y llegamos sin problema a nuestro segundo vuelo de Munich a Bilbao. Solo que desconocemos las razones por las que salimos una hora y 10 más tarde de lo previsto. Obviamente no llegamos a coger el autobús que nos llevaba a Donosti en la hora que pensábamos. Pero ya le lloraremos al chofer que nos toque.

El vuelo se me hace algo más largo de lo que esperaba, probablemente por las ganas que tengo de llegar a casa. Pero es que somos tan suertudas, que además de llegar una hora y pico más tarde, no podemos irnos del aeropuerto de Bilbao ya que no ha llegado ni una sola maleta de Munich y tenemos que esperar la larga cola de casi medio avión para poner la reclamación.

Total que creyendo que iba a estar en Donosti para las 8 de la tarde, acabamos llegando a las 9 y media de la noche. Eso si, el paseo hasta casa sin arrastrar la maleta se me hace muy ameno. Siempre acabamos dándole emoción a cualquier viaje de alguna manera u otra.

Por suerte al día siguiente aparecieron en casa con mi maleta. Que en sí me supuso bastante faena, porque iba a contrarreloj para el siguiente viaje y tenían que poner unas cuantas lavadoras.

Toca coger otro vuelo en breves y después cambiar a modo hippie con la furgo. ¡Qué ganas!

Un comentario en «¡Y terminamos en Legoland!»

  1. Eli

    Joe… No sabía que no habían llegado las maletas!!! Vaya faena!

    Que guay Lego! Me tienes que explicar el juego ese de los bomberos que no me ha quedado muy claro!! Jaja!

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