Nada más empezar el viaje ya vamos asumiendo que no va a hacer demasiado buen tiempo. Hemos mirado las previsiones y de los cinco días que vamos, cuatro dan lluvia. Claramente, ese será el único día que aprovechemos para hacer de todo: senderismo, piscina, playa…
Salimos al mediodía de Donosti en coche tranquilamente para allí y paramos de camino a comer unos bocatas que nos ha preparado Fran, que están muy ricos. Y no perdemos demasiado tiempo para poder llegar cuanto antes a Noja.
Nada más llegar al hotel, dejamos nuestras cosas en la habitación y nos vamos a dar un paseo. Nada más empezar el paseo empieza a llover un poco. Pero enseguida para y podemos cruzar por el paseo que va desde la Playa de Trengandín hasta la Playa de Ris. Es un paseo muy fácil y cortito, de una media hora en la que las vistas podrían ser más bonitas si saliese el sol, pero no vamos a quejarnos. Con que no llueva nos damos con un canto en los dientes.
Antes de cenar, paramos en un chiringuito cerca de la playa y aprovechamos para comprar una baraja de cartas (que ya aviso que nos vendrán bien estos días). Entre partida y partida de chinchón y unas cañas, nos da la hora de cenar y picamos algo antes de volver al hotel. Eso sí, volvemos rodando al hotel, ya que nos hemos pasado al pedir tanta cena. ¡Las raciones eran enormes!
Habiendo descansado estupendamente, amanecemos en el fantástico día en que dan bueno y necesitamos madrugar para aprovecharlo al máximo. Bajamos pronto al desayuno buffet y en cuanto tenemos fuerzas para aguantar el día sin parar ni desperdiciar un segundo, cogemos el coche hasta el punto de partida de la ruta que tenemos pensada.
Para empezar damos un paseo por las marismas de Joyel. Esta parte es muy tranquila, un paseo muy facilito por las pasarelas ubicadas sobre las maristas y disfrutando de los rayos de sol en la cara. Puede que tardásemos algo más de lo previsto, ya que voy sacando fotos a absolutamente todo.
Saliendo de la zona de las marismas, empezamos el camino de subida al pico del monte Cincho. Quizás no esperábamos una subida de este tipo, puesto que veníamos de un paseo muy fácil, y se nos hace bastante dura. Muy empinada y resbaladiza. Pero, por otro lado, agradecemos, porque al tratarse de una ruta circular, no tenemos que volver por ese mismo camino y la bajada es bastante más fácil.
Al llegar a la cima vemos que todo está rodeado de árboles y no se pueden apreciar las vistas desde ahí arriba. Para nuestra suerte, hay una torre montada entre árboles para subir y poder disfrutar de una buena vista. ¡Y menos mal que esa torre está montada ahí arriba! Porque llego a subir hasta allí y si encima no puedo ni ver las vistas, me da algo.
Y como he dicho, la bajada es complicada, pero no tanto por el lado que lo estamos haciendo. Despacito, despacito vamos llegando a la parte más baja y pasamos a visitar un pequeño pueblo llamado Arnuero. Después, rodeando el monte, por la carretera, vamos camino de vuelta hasta donde tenemos el coche aparcado. A pesar de que durante el paseo por el monte nos daba la sombra, ya es hora de ir sacando la crema de sol. ¡Qué nos conocemos!
Aunque no tiene el mismo encanto pasear por el lateral de una carretera, tenemos la suerte de encontrar un montón de moras por el camino. Además, encontramos también a unos burros a los que también les encantan y aprovechamos para darles unas cuantas. Un buen entretenimiento para hacer la llegada al coche más amena.
Según llegamos al coche, nos vamos de vuelta al hotel. Tenemos hambre y calor, así que empezamos por comernos unos bocatas en la terraza que tienen junto a la piscina y, sin esperar a hacer la digestión, nos vamos directos a la piscina. ¡No hay quien aguante este calor!
Después de hacer la digestión, pero ya habiéndonos dado un chapuzón, preparamos las cosas para irnos a la playa. Vamos andando hasta la playa de Ris, que está muy cerca y nos damos un buen baño fresquito. Según salimos, Tutty y Fran se medio secan malamente y deciden que ya han tenido playa suficiente por hoy. No puedo entender cómo podemos ser familia, si no me aguantan nada bajo el sol. Yo no voy a desaprovechar este fantástico día, así que me quedo allí sola aprovechando los últimos rayos de sol.
Cuando ya he tenido suficiente, me vienen a buscar en coche para darme una ducha en el hotel y después irnos a tomar unas cañas. De hecho vamos a un sitio que nos ha gustado mucho por la mañana, donde hemos tomado un café y estaba muy bueno.
Por lo que vamos directos, pedimos las cañas y reservamos para cenar. El problema es que no sabemos que empiezan a dar las cenas bastante tarde, así que al rato (cuando se nos ocurre preguntar) y con el hambre que tenemos, decidimos movernos de nuevo a Noja y acabamos cenando un kebab. No es ninguna maravilla, pero al final se nos ha hecho tarde y nos sirve para una cena rápida. Con la tripa demasiado llena nos vamos de vuelta al hotel y nos dormimos pronto.
Por la mañana, mientras desayunamos, vemos que la previsión del tiempo ha cambiado y no va a llover hasta la tarde. ¡Eso sí que no lo esperábamos! Debemos aprovechar y por eso buscamos rápidamente una ruta para ir a andar. Encontramos una que nos puede servir, pero empezamos a andar sin tener muy claro el camino a seguir.
Recorremos la playa de Noja hasta llegar a un pequeño monte (tipo el de Urgull, pero sin la muralla) por el que subimos hasta cruzar a la Playa de Berria. No es un camino malo y se hace bastante ameno. Comparando con el que hicimos ayer, esto es un camino de rosas. Pero no tan fácil como para hacerlo en chanclas, que ya nos cruzamos a unos cuantos… Esos sí que van a tener problemas.
Estamos disfrutando de este día tan imprevisto. Incluso cuando bajamos hasta la Playa de Berria, paramos a tomarnos un café junto a la playa para reponer fuerzas. Nos hidratamos bien con unas botellas de agua fresquitas y empezamos a hacer el camino de vuelta a Noja, pero no lo vamos a hacer por donde hemos venido. Sino que vamos a ir por el lateral de la carretera. Que a priori parece más cortito, aunque se nos hace eterno y cada vez sentimos menos las piernas. De hecho, pensábamos que habíamos hecho más kilómetros que ayer, pero estábamos equivocados.
¡Podemos con todo! Y más teniendo en cuenta que no creíamos poder disfrutar de otro día sin lluvia. Cuando llegamos al hotel decidimos directamente preguntar por algún sitio donde comer. Les hacemos caso y comemos un menú del día riquísimo. Que era muy normal, dentro de lo que puede ser un menú del día, pero al llegar muertos de hambre, nos entra genial.
Nada más terminar, nos vamos a echar una siesta al hotel. Incluso después de la siesta aprovechamos para hacer unos estiramientos de espalda. Reconozco que los necesito, que ya va pasando el verano, voy durmiendo de cama en cama y lo voy notando. Aunque no estoy mal del todo, es mejor prevenir.
Por la tarde no nos queda nada más que dar un paseo, cenar algo de picoteo entre los tres y tomarnos unos helados. Clásico plan de verano de Donosti, pero en Noja. Que, para el caso, está lleno de vascos. Eso es así. Sin olvidarnos de las cartas, que no hacemos más que echar partidas de cartas en cuanto nos sentamos en cualquier terraza. Tomando una caña, esperando la cena o simplemente para pasar el rato.
En nuestro último día, sí que amanece más gris el día y aprovechamos para irnos por la mañana a pasear por Santander. Con el paraguas en la mano, dejamos el coche en un parking y nos acercamos a la zona de la Catedral de Santander y el Centro Botín. En el primero hay que pagar y nos vamos tal cual sin ni siquiera intentar entrar y en el segundo nos tomamos un café en la terraza.
Antes de irnos nos acercamos al Mercado de la Esperanza, para dar una vuelta, cotillear y comprar alguna cosita. Y antes de seguir voy a ir avisando que hoy no he sacado más que una foto: la de la comida.
Hemos reservado una paella para comer, así que calculando el tiempo justo para llegar, cogemos de nuevo el coche y ponemos rumbo a Noja. Volvemos al mismo sitio que nos recomendaron en el hotel, ya que nos gustó mucho. Y para cuando llegamos allí tenemos la paella que hemos encargado. ¡Y nos ponemos las botas! ¡Qué rico!
El tiempo sigue triste y cuando nos acabamos la paella, nos vamos a echar una siesta. Estos días están siendo reparadores en lo que al sueño se refiere.
Una vez hemos descansado, al prepararnos para salir a dar un paseo, Fran se da cuenta de que le falta la mochila. Dándole vueltas, decidimos acercarnos al restaurante a ver si efectivamente se la ha dejado ahí. Y resulta que se ve desde fuera. Por la ventana podemos llegar a ver la mochila colgada de la silla donde se había sentado Fran.
El único problema es que el restaurante está cerrado y solamente abre a los mediodías. Por lo que no tenemos opción de recuperarla, ya que mañana salimos pronto por la mañana. De repente, nos acordamos de que el restaurante tiene una parte que es bar, que da hacia el otro lado de la calle. Decidimos ir a probar, con tal mala suerte de que también está cerrado. Hacemos otro intento en la tienda que queda entre el restaurante y el bar. Pero la dependienta no tiene el número de nadie que trabaje en el bar, por lo que no puede ayudarnos. Aún y todo le pedimos un papel para dejar una nota por debajo de la puerta del bar.
En un intento desesperado por contactar con los dueños del restaurante o algún trabajador, volvemos al hotel, ya que fueron ellos los que nos recomendaron el sitio. Pero por desgracia no tienen ningún contacto, aunque les es muy extraño que no abran el bar por la tarde. ¡Y más siendo verano! Así que nos proponen intentarlo algo más tarde.
Entre el paseo que nos hemos dado de un lado a otro, al final decidimos sentarnos en una terraza a cenar algo de picoteo ligero y retirarnos pronto, ya que toca madrugar por la mañana. De vuelta al hotel, volvemos a pasar por el bar, que sigue cerrado, y decidimos tirar la toalla. Lo intentaremos por la mañana antes de irnos, pero nos extraña que abran tan pronto.
Madrugamos con la ilusión de que el restaurante esté abierto y poder coger la mochila antes de irnos, pero tenemos prisa, así que es nuestra última oportunidad. Metemos las maletas, nos montamos en el coche, nos acercamos al restaurante, se baja Fran y vuelve con su mochila. ¡Qué suerte ha tenido!
Ahora sí que podemos salir de camino a Bilbao. Donde, como no puede ser de otra manera, nos vamos a hacer un escape room. Estoy segura de que nadie se lo esperaba, pero sí, nos vamos de escape room. Salimos con tiempo justo para poder desayunar cerca, pasar por el baño y acercarnos hasta el lugar del escape. No podría decir que es de los mejores escape rooms que he hecho, pero sí de los que mejor me lo he pasado. La ambientación no está trabajadísima, pero no les hace falta. Tiene muchas pruebas distintas a las que estoy acostumbrada y eso le da un toque especial. Nos lo pasamos genial y, por supuesto, la parada de camino a casa ha merecido la pena. ¡Este escape room lo voy a recomendar seguro!
Pero no podemos perder demasiado tiempo, ya que hay que volver a casa para hacer cambio de mochila e irme el finde con mis carnavaleras preferidas. Una escapada a una casa cerca de Burgos para desconectar y estar juntas unos días. Que con la tontería, a la vuelta de Burgos, en lo que pasas por Vitoria, te haces otro escape room y luego ya vuelves para casa.
En lo de la playa no, pero en lo que respecta al escape, seguro que somos familia!!! Jajajajaja