Ta ibili munduan

¡Al final nos fuimos las 4 a Ibiza!

Yo no soy capaz de decir que no a un viaje y el año pasado ya hice una escapada por Altea con Ekhine y Laura. Pero este año ya no somos tres… ¡Somos cuatro! El “Equipo Trintxerpe” o el también conocido como “Equipo Boda Tenerife”… ¡Nos vamos a Ibiza!

Nos juntamos a media tarde para ir al aeropuerto Bilbao, facturamos las maletas y cogemos nuestro vuelo hacia Ibiza, aunque con algo de retraso. A pesar de ello, llegamos a tiempo a destino y pasamos a por nuestro coche de alquiler. Pero es bastante tarde y decidimos parar a cenar algo antes de llegar al apartamento. Si lo dejamos para después puede que no encontremos nada abierto.

Mientras buscamos un sitio donde cenar, cogemos la carretera de camino al apartamento y avisamos por Booking de que llegaremos algo tarde. Nos contesta el simpático Mamadou diciendo que nos deja las llaves puestas en la puerta y que lleguemos cuando queramos. Nos quedamos más tranquilas sabiendo que no hay prisa por llegar al apartamento.

Es de noche y en Ibiza las carreteras básicamente son desiertas. No se ve mucha cosa por lo que tenemos que buscar en Google para poder terminar cenando al menos unas pizzas.

Al llegar al apartamento, efectivamente comprobamos que las llaves están colgando de la puerta y a la vista de cualquiera que pase por ahí. Lo bueno es que nos han cambiado de apartamento y nos han puesto uno más amplio. Teníamos contratado uno con una sola habitación y un sofá cama. Así que viendo que tenemos dos habitaciones morimos de la alegría. Eso sí, caemos muertas en la cama, ya que el día ha sido largo y algunas hasta han ido a trabajar.

En nuestro primer día en Ibiza, que sinceramente no tenemos ningún itinerario hecho, decidimos ir a desayunar justo en frente del apartamento. La idea es ir al supermercado, hacer compra y desayunar en la terraza del apartamento, pero todavía no hemos tenido tiempo para nada.

Nos apetece ir a la playa, ha salido el sol y queremos aprovechar. Sin perder demasiado tiempo cogemos todo lo necesario y nos vamos a la playa que tenemos justo en frente. Estamos alojadas en Portinatx, pero no es la playa de Portinatx, es una más pequeñita.

Laura y yo aprovechamos para irnos a hacer snorkel mientras Ekhine y Ane se quedan tomando el sol y refrescándose en la orilla. Laura ha traído una máscara de esas de Decathlon y unas gafas de buceo con tubo para snorkel. La pena es que las gafas tienen un cristal medio suelo, pero decidimos hacer turnos con la máscara y medio apañarnos con las gafas rotas.

Dejo la GoPro porque no parece que vayamos a ver nada espectacular en esta cala, pero fue un error no llevarla. Vemos algunos pececillos, algunos más grandes que otros, algunos que muerden, algunos que se acercan mucho… Pero llegamos a ver algo que nunca había tenido la suerte de ver. ¡Un pulpo! El cual es realmente difícil de ver, ya que se camufla un montón. Al ir con Laura me aprovecho de su gran vista y nos quedamos un buen rato siguiendo al pulpo. Aunque más bien parecía que nos perseguía él a nosotras.

Cuando decidimos pasar del pulpo y seguir con nuestro camino, es cuando florece mi inmenso miedo y terror al mar o, como también lo suelen llamar, talasofobia. ¡Encontramos un barco hundido! Pero que nadie se piense que es el Titanic. Es un barco pequeñito que está hundido al lado de la orilla y casi se puede hasta ver desde fuera. Pero por lo que sea no soy capaz de pasar por al lado. Me da pánico. Y tendré miedo, pero me vuelve a dar mucha rabia no tener la GoPro encima.

Hacemos el camino de vuelta más rápido para ver que tal les va a Ekhine y Ane tomando el sol. Les contamos nuestras aventuras, echamos cuatro fotos y decidimos movernos para ir a comer algo. Pasamos por el apartamento y nos encontramos con Mamadou, la persona que nos ha alquilado el apartamento. Le preguntamos por alguna recomendación para comer y le hacemos caso. Eso sí, nos queda claro que está loquísimo, pero es muy amable y simpático.

Nos gusta mucho el sitio que nos ha recomendado y además nos queda cerca de la Cala Benirrás, que es una de las que tenemos apuntadas para ver estos días. No perdemos la oportunidad de pasar a visitarla y vamos directas según terminamos de comer.

La cala es bonita, pero está llenísima de gente por todas partes. Aunque en uno de los laterales se intuye bastante potencial para hacer unas fotos y allá que vamos. ¡Tengo el móvil lleno de fotos! Pero son ideales.

Cuando creemos que ya tenemos las fotos deseadas, volvemos nadando hasta la orilla y no nos puede apetecer más pedirnos algo para tomar en uno de los chiringuitos de la playa. Ekhine y yo nos acercamos, visualizándonos ya con nuestro cóctel en la mano, divinas en una cala en Ibiza. Y nos venimos tan arriba que pedimos unos mojitos sin alcohol. El mio es de maracuyá y no puede estar más rico.

Una vez que ya hemos postureado todo lo que podíamos, decidimos recoger el campamento y pasar por el apartamento a darnos unas duchas. Necesitamos asearnos para darnos un paseo por Eivissa y cenar algo por allí.

Tenemos suerte y aparcamos el coche muy cerca del puerto. Damos un pequeño paseo buscando algún sitio donde nos den algo de cena, pero está todo hasta arriba. No hay ni una mesa libre. Pero el que la sigue la consigue, y terminamos en una terraza en la que nos sirven algo sencillo, pero suficiente para lo que necesitamos.

Aprovechamos para dar un paseo por la parte vieja de Eivissa y nos acercamos al puerto a imaginarnos una vida paralela en alguno de esos yates tan lujosos. Una fantasía que nadie nos va a quitar.

Volviendo a la realidad en la que nos encontramos y considerando que nos queda más de media hora de camino de vuelta al apartamento, decidimos retirarnos viendo la hora que nos ha dado.

Para nuestro segundo día en Ibiza, ya tenemos la compra hecha y nos preparamos un rico desayuno en la terraza del apartamento. Que, por cierto, tiene muy buenas vistas. Esto es la mejor parte de las vacaciones: los desayunos caseros y sin prisa. ¡Saben mucho mejor!

Teniendo en cuenta todas las calas que queremos ver y siendo conscientes de que no nos da tiempo a ver todas, hoy vamos a empezar por la Cala D´Hort. Además, tenemos una reserva para comer en el restaurante que se encuentra allí mismo.

Cogemos un hueco en la playa para colocar todas las toallas y aprovechamos para hacer muchas, pero que muchas fotos. El color del agua es de un turquesa muy intenso y puede verse todo de manera muy clara. Incluso los pececillos que vienen a picarnos. No es un sitio como para hacer snorkel, pero la verdad que estamos muy bien. Además, tenemos una buena vista de la famosa isla rocosa de Es Vedrá.

Sin darnos cuenta pasa la mañana y llega la hora de ir a comer. Y menos mal que lo tenemos cerca, porque vamos a un ritmo caribeño… Se nota que nos vamos relajando y fluyendo por la vida.

Una vez en el restaurante, pedimos un gazpacho y una ensalada que no nos dicen absolutamente nada. No tienen ninguna gracia. Menos mal que solamente era un picoteo previo a un arroz bien rico. Además, la ubicación frente a la cala ayuda a disfrutar mucho más ese arroz.

Con la intención de hacer parte del camino de vuelta hacia el apartamento, nos dirigimos a la Cala Gracioneta. Nada más llegar dejamos el coche junto a las escaleras que bajan hasta esta cala y según nos asomamos nos damos cuenta de que no entra ni un alfiler entre toalla y toalla. Es una pena, porque el sitio está chulísimo y tiene un bar/restaurante que tiene muy buena pinta. Como para tomarnos unos cócteles de esos que nos gustan.

Pero no hay opción de quedarse ahí. O nos apretamos o si realmente queremos estar a gusto y disfrutar, tenemos que pasar a la Cala Gració. Esta no es tan ideal, pero para darse un baño y relajarse no está nada mal.

Echamos la tarde ahí hasta que nos da la hora de cenar. Cogemos el coche de vuelta y nos vamos a un restaurante que hay frente a la playa de Portinatx, donde nos relajamos y cenamos con toda la calma. No podemos estar más contentas de estar ahí sentadas.

Para nuestro último día juntas en Ibiza, disfrutamos de nuevo de un desayuno en la terraza del apartamento y empezamos a recoger todo para hacer el check-out.

Yo me voy a quedar en Ibiza, pero mis tres compis tienen su vuelo a las 9 de la noche y les gustaría darse una ducha después de irnos a la playa por la mañana. Sin llorarle demasiado, Mamadou nos da la opción de salir más tarde del apartamento, a la hora que queramos, y así aprovechar y darnos una ducha rápida. La verdad que se ha portado de lujo con nosotras, porque de normal no puedes hacer esto.

Felices y con ganas de un buen baño, nos acercamos a la Cala Xarraca. Está muy cerca de Portinatx y llevamos días viéndola desde la carretera. Tiene muy buena pinta y tenemos la gran suerte de poder aparcar justo en la cala. Aquí es cuando te acuerdas de que estamos en septiembre y no en pleno agosto.

La cala es pequeñita pero muy tranquila. Nos encanta estar sentadas en la orilla, mientas el agua nos moja las piernas y podemos estar al fresco. Incluso Laura y yo aprovechamos para irnos a nadar un poco, hacer algo de snorkel y observar a la peña haciéndose fotos infinitamente de más postureo que las nuestras.

Antes de comer aprovechamos a pasar a darnos la ducha por el apartamento y después acercarnos al mismo restaurante que nos aconsejó Mamadou el otro día, Ses Arcades. Que nos pilla de camino y comimos muy bien.

Con la tripa llena, cogemos el coche y me llevan hasta San Antonio, donde voy a alojarme dos noches más. A ellas les toca volver a trabajar y a mí me toca esperar a que mi nueva compañera de viaje, llegue a Menorca.

Han sido pocos días, pero los hemos aprovechado al máximo y ha sido un placer estar tan bien acompañada. Así que la despedida es una pena pero tienen que irse hacia el aeropuerto para coger su vuelo de vuelta. Yo cojo mi mochila y me adentro en el hostal que he reservado para estos dos días. Hago el check-in, dejo la mochila en la habitación y me voy directa a la playa. No sé qué compañeros de habitación me han tocado, ya que no hay nadie cuando llego. Pero dejo todas mis cosas en mi taquilla y salgo con lo mínimo para irme a la playa. Además, no tengo ni que llevarme las llaves ni la tarjeta para entrar a la habitación. Esto no lo había visto antes, pero resulta que al hacer el check-in te cogen la huella dactilar y con eso es con lo que entras en la habitación. Todo muy moderno.

La playa está a 5 minutos andando desde el hostal. Y no puedo estar ni más relajada, ni más desconectada del mundo, ni más feliz. Mi único problema es que no puedo darme la crema de sol en la espalda. Pero ojalá siempre mis problemas fueran de este estilo.

Tras un par de horas de ir de la toalla a la orilla y de la orilla a la toalla, decido pasar por el hostal a darme una ducha, coger algo de cena para llevar y sentarme en un mirador para ver el atardecer.

En cuanto se va el sol, me doy un paseo por San Antonio para ver el ambiente, ya que aquí hay mucho más movimiento que donde estábamos al norte, en Portinatx. Hay bares, discotecas, borrachos… Menos mal que mi hostal no está en el meollo de la fiesta en San Antonio.

De vuelta al hostal conozco a dos de mis compañeros, que son muy simpáticos y además se están preparando para irse de fiesta. Cada uno por su cuenta, porque no se conocían de antes, pero para mí es una suerte, de esa manera tengo la habitación para mi sola. El único inconveniente es que cuando ya estaba a punto de dormirme llega el cuarto compañero de habitación. Ni le pongo cara, ya que yo estaba en mi litera y él según llega se sube a la suya, pero estuvimos hablando durante una hora de reloj sobre nuestras vidas. De hecho empezamos a hablar en inglés hasta que nos damos cuenta de que los dos hablamos en castellano. ¡Qué ridículos!

Parece un chiste, pero me voy a dormir riéndome de la situación. Tengo tres compañeros de habitación: un argentino, un chileno y un ecuatoriano. Por lo menos todos hablan en castellano.

Sin entrar en demasiados detalles, para mi día en solitario en Ibiza, mi plan es pasear, tirarme en la playa y bañarme todo lo que pueda. Y el día la verdad que me va genial, como un bocata en un restaurante muy rico, disfruto del sol y una playa muy tranquila y aprovecho para disfrutar de la lectura después de días y días sin tener ni un minuto para leer.

El único momento fuera de lugar y muy top del día es cuando hago un remember de Dinamarca, entro al Eroski a comprar algo de fruta y con la mochila tiro, sin darme cuenta, varias cajas llenas de trapos, estropajos, esponjas y fregonas. Una fantasía haciendo honor al momento de los huevos kinder daneses. Por suerte, un hombre muy simpático me ayuda a recoger todo y así salir muerta de la vergüenza más rápido de allí.

Y superado este día en el que estaba en modo solitaria, esquivando planes ofrecidos por los compañeros de habitación, dejo todo listo para salir por la mañana directa al aeropuerto y volar a Menorca. Donde no he estado nunca y me apetece muchísimo. ¡Allá voy, Eli!

Un comentario en «¡Al final nos fuimos las 4 a Ibiza!»

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial