Ta ibili munduan

Los envidiosos dirán que estaba nublado

Mediados de septiembre y yo sigo de viaje, volando de isla en isla y aprovechando para desconectar todo lo que me deje la cabeza. Es en estos momentos, cuando ya todo el mundo ha vuelto a trabajar (hablo de los profesores, obviamente), cuando te das cuenta de la maravilla que supone el año sabático.

Y me junto con Eli en Menorca. Que aunque yo esté de año sabático, las escapadas en septiembre/octubre van siendo ya una tradición. Ya seguiremos pidiendo días de permiso. Pero es que encima, para cuando yo llego al aeropuerto de Menorca, ella ya ha cogido el coche de alquiler, ya ha hecho la compra en el supermercado y ya la ha dejado en el apartamento. Y aquí está, recogiéndome en el aeropuerto. ¡Así ya se puede! Ahora solo me queda sacar el bañador y la toalla de playa e irnos a disfrutar de alguna cala. Además, está medio nublado, pero el calor es insoportable. ¡Necesitamos un baño! Cerca del aeropuerto se encuentra la Cala Binidalí, que nos la recomendaron. Y por no perder mucho tiempo vamos directas para allí.

No creemos que vaya a ser una de las mejores calas que veamos, teniendo en cuenta que además se pasean ratas a robar la comida de los turistas. Un detalle a tener en cuenta, que no hace que sea demasiado paradisiaca la cala en cuestión.

El agua estaba fresquita, pero bastante movida, por lo que además estaba bastante sucia. Aunque siendo sinceras y habiendo exagerado un poco lo de la rata, mal no hemos estado. Nos viene bien para refrescarnos y ser conscientes de que ya estamos en Menorca. Para darle algo más de glamour al momento, sacamos un bote de galletitas saladas para picar y entretenernos un poco. Más que nada antes de que venga una rata y nos lo robe.

Después de sacar las fotos de rigor, cogemos el coche de vuelta al apartamento, en el que yo todavía no he estado. Está muy bien, ya que tenemos una habitación para cada una y la sala y la cocina son amplias. Lo justo para pasar la semana. Nos damos un paseo por Arenal de Castell, que es donde estamos alojadas y nos volvemos pronto al apartamento.

Nos damos una ducha y sin mucha hambre, picamos algo de hummus y nos vamos tan tranquilas a la cama. Tiene pinta de que nos hemos puesto finas a galletitas saladas y ahora no hay hambre.

No es que para estos días den muy buen tiempo, la previsión no es buena para nuestra desgracia. Aún y todo vamos a aprovecharlo, de eso no hay duda. Así que viendo que nuestro segundo día amanece bastante nublado, pero hace calor, nos vamos a dar un baño a la piscina del complejo de apartamentos. ¡Y qué buen rato! Es una pena no poder subir videos al blog, porque nos marcamos una exhibición de natación sincronizada que dejamos a todos los trabajadores del bar anonadados y maravillados con nuestro estilazo.

Dado que las nubes no levantan y hasta que el día caliente un poco más, decidimos irnos a dar un paseo por Mahón. Con tal buena suerte que cada vez hace más y más calor y en cuanto llegamos al puerto nos sentamos a tomar un café con hielo fresquito. De verdad que el sol está insoportable. Entre nube y nube asoman unos rayos de sol y no os imagináis el calor que hace.

De vuelta hacia el coche decidimos que no tenemos que sufrir, que estamos de vacaciones y que nos queremos comprar unos abanicos que hagan el día más llevadero.

Urgentemente, el cuerpo nos pide darnos un baño y ponemos rumbo a la Cala Binibeca. Según aparcamos el coche junto a la cala me doy cuenta de que me he dejado la toalla y el bañador en casa. ¿Cómo me puede estar pasando esto a mí? Siempre repaso todo lo que llevo en la mochila antes de salir… Aunque, por otra parte, empiezo a valorar lo relajada que estoy y la manera en la que estoy fluyendo por la vida.

Aún y todo nada va a ser un impedimento para que nos bañemos. Tengo ropa interior y la toalla de Eli es XXL como para compartirla juntas. Bañarnos, nos vamos a bañar, pero hay muchísimas olas acompañadas de muchísimas algas. El agua no está muy limpia y encima no asoman ni unos míseros rayos de sol. Pero vamos a bañarnos. Eso es lo único que tenemos claro.

Salimos del agua, nos secamos un poco y sacamos los tuppers con nuestra comida. Creo que es de las mejores cosas de la vida: comer en la playa una ensalada fresquita. Pero la siesta que viene después, eso sí que es un lujo. La temperatura es ideal y el sonido de fondo de las olas es muy relajante.

Tras otro baño, intentamos quitarnos las algas como podemos en una de esas duchas para los pies y nos vamos a visitar Alcaufar. Un pueblito que hemos visto viniendo hacia la cala. Incluso al llegar al coche pasa un chico preguntando por el pueblo de casas blancas. No le podemos indicar porque no tenemos ni idea de cómo ir y tendrá que hacer como nosotras: poner el gps.

Llegamos a unos acantilados desde donde puede observarse el pueblo de Alcaufar. Y a pesar de estar nublado, las vistas son una pasada. Pero además, decidimos acercarnos al pueblo porque se nos antoja un helado. Sin éxito, damos otra minivuelta (el pueblo es muy pequeño) y nos movemos hacia Addaia.

Aparcamos en el puerto y nos tomamos un helado en la terraza del único bar que vemos en la zona. Este pueblo también es pequeño, pero… ¡Ojo! ¡Vaya casas! Intentamos buscar una que pone que está en venta, pero no la encontramos. Tienen todas muy buena pinta y pinta de costar un riñón.

Paseamos por el puerto y nos entra la curiosidad de saber cuánto cuesta alquilar unos kayaks. El plan nos apetece bastante. El precio no tanto. Nos parece bastante alto para estar un rato dando vueltas con el kayak. Así que al final decidimos pasar del tema.

Volvemos al apartamento y antes de cenar nos tomamos unas cañas en el único bar que tenemos cerca de los apartamentos. Hay que ser conscientes de que no es temporada alta y de que hay muy poca gente. Por lo que el ambiente también es el justo. Aún y todo no nos preocupa demasiado. Preferimos tener un solo bar abierto cerca de casa y que las playas estén tranquilas. ¡Que para eso hemos venido en septiembre!

Para nuestro tercer día menorquí, tenemos la suerte de amanecer con el cielo prácticamente azul del todo y nos vamos sin perder ni un minuto a Algaiarens. Bueno, no sin antes tomarnos nuestro desayuno en la terraza del apartamento.

Hace buen tiempo y las nubes se han quedado descansando. Por lo que nuestro primer destino, tras 50 minutos conduciendo (casi la isla entera), llegamos a la Platja des Tancat. Se encuentra en la Cala de Algaiarens que está compuesta por varias playas. Cogemos sitio en el lado donde vemos que está más tranquilo y nos vamos casi directas al agua. También es un buen sitio para hacer snorkel, por lo que aprovecho a darme una vuelta.

Vemos a la gente pasando a la playa que está junto a la nuestra, pero no tenemos muy claro el camino que están haciendo. Y cuando nos acercamos para ver por dónde pasar, no lo vemos nada claro y nos damos media vuelta. ¡Estamos muy bien donde estamos!

Después de una buena ración de sol para nuestros cuerpos, decidimos moverlos a otra cala, la Cala Morell. Esta es otra de esas calas que hemos visto por instagram y tiene muy buena pinta. Aquí no hay playa, es toda una zona de rocas a los laterales con escaleras preparadas para poder bajar y bañarte en el agua. Está bastante llena, ya que es pequeñita, pero enseguida nos hacemos con nuestro hueco y podemos aprovechar para darnos un baño. Seguimos muertas de calor. ¡Qué pasada!

Es un sitio ideal para estar leyendo, echa una siesta, bañarse, hacer snorkel… Aprovechamos de nuevo a sacar nuestro tupper de comida y disfrutar de la tranquilidad de no tener prisa en la vida y comer con los pies metidos en el agua. La siesta que cae después de la comida es algo ya fuera de lo normal. ¡Qué maravilla!

Por supuesto, seguimos valorando la suerte que tenemos de poder estar aquí sin ser temporada alta. Que obviamente nuestro dinero nos cuesta: yo estoy de sabático (por lo que me descuentan del sueldo) y Eli se ha pedido unos días de permiso sin sueldo. Que nadie se vaya a pensar que nos han regalado estos días.

Tras esta aclaración, para terminar el día nos vamos a dar un paseo a la Ciudadela y aprovechamos para comernos un helado. Pero para cenar volvemos al apartamento, que tenemos de todo allí. También os digo que están siendo reparadores estos días, estoy durmiendo como una reina y descansando un montón.

Llega el viernes y… ¡También hace bueno! Nos vamos directas a la playa. Hoy no me he dejado el bañador ni la toalla, pero me dejo el móvil. Que dentro de lo malo, pues no pasa nada. Pero me da para reflexionar, ya que a mí no suelen pasarme estas cosas.

De las calas que tenemos apuntadas nos decantamos por la Cala Nitjana. Desde el lugar donde aparcamos el coche son unos 15-20 minutos andando hasta la cala, pero se hacen muy amenos, ya que da la sombra y vamos cuesta abajo.

Al llegar a la cala podemos disfrutar de un día espléndido. Eso sí, solamente hasta que empiezan a aparecer unas nubes grises, una hora después de nuestra llegada más o menos. Que, sinceramente, hace calor y no nos importa, pero las fotos no son lo mismo cuando está nublado.

Recogemos las cosas y nos hacemos el camino de vuelta hasta el coche. De ahí decidimos acercarnos a Ferrerías, donde, después de dar un paseo, nos sentamos a tomar unas cañas. Sin ser muy conscientes de todo lo que habíamos estado hablando, el de la mesa de al lado nos pilla y nos pregunta a ver de dónde somos. Suponemos que mucho no nos ha entendido, pero ha vivido en el país vasco unos añitos. ¡Qué fuerte!

Antes de movernos, es hora de comer nuestro tupper de ensalada en una plaza y así seguir aprovechando la fantástica compra que hizo Eli el primer día. No puede haberlo calculado mejor.

De vuelta al apartamento nos juntamos con una compañera de remo de Eli que casualmente está alojada en los mismos apartamentos que nosotras. Después de echar unas risas, esta chica y su pareja se van a dar una vuelta y Eli y yo aprovechamos para darnos otro baño en la piscina. Que entre que no hay nadie y la temperatura es buenísima, estamos de lujo.

Para la cena, como he dicho antes, la compra que hizo Eli era perfecta, tenemos nuestra cena en el apartamento, pero cogemos unas cervecitas y nos vamos a la playa con la cena. Eso sí que es un lujo.

Con la tontería y como quien no quiere la cosa, llega nuestro último día en menorca. El domingo no lo cuento porque es simplemente para volver a casa y ya no tiene nada de emocionante.

Pero con la suerte que tenemos el día amanece nublado y con mucho viento. No es un día como para irse a la playa. Rápidamente abrimos Google para ver qué pueblitos pueden ser interesantes de visitar. Hacemos una ruta y empezamos por Alaior. No es muy grande pero damos un paseo y nos acercamos a la “Iglesia” principal a la que se puede subir y ver una bonita vista.

Parece que el cielo se va despejando poco a poco y nos va haciendo mucha ilusión. Pero no queremos confiarnos y seguimos con nuestra ruta hasta Es Migjorn Gran. ¡Y qué gran suerte la nuestra! Porque descubrimos un pueblo precioso. Nos gusta mucho a las dos y nos quedaríamos aquí (no sé si mucho tiempo porque es muy pequeño) a vivir.

Eso sí, cada vez que vamos a un nuevo pueblo nos acordamos y reímos del momento del primer día en que un chico nos preguntó por cómo llegar a un pueblo de casas blancas. ¡Pero si todos los pueblos son de casas blancas! Ese chico no se llega a imaginar lo que nos acordamos de él.

Antes de comer nos acercamos a Fornells, donde nos sentamos en una terraza con vistas al mar y con la mala suerte de que nos da todo el sol. Pero no vamos a sufrir por ello. Podemos aguantar eso y mucho más. Tenemos abanicos… Y antes de irnos aprovechamos para comprar algo de queso para llevar de vuelta a casa.

Viendo que el día ha mejorado notablemente, nos vamos a ir a la playa a comer. Nos queda muy cerca la Cala Tirant y aprovechamos para irnos de camino hacia allí. Al llegar nos damos cuenta de que aunque haya salido el sol el viento sigue presente y además con mucha fuerza. Gracias a ello no están montadas las hamacas de la playa y tenemos varias sombrillas para aprovecharlas.

Para nuestra desgracia la bandera es roja y no parece muy aconsejable bañarse. Pero no hay una tarde que no se arregle con unas buenas risas. Sin ningún tipo de cambio aparente en el oleaje, los socorristas deciden cambiar la bandera a amarilla. Lo cual nos da mucha más confianza para bañarnos. Incluso se dan cuenta de que los grabamos mientras cambian la bandera y nos reímos de ellos. No está la mar muy tranquila como para un relajante baño, pero hace calor y necesitamos refrescarnos.

Y ya solo nos queda una última parada antes de volver al apartamento. El Faro de Favaritx. Se hace bastante camino en coche, pero los últimos dos kilómetros son a pie. Es un paseo muy agradable gracias al viento y las nubes. No me lo quiero ni imaginar mientras te va pegando el sol a muerte durante todo el camino.

En la carretera que lleva hasta el faro vemos una pequeña escuela en la que soñamos con trabajar. El edificio tiene muy buena pinta, el patio está muy bien aprovechado y tiene pinta de ser un sitio muy tranquilo. A primer vista el colegio tiene muy buena pinta y estamos a puntito de apuntarnos a clases de menorquí para empezar a concursar por una plaza aquí.

Dejando los sueños de lado, volvemos a prepararnos la cena al apartamento y aprovechamos para dejar casi preparada la comida del viaje. Nos vamos a llevar unos bocatas hechos para comernos en Bilbo.

Dejamos las maletas medio preparadas y nos vamos a dormir siendo conscientes de que hemos disfrutado la semana y que ir en septiembre a Menorca merece la pena. Tendremos que seguir manteniendo la tradición.

Para terminar, nuestro último desayuno lo hacemos en el buffet del hotel junto a nuestros apartamentos. Son de los mismos dueños y, aunque la compra que hizo Eli el primer día fue magnífica, no nos ha llegado para el último desayuno. A pesar de eso, no hemos tenido que comer ningún día en un restaurante. Siempre nos hemos llevado nuestro tupper o hemos cenado en casa. No se podía calcular mejor la compra.

El aeropuerto de Menorca no es muy grande, la verdad, dejamos el coche de alquiler y pasamos los controles sin ningún problema. En principio llegamos a Bilbao a las 14:30 y no vemos que podamos llegar a coger el autobús de menos cuarto para volver a Donosti. Pero, de la manera más tonta, salen las maletas muy rápido y se nos cruza gente corriendo para ver si llegan a coger el autobús. Por lo que se forma una cola y, mientras vamos dando un tranquilo paseo hasta allí, llegamos sin problema y volvemos en el bus comiendo el bocata. ¡Esto sí que es tener suerte!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial