No sé si lo he contado antes, pero como es de costumbre en mi caso, estoy acribillada por los bichos. Pero encima se me han hinchado todos y cada unos de los granos y me pican un montón. Eso sí, gracias a mi compi de habitación que entiende mucho del tema, nos vamos a la farmacia en busca de algo que me pueda ayudar a que mejoren todos los picotazos.
Vuelve a salir el sol y nos vamos a desayunar algo todos juntos cerca del hotel. Menos mal que vamos con tiempo, porque aquí se lo toman todo muy relajado y van sacando el desayuno por fascículos. Aunque merece la pena la espera, ya que todo está riquísimo.
Nos ha costado mucho juntar a todo el grupo, pero hoy por la mañana hemos decidido dividirnos. Algunos queremos ir a ver lo que no nos dio tiempo después de las Chocolate Hills y otros quieren hacer buceo. Por lo que tenemos el EQUIPO BUCEO y por otro el EQUIPO MOTOMAMIS. Yo, claramente, estoy en el de “motomamis”, porque lo del buceo todavía no lo veo muy claro. Me da mucho miedito.
De las cuatro motos que alquilamos ayer, nos quedamos dos y nos vamos Lula, Jonathan y yo camino a visitar a los tarsiers. No puedo estar más contenta y feliz de la vida conduciendo mi moto por Filipinas, un sueño hecho realidad. Casi llegando a la primera parada nos damos cuenta de que hemos puesto mal el gps y en lugar de ir primero a visitar a los minimonos (tarsiers), hemos puesto primero la dirección de las tirolinas. Pero no tenemos ningún problema. ¡Fluyamos!
Mejor dicho, no tenemos ningún problema en ir primero a las tirolinas que a los tarsiers, porque con la moto sí que tenemos un pequeño problema y la carretera era mejor. Todo pasa por algo… Y es que la moto en la que van Jonathan y Lula parece que tiene la rueda de atrás pinchada y tenemos que hacer parada en boxes antes de tener un accidente. Paramos en la primera gasolinera que vemos y nos indican donde podemos encontrar un “taller”. He aquí la foto del taller:
Como todo el mundo por aquí, esta gente es simpatiquísima. Por lo que les compramos unas cervezas y cocacolas para que no arreglen el pinchazo lo más rápido posible. Y en cuestión de 20-30 minutos tenemos la rueda arreglada por unos 2,50 €. ¿Cómo puede ser tan barato? Les damos algo de propina y seguimos nuestra aventura sobre ruedas.
Enseguida llegamos a las tirolinas, compramos los tickets y sin darnos ya nos estamos tirando por la primera. Es lo bueno que tiene venir fuera de la temporada alta. Asumimos que nos mojaremos por estar en plena época de lluvias, pero disfrutaremos igualmente. Encima esta es la primera tirolina en la que no me ponen un arnés y voy enganchada al cable. Simplemente, te tumbas tipo superman en una especie de chaleco que va enganchado al cable. Y qué decir de la sensación de tirarme en tirolina: siempre me ha encantado y me encantará sentir que vuelo.
A unos 20 minutos de la tirolina llegamos al santuario donde poder ver los tarsiers. Que no lo he explicado antes, pero son unos primates (no monos) muy pequeños con los ojos enormes. Pagamos la entrada y un chico nos acompaña dentro, donde recorremos un camino detrás de él y nos enseña tres de los tarsiers que tienen allí. Hay que estar en silencio para no molestarlos. Menos mal que el recorrido es cortito, porque demasiado tiempo callada no voy a poder estar.
Con todo el planning de la mañana completado, empezamos nuestro camino de vuelta a Alona Beach. Aprovechamos para hacernos todo tipo de fotos y videos con las motos, incluso bailando la coreografía de Despechá de la Rosalía. No nos vamos a quitar la maldita canción de la cabeza en lo que queda de viaje. ¡Qué horror!
Antes de juntarnos con el resto del equipo para coger el ferry hacia Cebú, hacemos una parada técnica para comer, descansar un poco de la moto y después juntarnos todos. La comida me sabe a gloria y el zumo de plátano y fresa está de locura. Aunque no podemos relajarnos mucho, ya que tenemos que volver al hotel a por las mochilas.
El EQUIPO BUCEO nos cuenta sus aventuras bajo el mar y nosotros la historia del pinchazo de la rueda mientras vamos en el taxi que nos lleva al puerto a coger el ferry a Cebú.
Según nos subimos al ferry nos ponen la última película del Doctor Strange (Marvel) y aunque la he visto me parece buena idea volver a verla. Solo que con el sueño acumulado que tengo caigo frita y tardo muy poco en empezar a roncar. De esa manera el trayecto se me hace muy corto.
Al llegar a Cebú, dejamos todo en la habitación del hotel y nos vamos con un par de bolsas de ropa sucia a buscar una lavandería. El camino a la lavandería se complica cuando Google decide meternos por calles algo turbias y cada vez más estrechas. No tiene pinta de que debamos seguir por ahí y de hecho, no nos lo pensamos demasiado. Salimos de ahí y buscamos el camino bueno a la lavandería.
Con tal mala suerte que la única que podíamos suponer que estaba abierta, nos la encontramos cerrando y las dos chicas que trabajan allí nos dicen que volvamos al día siguiente. Con toda la ropa sucia nos vamos directamente a cenar algo. Se nos ha hecho tarde y ya vamos teniendo hambre. Buscamos algo de comida típica de la zona y que esté cerca, para luego poder volver pronto a descansar.
Pedimos unos cuantos platos para compartir entre todos y así probar diferentes cosas. Eso siempre es un acierto y encima todo está muy rico. Pero nos falta algo y por eso nos vamos a un supermercado a por unos helados de postre. Además, compramos algo para el desayuno, porque salimos a las 6 del hotel y para no tener que madrugar, llevamos encima unos cafés y algo para comer. Nuevamente, hoy tenemos muy pocas horas para dormir. Ya dormiremos en el trayecto de casi cuatro horas en taxi hasta las Kawasan Falls.
Para las 6 de la mañana nos juntamos todos en la entrada del hotel y ahí está nuestro taxista esperándonos. Nos ubicamos todos en el coche de manera que podamos echar una cabezadita, aunque no es muy cómodo. Estamos tan cansados que nadie habla y algunos enseguida nos dormimos.
Cuando vamos amaneciendo, los pobres que han ido despiertos comentan que el conductor es algo kamikaze. Y tienen razón, pero gracias a eso vamos a llegar mucho antes de lo que pensábamos.
Al llegar a destino, nos toman los datos, nos dan los chalecos, los cascos y nos dan unas cuantas instrucciones. Menos mal que tenemos a Lula para traducir el maravilloso inglés de los filipinos. ¡No entendemos nada! Y para las 10, mucho antes de lo esperado, ya estamos empezando el camino hasta llegar al comienzo de la actividad. Vamos a hacer un descenso por las Kawasan Falls.
Se trata de un recorrido siguiendo el curso del río donde encuentras saltos de 5, 7 o incluso 10 metros. Lo mejor para mí es que no estás obligado a hacer todos los saltos y por lo menos eso me da seguridad. Siempre hay un camino alternatido y eso tranquiliza bastante. Y aunque no salto desde el más alto, supero varios saltos que no creía que fuera a ser capaz.
La actividad pensábamos que duraría sobre una hora y media, y en realidad estamos casi tres horas. Que está muy entretenido, pero acabamos cansados y con mucha hambre. Por suerte cuando llegamos a devolver los cascos y los chalecos ya tienen nuestra comida preparada y nos ponemos las botas. ¡Qué rico estaba todo!
Cuando y estamos terminando de comer, empieza poco a poco a llover y en un momento se pone el tiempo fatal. Jarreando como si hiciera días que no lloviera. Sin mucho más que hacer, nos montamos en nuestro taxi y a las 14:35 empieza nuestro camino de vuelta a casa. Y aunque el taxista es un tanto kamikaze, se nota al principio que no va tan rápido como antes.
El problema es que, además, hay mucho más tráfico que por la mañana. Con que terminamos llegando a Cebú para las 18:30. Y todavía tenemos que poner una lavadora con toda la ropa que tenemos sucia. El plan es el siguiente: nos dividimos en dos grupos, Equipo Lavadora y Equipo Duchas. Mientras Jonathan y Eduard van a poner la ropa en la lavandería, Lula y yo aprovechamos para darnos una ducha. Cuanto estoy lista, voy a hacer el relevo a Eduard y me quedo con Jonathan esperando a que salga la ropa de la secadora.
Ya tenemos nuestra ropa limpia y con buen olor, y sin pasar por el hotel, nos juntamos con el resto y vamos a cenar en un restaurante de camino entre el hotel y la lavandería.
Estamos bastante cansados aunque hayamos pasado prácticamente el día en un taxi y subimos al rooftop del hotel a tomarnos unas cervezas. Antes de cerrar el bar, aprovechamos para pedir unos mojitos y después sacamos más cervezas y el altavoz para poner algo de música.
Después de unas cuantas horas de descanso, que eran muy necesarias y asumiendo que estamos en Filipinas y hay veces que nos va a pasar esto, nos toca pasar el día entero de viaje para cambiar de isla y destino. Nos vamos a El Nido, que nos queda lejísimos. Primero tenemos que volar de Cebú a Puerto Princesa y después coger una furgo privada que nos lleva hasta El Nido.
La primera parte en avión es fácil, solo se trata de llegar con tiempo al aeropuerto, pasar los controles y aprovechar para tomarte un café antes de salir. Hasta aquí todo bien. Las 5 horas que nos tiramos en furgoneta hasta el Nido… Eso no fue tan divertido. Claro que paramos a comer, aprovechamos para ir durmiendo y, como no, para jugar al juego del 1 al 11. No recuerdo si expliqué este juego en el anterior post, pero es divertidísimo.
Todo esfuerzo tiene su recompensa y por fin estamos en El Nido. Estos días van a ser de playa y tenemos muchas ganas. Pero de momento es tarde y toca prepararse para irnos de cena.
Nos damos unas duchas rápidas y nos juntamos en la entrada del hotel para ir a cenar junto a la playa algo rico. Nos apetecía darnos el capricho y punto. No es nada espectacular, pero es barato y para salir de los noodles y el arroz nos viene de maravilla.
Se nota que El Nido es bastante más turístico que todo lo que hemos visitado hasta ahora. La consecuencia es que hay muchísimos bares y todavía no nos hemos ido de fiesta. ¡Hoy tiene pinta de ser el día! El primer bar al que vamos a tomar algo tiene un dj poniendo buena música, algo bailable… Pero al segundo al que vamos, llamado Amigos, es donde terminamos la noche y escuchamos más reggeaton que en toda nuestra vida. Alternando con La Macarena, Aserejé y canciones del estilo.
Estoy llamando al ayuntamiento de mi pueblo, para que debajo de casa, en césped , pongan una estatua de Emma a «la buena vida».
He dicho
Que guay lo de los saltosssssssss!! Y las comidas tienen una pinta buenísima!