Ta ibili munduan

Los pollitos llegan a El Nido

Estamos vivos y vamos a pasar el día de playa en playa, lo cual no es mal plan, teniendo en cuenta que de momento no hemos pisado ni una. ¡Y eso que estamos en Filipinas! Además, tenemos el desayuno incluido en el hotel. ¡Hoy vamos a todo pagado!

Hay varios tours que podemos hacer, los cuales son los mismos en todas las agencias. Nos vamos a hacer el Tour A, que debe de ser el típico que hay que hacer sí o sí. Pero no parece que el tiempo vaya a ayudarnos mucho a que disfrutemos de esos lugares tan típicos y paradisiacos.

En la primera parada que hacemos, no llueve y eso ya es un punto a favor. No bajo la GoPro porque no sé si realmente va a merecer la pena. Desde el barco no pinta muy allá… Sé que luego le arrepentiré, pero esta decisión entra dentro de la lista infinita de malas decisiones que tomo en la vida. Solo que está encima no va a ninguna parte.

¡Por cierto! Antes de seguir he de confesar que me he dejado mucho llevar en este viaje en general y no he apuntado minuciosamente los nombre de cada sitio en el que hemos parado. Aquí van las aventuras que hemos vivido, no una serie de sitios a los que ir si vienes a Filipinas.

Como iba diciendo, en esta primera parada, primero entramos por una pequeña cueva a un lago muy pequeño, en el que hay mucha gente y pierde todo el encanto que podía tener. Tenemos que hacer cola para entrar y salir. Es una cosa exagerada. Pero conseguimos salir de allí y acercarnos a la playa a dar un mini paseo.

Podía ser un lugar paradisiaco, pero las nubes no ayudan para nada. Lo único mágico del lugar son todos los kayaks que aparecen de repente vendiendo cervezas, refrescos, helados, cocos… No habrán construido bares en estas islas, ¡pero el negocio lo tienen montado igualmente!

En la segunda parada que hacemos, podemos aprovechar para hacer snorkel. No parece que haya mucho que ver y ni siquiera ha salido el sol, lo cual sele ayudar a verlo todo más claro. Pero es que encima empieza a llover. A decir verdad dentro del agua no hay problema para estar, ya que la temperatura del agua es ideal y se está mejor que en el barco. El único problema es que hay un momento que se pone a llover a mares y realmente da miedo. Lo único que hay que hacer es meter la cabeza en el agua y seguir haciendo snorkel. De verdad que estando debajo del agua ni se nota la lluvia. Es un contraste bastante importante el que se nota de sacar la cabeza a meterla.

Superada la jarreada, seguimos hasta el siguiente punto donde, como sigue lloviendo, nos dan la comida en el mismo barco. Es una situación bastante cómica, pero estas aventuras siempre molan. Tendríamos que estar sentados en la playa disfrutando del manjar que nos están dando. Pero todos apilados a un lado del barco, volviéndonos locos por la comida también tiene su encanto. El viaje sería muy aburrido sin estos momentos. Pero es que encima la comida está buenísima. Ponen un montón de comida en el centro y cada uno se va sirviendo en su plato. Lo más curioso es que el pescado está hecho a la brasa, en una barbacoa improvisada en la parte trasera del barco.

Con la digestión todavía por hacer, nos movemos hasta el Big Lagoon, donde por un “módico” precio extra, puedes alquilar un kayak para entrar hasta el lago. ¿Era necesario? No. ¿Alquilamos dos kayaks para los 6? Sin dudarlo.

Obviamente, no son ni serán los mejores kayaks que hemos manejado. ¡En la vida! Somos unos paquetes manejando el kayak, pero es que el kayak no colabora. ¡Son una basura de kayaks! Acabamos bajándonos para ir nadando junto a él. Damos una vuelta por aquí, otra por allá, foto por aquí y foto por allá. Y si alguien cree que alguna de las fotos sirve para algo, aclararle que no. De verdad que estos paisajes cambian muchísimo en función de tiempo que haga. Y hoy no hemos tenido suerte.

Empezamos a jugar con el kayak, que si unos vuelcan a otros, que si una foto todos encima del kayak… Y acabamos rompiendo el kayak. No se puede apreciar desde fuera, pero cuando nos subimos para hacer el camino de vuelta, no hay manera de avanzar, el kayak va mucho más hundido que antes y es imposible que así volvamos a nuestro barco.

De vuelta vamos Jonatan, Juancar y yo en el mismo. Viendo que no podemos avanzar, Jonathan se baja e intenta llevarlo desde adelante para hacernos un favor al resto. Con tan buena suerte que se atropella a él mismo con el kayak y quedamos encallados. Y en kayak 2… (Este son el tipo de chistes que le gustan a Juancar.)

Por suerte aparece uno de los tripulantes de nuestro barco y le pedimos que nos vaya remolcando. No se puede ni imaginar la de veces que hemos volcado para llegar a pedirle ese favor, pero es que incluso volcamos mientras ellos nos van remolcando. Su cara al vernos en el agua es un cuadro y nuestro ataque de risa de los mejores que he vivido en este viaje.

Una vez conseguido nuestro objetivo, ya podemos irnos al último punto a visitar del día, una playa. Que claro, con el tiempo que hace tampoco es ninguna maravilla y yo creo que todos estamos deseando volver al hotel y darnos una ducha.

Al llegar de nuevo a tierra, nada más bajar del barco, aparece una chica corriendo y gritando que se abraza como loca a Eduard. ¿Pero quién es? Parece que se conociesen de toda la vida, pero entonces sabrían que estaban los dos por allí. Resulta que se trata de una pareja que conoció Eduard en el vuelo de Barcelona hasta Manila y no tuvieron tiempo a despedirse ni darse el contacto, y por pura casualidad se acaban de reencontrar.

Son una pareja simpatiquísima, Marta y Marti, y se apuntan a hacer el siguiente tour con nosotros. Nos despedimos de ellos y volvemos al hotel para darnos una ducha e irnos a tomar algo. No sin antes pasar por un bar a tomar algo en intentar ver la puesta de sol. Sin mucho éxito, la verdad, lo intentaremos mañana.

Estamos cansados y mientras unos nos quedamos descansando en el hotel, parte del grupo se va a buscar unas pizzas para cenar en el hotel mismo. Nos sentamos todos en la zona donde dan el desayuno, sacamos las pizzas y repartimos los nombres para hacer una de las cosas que más odio en esta vida: el amigo invisible. A todo el mundo le parece una fantástica idea, así que habrá que participar. Pero si ya me cuesta hacerlo con gente que conozco, no me lo quiero ni imaginar con gente a la que conozco de hace 10 días. Es verdad que parece que llevamos juntos tres meses, pero siempre siento la presión de que mi regalo vaya a ser el peor.

Para bajar la cena, nos damos un paseo por la zona menos turística, caminando entre calles menos transitadas, con menos luz y menos gente. Además, nos acompaña un gato de dimensiones diminutas durante buena parte del trayecto. El cual me quiero llevar, pero supongo que en el aeropuerto no les parecerá tan buena idea… Tras descubrir esa otra cara de El Nido, algunos nos volvemos al hotel a descansar y otros se van a tomar unas cañas.

De nuevo nos toca día de relax y disfrutar, esta vez haciendo el Tour C. Más y más playas y rincones por conocer. Pero además hoy tenemos mucha suerte, ya que hace bueno. No sabemos si en cualquier momento puede torcerse, así que disfrutaremos del momento. Nos juntamos con Marta y Marti en la playa de la que sale el barco y nos preparamos para pasar un gran día al sol. ¡Crema de sol lista para entrar en acción!

La primera parada es Helicopter Island, que de este nombre me acuerdo por razones obvias. Es un sitio paradisiaco total, pero todo el mundo se está quedando en la misma zona de la playa: Claro que no somos el único barco que está allí, hay muchos más. No es temporada alta, pero hay muchos barcos. En cada uno iremos unas 12 o 13 personas.

Lula y yo decidimos caminar hacia un lateral de la playa y… ¡Sorpresa! ¡Estamos solas! ¿Por qué se empeñan todos en quedarse en el otro lado si la playa es larguísima? Lo primero que hacemos es aprovechar para hacernos un montón de fotos. Las prioridades son las prioridades. Cuando creemos que hemos obtenido el resultado deseado, dejamos todas las cosas y nos dejamos caer en la orilla para relajarnos en esa fantástica playa.

De ahí nos movemos al segundo punto a visitar en este tour. No, no me acuerdo del nombre, es lo que hay… Igualmente, sigue siendo un sitio lleno de gente (la misma que en la anterior playa) y aprovechamos para relajarnos y sacar unas cuantas fotos. Juancar y Lula me piden la GoPro, ya que han encontrado a Nemo y quieren sacarle unas fotos. Es en ese momento cuando aparecen unos “babysharks” (minitiburones) inofensivos rodeándonos. Son adorables, pero no tengo foto. Os dejo la foto de Nemo que también está muy chula.

Aquí casualmente coincidimos con una chica que va en otro de los barcos que casualmente es de Bera. Y aquí me encuentro en Filipinas hablando en euskera. Solo tengo que decir que estoy segura de que volveré a encontrarme a esta chica. ¡Es tan maja!

Y es ahora cuando llega uno de los mejores sitios en los que hemos podido estar y un momento inolvidable para el resto de nuestra vida. Nos llevan a comer a una playa en la que solamente estamos nosotros. Nos repetimos una y otra vez que no podemos estar mejor, que ese sitio es precioso y que tenemos mucha suerte de estar ahí.

Tenemos algo de tiempo para hacer snorkel mientras preparan la comida en la playa y nos acercamos a ver los erizos de mar. Nos avisan de que tengamos cuidado con los erizos, pero hasta que no los vemos en persona no entendemos el porqué. ¡Son gigantes! ¡No he visto algo así en mi vida!

Con toda la tensión en el cuerpo para no pisar ninguno, ni siquiera rozarlos, volvemos a la playa a disfrutar de la comida. Que nos sabe a gloria. De nuevo un pescadito hecho a la brasa que está buenísimo, acompañado de arroz, noodles, ensalada y fruta, entre otras cosas. La verdad que todo sabe mejor estando perdidos en esa playa. ¡Todo un lujo!

Después de esta fantasía de momento, pasamos justo a lo opuesto. Nos llevan de nuevo en el barco a otro típico sitio a visitar, en esta ocasión hasta Secret Beach. ¿Os cuento lo secreta que es esta playa? ¿O directamente os imagináis como estaba de gente teniendo en cuenta la de barcos que andábamos por allí? Lo único que tiene de especial es la manera en la que se llega hasta la playa, nadando por una pequeña cueva bastante chula. Eso sí, es cruzar la entrada y tener la sensación de estar en una manifestación a la que ha ido todo el mundo.

Aceptamos que es lo que hay y punto. Y antes de regresar a tierra paramos en una última playa para relajarnos y hacer algo se snorkel.

Además, hoy vamos a ser más inteligentes, así que en lugar de volver a la zona del hotel, nos quedamos en la playa en la que nos deja el barco, Corong Corong, y así aprovechar y ver la puesta de sol. Ya que estamos, nos sentamos en la terraza de un bar en la misma playa y nos pedimos unos cócteles para hacer el momento todavía más idílico.

Para cenar nos acercamos al Tuko donde encontramos a Laura, una chica española que vive allí y pensábamos que solo tenía una tienda de ropa. Pero resulta que el local al que vamos a cenar también lo maneja ella. La verdad que es simpatiquísima y la cena está muy buena. Seguro que le va genial con cualquier negocio que quiera montar.

Volvemos a tener ganas de fiesta y casi sin tener que comentarlo, acabamos todos otra vez en el Amigos. Solo que esta vez la música nos parece horrible (es exactamente la misma que el otro día) y, con cuenta gotas, nos vamos yendo uno tras otro al hotel. Si hay que forzar, no es la noche. Eso sí, se acerca Leire a tomar algo y vuelvo a estar encantada de la vida hablando en euskera.

A falta de dos días para despedirnos del resto del grupo, dejamos de lado los tours en barco y alquilamos unas motos. Además, Marta y Marti se nos unen al primer día de motos, así que vamos ampliando el grupo cada vez más.

Según desayunamos, recogemos las motos y pasamos a buscarles por su hotel. Estamos todos felices de la vida y queremos irnos a la playa. La carretera no es mala hasta el final, donde los últimos 5 minutos son un infierno, en los que se mezclan las piedras y el barro y eso resbala de lo lindo.

Pero nada nos detiene y llegamos a Sibaltan. Y cuando digo que nada nos detienes es exactamente nada. Si hace falta meterse a la playa con las motos ni nos lo pensamos.

Son de esas cosas que sabes que no vas a poder hacer en otras partes del mundo y necesitas aprovechar. Alguno tiene algún susto con la moto, pero nada que no solucione unos batidos en el primer bar que encontramos. Nos hacemos los dueños del chiringo y nos sentamos frente al mar a disfrutar del momento.

Salimos de allí para ir a otra playa, pero en el camino topamos con el Qi Resort y nos piden dinero por estar allí en la playa. Ponemos nuestra mejor cara de pena y nos dejan asomarnos un momento a ver el mar. Algo es algo, pero no estamos cómodos y decidimos buscar otro sitio en el que tirarnos en la playa.

Y avanzamos hasta Úrsula, donde (aunque pasamos por un hotel) no nos dicen nada, nos acercamos a la playa y echamos un millón de fotos. El agua está desagradable de lo caliente que está. No hay quien se bañe ahí. Acabamos en el hotel pidiendo unas cervezas y algo de picar y aprovechamos para bañarnos en la piscina. Que también está caliente, pero refresca algo más.

Se nos va haciendo tarde y queremos llegar a Nacpan Beach a ver el atardecer. Arrancamos motores y sin parar ni un segundo, llegamos a la playa. Todavía tenemos tiempo a comer algo y además tenemos mucha hambre. Son casi las 5 de la tarde y no hemos comido nada de fundamento. Mientras vamos terminando de comer, se va poniendo el sol y podemos disfrutar de un atardecer de esos que te dejan sin aliento.

No lo he vuelto a comentar, pero en cada uno de los destinos recorridos durante el día, el camino final es de lo peor que puedes encontrarte en la carretera. No sé si yo sería capaz de conducir por ahí una moto, aunque fuese sola. Me parece complicadísimo.

Cuando ya casi se me había olvidado el tema, decidimos regresar a El Nido y empezar con la búsqueda del regalo del amigo invisible. Y quien dice empezar dice terminar. Porque ya no hay más tiempo. Sí que se me ha ocurrido una idea que puede ser buena, pero me supone mucho trabajo. Como no puede ser de otra manera, me lio la manta a la cabeza y acabo preparando un cuaderno de recuerdos del viaje con fotos impresas incluidas. ¿Por qué me tengo que complicar siempre tanto?

Estoy muy cansada y solo quiero dormir. Salimos a tomarnos unas hamburguesas y de vuelta al hotel, una vez ya comprado el cuaderno y las pinturas, empiezo a decorarlo sin poder dejarlo terminado. De verdad que estoy muy cansada.

Llega nuestro último día en el Nido y me despierto prontísimo pensando en el maldito cuaderno. Bajo corriendo a buscar un sitio donde saquen las fotos impresas, termino de hacer cuatro adornos y dejo los remates finales para la tarde, antes de ir a cenar.

Tenemos las motos todavía alquiladas y nos volvemos a hacer una ruta por el norte de la isla. Pero antes de salir dejamos algo de ropa en la lavandería. Entre que esta gente hace fogatas a las noches y olemos a barbacoa, la arena que se mete por todas partes, el barro que nos vamos salpicando y que no queremos tener la ropa sucia en la maleta demasiado tiempo… Decidimos ir poniendo lavadoras según nos apetezca. Aunque sea poca ropa.

Nada más salir con las motos paramos en Lio Beach a por un café rico. En el hotel no nos sirven un café demasiado rico y Lio Beach solo está a 15 minutos. Además, parar a por café nunca es mala idea.

¡Por cierto! Hoy he cambiado con mi compi de moto, Jonathan, y le voy a llevar yo para que él pueda ir apreciando el paisaje. Cuando vas conduciendo no puedes ir tan pendiente de todo. Además, así él me va dando tips, explicando el código de los pitidos (un mundo nuevo para mí) y ayudándome en las partes más complicadas de barro. Pero no vamos a engañarnos… En cuando la cosa se complica, le paso la moto rápidamente a él.

La primera parada del día es en las Siwangwang Falls. No era la cascada a la que teníamos pensado ir, pero por cuestiones que no vienen al caso terminamos buscando esta otra. No tenemos muy claro el camino, pero preguntando se llega a cualquier lado y no vamos a cortarnos un pelo.

Solo que el camino se va complicando (aquí es donde le cambio la moto a Jonathan para que conduzca él) y por suerte aparecen dos chicos en un tuktuk con “sidecar”. Nos dicen que aparcamos justo donde nos encuentran y que ellos nos llevan hasta la cascada. No tenemos demasiadas opciones y parecen inofensivos, a pesar del machete que lleva uno colgado del cinturón. De momento la gente que nos hemos encontrado por aquí es extremadamente simpática y amable. ¿Qué puede pasar?

Hay un punto del camino que no podemos hacerlo ni con la moto que llevan ellos. Nos bajamos todos y les empezamos a seguir mientras abren paso entre las plantas con el machete. ¿En qué momento pensábamos hacer esto solos? ¡No llegamos a la cascada ni en broma!

Después de unos 20 minutos de paseo ligero tras ellos, porque si no se escapan, llegamos a la cascada. ¿Era lo que esperábamos? No exactamente. Aunque el baño nos sienta de maravilla. Aquí el agua sí que está fresquita.

El camino de vuelta es más de lo mismo, caminar entre zarzas y ramas que terminan marcándome las piernas por todas partes. Entre los picotazos, moratones y rasponazos doy bastante pena.

La aventura por la selva ha terminado y necesitamos llegar a la playa cuanto antes. Hoy nos toca visitar Duli Beach, donde el que quiera puede surfear un rato si lo desea. Eso sí, antes de llegar a la playa nos dejamos el culo con los baches que encontramos en el último tramo de camino. ¡Qué miedo de carretera!

Total que para la hora a la que llegamos tenemos hambre y nos sentamos a comer algo en el primer chiringuito que pillamos. No puedo adorar más estos sitios, pero es que encima están vacíos. Como si nos estuvieran guardando el sitio…

Después de comer algunos deciden aprovechar para hacer algo de surf, mientras Edu y yo nos quedamos en la playa tranquilamente y dándonos un baño de vez en cuando. Tampoco es que las olas sean una maravilla y no me apetece pagar por pagar.

Una vez anochece, recogemos el campamento y empieza nuestro camino de vuelta al hotel. Y ahora sí que voy a ir conduciendo la moto más despacio que nunca. ¡Las calles no están apenas iluminadas! Y aunque sea de noche, los filipinos auténticos siguen sin temer a nada y van como locos por la carretera. Algunos incluso ni llevan luces. ¡Es increíble!

Aunque el grupo parezca que llevamos 3 meses juntos y que nos conocemos de siempre, ha llegado la última noche en la que cenamos juntos. Ahora sí que me parece que el viaje ha pasado volando. Y con el fin del viaje llega ese momento que tanto me está estresando. ¡El maldito amigo invisible!

De vuelta al hotel nos damos unas duchas y aprovecho para terminar, de manera muy chapucera a mi parecer, el cuaderno para regalar a mi amigo invisible. Con tiempo podía haber quedado mucho mejor, pero es lo que hay. Nos juntamos en el restaurante y entregamos nuestros regalos.

Al parecer mi regalo tiene mucho éxito, probablemente porque sea el más personal y trabajado. Pero era fácil acertar con el Rey de los Chistes (Juancar). Ahora puede guardar ese cuaderno donde tiene apuntados, y puede seguir apuntando, los mejores chistes que ha ido contando durante el viaje, incluidas chorradas varias de las que nos hemos estado riendo días y días.

No estamos demasiado festivos, pero algunos nos vamos a tomar unas copas tranquilas mientras echamos unas partidas a la jenga en un bar junto a la playa. Mañana toca traslado, así que ya dormiremos en la furgoneta.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial