Ta ibili munduan

El “team abuelas” no busca fiesta

¡Hoy es día de cambiar de islas! Pero antes bajamos a tomar nuestro desayuno acompañado de la fruta que nos sobró de la merienda. El hotel está genial y el desayuno rico, pero le faltaba la fruta.

No tenemos demasiada cosa que hacer hasta que pasen a buscarnos para ir al puerto. Es momento de relajarnos, tirarnos en la cama y aprovechar para leer, escribir o simplemente estar tirada en la cama. Así podemos ir mirando también algún hotel para la isla a la que vamos, Gili Trawangan.

Además, nos escriben para avisar de que el barco que tenemos que coger se retrasa una hora más o menos. Así tenemos tiempo extra. Es momento de centrarse y mirar bien el viaje que queremos hacer por la isla de Komodo y, por suerte, conseguimos dejarlo todo cerrado y pagado. Nos vamos a ir, justo para terminar nuestro viaje, tres días en un barco para ver si logramos ver los dragones de Komodo, que tiene que ser una locura. Solo que nos estresamos y agobiamos a la hora de hacer el pago, ya que tiene que ser por Paypal y para poder hacerlo necesitamos que nos llegue un mensaje a nuestro número de móvil. Pero al nuestro propio. No al que tenemos puesto de Indonesia. Cambiamos tarjetas, nos volvemos medio locas, pero… ¡Ya lo tenemos reservado! Las expectativas que tenemos en ese tour son altísimas y esperamos que se cumplan.

Cuando estamos listas, bajamos a dejar el hotel de estos dos días pagado. Nunca conseguimos cuadrar las cuentas. Mejor dicho: nunca conseguimos hacerlo a la primera. Ya le iremos cogiendo el tranquillo. O eso esperamos. Cogemos las maletas y viene a buscarnos un amigo de Karma. Nos da muchísima pena no despedirnos de él, pero si no ha venido es que está trabajando y eso también nos alegra.

El viaje pinta tranquilo, el barco está medio vacío y podemos ir tumbadas cada una en una fila de asientos. Nos recostamos y nos quedamos medio dormidas. Pero todo es una ilusión. Sin saber que iba a ocurrir, paramos en otro puerto, a una hora de trayecto, donde esperan un montón de personas para subir. Rápidamente, nos movemos de sitio y volvemos a sentamos juntas para que pueda entrar toda esa gente.

Es imposible que entren todos, algunos incluso se quedan de pie, a pesar de que se trata de un trayecto de hora y media. Pero el problema no es ese. Si no que la gente viene con muchas ganas de fiesta. Unos cuantos entran bailando al son de la música que lleva uno de ellos en un gran altavoz, a otros se les ve con ganas de unirse a cualquier fiesta y a otros se les ve que simplemente quiere beber y bailar. Eso sí que no lo esperábamos.

Teniendo claro que el viaje no podría empeorar más, la vida vuelve a sorprendernos y desde la ventana que tenemos justo a nuestro lado empieza a entrar agua y más agua. La lluvia aquí, en Bali, te da ratos de tregua. Pero cuando se pone a llover, lo hace con todas sus fuerzas, aunque solo vaya a durar media hora. La cuestión es que nos cuesta cerrar la ventana y para cuando viene uno de los tripulantes ya estamos caladas enteras.

Al llegar a la isla, cogemos el camino hacia nuestro hotel, pero en cuanto encontremos algún sitio para comer algo paramos. Con tal buena suerte que aparece como por arte de magia un sitio muy barato en el que sirven Padthai. Las tres, sin pensarlo, pedimos lo mismo para comer y así volver a ser personas. Con la tripa llena, ya podemos ir hasta el hotel.

Reservando el viaje a la isla de Komodo creemos que hemos acertado totalmente, pero cuando llegamos a nuestro nuevo hotel… Está claro que eso no ha sido un acierto. Nos dejamos llevar por las fotos que hay en Booking y en este viaje no es algo en lo que deberíamos fijarnos.

De nuevo pediría no quedarse con la foto que subo, porque puede dar lugar a equivocaciones. Para empezar, nos encontramos con una cama doble “pasable” y otra cama en el suelo. ¡Literal! Un colchón tirado en el suelo. Antes de pedir explicaciones, comprobamos en Booking que las imágenes de la habitación no tienen nada que ver con lo que nos han dado. Además de ser una habitación mucho más pequeña, a ver a quién le decimos que duerma en el suelo…

Salimos tranquilamente a pedir explicaciones y no dudan en intentar solucionarlo lo antes posible. Nos proponen darnos una segunda cabaña con otra cama doble por el mismo precio que íbamos a pagar por una sola. Estamos de acuerdo, pero tenemos claro que solamente pasaremos una noche ahí. Nos vuelven a dar pena, igual que en el otro hotel en el que tuvimos problemas. Parece buena gente y encima nos explican que desde el COVID no han tenido mucho trabajo y que ha estado todo cerrado. Son sinceros y nos admiten que no han tenido tiempo a preparar bien la habitación.

Como ya está pagado, dejamos las cosas y nos vamos a dar un paseo por la isla. Es una isla muy pequeña que en unas dos horas aproximadamente podríamos recorrer paseando por la playa. Aunque ese no es nuestro plan de tarde, porque decidimos irnos de tiendas. Hay una zona enorme donde hay muchísimas tiendas rodeadas de bares y restaurantes.

Una vez que ya hemos visto las opciones que tenemos, nos sentamos en uno de los restaurantes que tiene mesas en la misma playa y nos pedimos unos zumos y unas ensaladas para cenar. Es increíble como en cada sitio que nos sentamos nos pedimos un zumo, yo casi siempre plátano. Pero es que están tan ricos y son tan fresquitos que no podemos parar. Y, por otro lado, los cócteles están carísimos. No estamos tan derrochadoras todavía.

No ha sido un día demasiado productivo, pero aún y todo nos vamos pronto a la cama. Mañana ya pensaremos a dónde vamos, qué comemos o dónde dormimos. Solo vamos a sufrir un poco esta noche, ya que no tenemos aire acondicionado. Y ahora mismo nos morimos de calor.

El hotel en el que estamos alojadas puede que sea terrible. De hecho, en este ni nos hemos atrevido a bañarnos en la piscina. Pero cuando hay que reconocer las cosas, se reconocen y punto. Y hay que decir que el desayuno que nos dan por la mañana es de lo mejor que hemos probado hasta ahora.

Cogemos nuestras mochilas y nos acercamos a un hostel que le ha recomendado una amiga a Napo. Vamos sin reserva ni nada, confiando en que al llegar haya sitio y nos den ya la habitación, para dejar nuestras cosas en su sitio.

Pedimos tres camas en una habitación compartida y nos preguntan si queremos juntas. ¡Vaya pregunta! Claro que queremos estar juntas. Lo que no sabíamos era que la habitación era de tres literas y acabamos teniendo la habitación para nosotras con baño incluido. El hostel tiene muy buena pinta y nos sale por muy buen precio con el desayuno incluido. ¡Así ya se puede!

Mientras dejamos las cosas nos whatsappeamos con un chico para hacer un tour de snorkel por la mañana, sobre las 11:30. Viendo además que vamos a ahorrar un poco en el alojamiento, contratamos un tour privado para nosotras. No os creáis que había mucha diferencia con el otro, pero por un poquito más vamos solas en el barco y más tranquilas. Nos damos un baño rápido en la piscina hasta que llega la hora de irnos al puerto.

Cuando encontramos al chico al que hemos escrito, nos lleva primero a probarnos las aletas y coger una gafas de snorkel y vamos en busca del barco. Lo mejor del barco y que no había visto en otros (no es una hamaca como la de Filipinas, tranquilos), es que tiene una cristalera en el suelo para poder ir observando todo el coral y peces que puedan pasar por debajo.

En total, el tour consiste en tres puntos en los que haremos snorkel. En el primero simplemente bajamos para hacer snorkel y así ver todo el coral que hay allí y los peces que lo rodean. ¡Hay peces con unos colores superllamativos! Lo único que me tensa un poco es un barco enorme que hay hundido justo al lado de donde hacemos snorkel. Me relaja ver un montón de gente buceando junto al barco. Pensar que si sale algo de ahí se los come primero a ellos… ¡Cada una tiene los miedos que tiene y punto!

Cuando ya hemos tenido suficiente, nos acercamos al segundo punto de snorkel del día. A mí, personalmente, me da un poco de pánico ver estatuas en el fondo del agua. En general me agobia el fondo del mar y es algo que no puedo controlar. Pero siempre haré el esfuerzo y probaré.

Resulta que al final el problema no son las estatuas, que están bastante chulas, sino toda la gente que está allí. Es imposible poder nadar y observar las estatuas tranquilamente. Y ya ni hablamos de las fotos. ¡Horrible! Salimos espantadas y bastante antes de lo programado de allí. Cada vez que vuelva a ver una foto de ese lugar me acordaré de que toda propaganda es un engaño y que jamás será como lo ves en las fotos.

Por suerte, la tercera parada compensa el bajón que nos ha dado con las estatuas. El objetivo es conseguir ver alguna tortuga. Nos llevan a una zona más apartada y tenemos la gran suerte de ver un montón de tortugas. Incluso una que es enorme. Nadamos junto a ellas, nos sacamos fotos y videos, disfrutamos de lo bonitas que son y cuando decidimos que es hora de dejarlas tranquilas, volvemos al barco para hacer el camino de vuelta.

Todos estos puntos en los que hemos hecho snorkel están en la orilla de la isla Gili Meno. Nosotras estamos alojadas en Gili Trawangan que forma parte las islas Gili. Son tres en total y son muy pequeñas (Gili T, Gili Meno y Gili Air). En la que nos encontramos nosotras se tarda unas dos horas en dar toda la vuelta a la isla por la playa que la bordea. ¡Solo dos horas! Os podéis imaginar lo ideales que son estas islas.

 

De camino de nuevo al puerto, aprovechamos para sacarnos unas cuantas fotos en el barco como si fuéramos las reinas del lugar. En tierra, nada más bajar del barco, decidimos alquilar unas bicis. Con ellas recorremos la zona de restaurantes hasta que encontramos uno que nos convence para comer.

Antes de empezar a recorrer la isla con nuestras estupendas bicis, pasamos por el hotel a descansar un rato. Yo aprovecho para bañarme un rato en la piscina y conozco a una brasileña que está “trabajando” allí a cambio de alojamiento gratuito. Esta isla, por lo que vimos en el barco el otro día y lo que vemos en los bares de la zona, es a donde viene todo el mundo que quiere fiesta. Y la brasileña no se queda atrás y me vende que a la noche en el rooftop del hostel hay happy hour y por la noche saldrán a tomar algo. No estamos para nada en esa onda, pero unos cócteles baratos a la noche puede que nos tomemos.

A media tarde decidimos que, ya sin hacer tanto calor y no ser la peor hora de sol, es el momento de irnos a recorrer la isla en bici. Nada más salir todo es bello y hermoso y se agradece mucho el viento en la cara. Cuando llevamos unos 10 minutos empiezan a caer unas pocas gotas, pero sigue haciendo calor y nos da exactamente igual. Pero a mitad de camino ya empieza a llover cada vez con más fuerzas y casi no veo ni por donde voy con la bici.

No nos importa mojarnos. De hecho disfruto mucho el momento y gracias al amigo invisible que hicimos en Filipinas tengo una funda de agua para el móvil. ¡Gracias Lula! Solo que agradecería ver un poco más, ya que no quiero resbalarme o caerme de la bici. Lo bueno que tiene la isla en que damos la vuelta entera mucho antes de lo que pensábamos. En unos 30 minutos estamos casi de vuelta en el hotel.

Necesitamos urgentemente cambiarnos y ponernos ropa limpia. La ducha con agua caliente es algo que en ese momento valoramos más que nunca y nos deja como nuevas. Ahora solo queremos algo de cena. Pero sigue lloviendo muchísimo y no queremos volver a mojarnos. Mirando en el mapa vemos que nos queda al lado el sitio donde nos comimos el padthai ayer y sin pensarlo dos veces, volvemos allí. Nos gustó mucho el sitio.

Estamos cansadas y la vuelta en bici nos ha dejado muertas, pero nunca diremos que no a un cóctel. Y menos a un cóctel barato. Así que subimos al rooftop del hotel y nos pedimos unas caipiroskas. Sabiendo que en la planta de abajo tenemos la cama, no se hace tan duro forzar un poquito. Además, están muy ricos y los disfrutamos mucho.

Conocemos a un par de españoles que también están alojados en el hostel, pero se van con el grupo que quiere fiesta. Repito que no estamos en esa onda y nos despedimos de ellos sin remordimientos de conciencia. Ahora mismo no queremos irnos de fiesta, estamos en modo relax y descanso. Nos terminamos nuestras copas y nos vamos tan alegres a dormir a nuestra cama.

Por la mañana, subimos al rooftop para tomar el desayuno que está incluido en el precio de la habitación. ¡Nos ha salido todo muy bien de precio! El desayuno está muy rico y nos entra genial. Solo que casi me atraganto con lo que me pasa en ese momento. Mientras estamos desayunando las tres tranquilamente, aparece uno de los chicos que conocimos a la noche. Y la conversación fue la siguiente, tras habernos presentado:

Jorge: ¡Cómo pican aquí los bichos!
Emma: Bueno, a mí me pican igual aquí que en Benicassim, todos los años se ceban conmigo.
Jorge: ¿Sueles ir a Benicassim?
Emma: Sí, he solido ir en verano, al FIB, porque mi novio desde pequeño pasaba los veranos ahí.
Jorge: ¿En serio?
Emma: Sí, hemos solido ir al camping Tauro, donde siempre iba él con sus padres.
Jorge: Tu novio no será Endika, ¿no?

¡¿Perdona?! ¿Estoy desayunando en una isla enana, perdida en Indonesia, donde me encuentro a un chico viajando que casualmente conoce a Endika? Es de lo más extraño que me ha pasado viajando. ¡Qué casualidad! Me explica que él no le conoce demasiado a Endika, pero que seguro que Endika se acuerda de un tal Fernando. Y así es, cuando se lo cuento a Endika se queda alucinando y confirma que conoce al Fernando ese. ¡Increíble!

Todavía sin poder creer lo que ha pasado, reservamos una noche más en el mismo hostel y nos vamos a dar una vuelta en bici. Volvemos a hacer el mismo recorrido que ayer, pero esta vez sin lluvia que nos impida disfrutar de las vistas. Además, ahora que ando comprándome collares y tobilleras (quién lo hubiera dicho de mí), mientras paseo en la bici veo desde lejos un collar que tiene que ser mío. Es morado y me va perfecto con el collar de conchas que ya tengo puesto.

Sin terminar toda la vuelta, decidimos tomarnos un zumo en un bar junto a Coral Beach. Antes de traernos el zumo intentamos hacer un intento de baño en la playa, pero hay demasiado coral muerto entre la arena de la orilla y cuesta mucho entrar. Salimos y decidimos volver más tarde con chancletas. Ocupamos unas tumbonas y nos sentimos divinas disfrutando del momento.

Esta vez con las chanclas puestas, intentamos llegar hasta una zona donde poder bañarnos y refrescarnos. El color del agua en esas zonas es impresionante. Y está mucho más fresca el agua que en la orilla, que ahí es asquerosa. Cuando salimos del agua, tras nuestro exitoso baño, pagamos los zumos y vamos de vuelta al centro para entregar las bicis de alquiler.

Para comer, decido sorprender y salir de mi área de confort, me pido algo de pollo acompañado de un jugo de banana. ¡Algo muy novedoso para mí! Pero fuera bromas, creo que podría comer lo mismo absolutamente todos los días.

Nos damos un paseo, aprovechamos para pedir unos smoothies de fruta fresca, y también descansamos un poco en el hostel. Nos damos una ducha y nos vestimos divinas para ir a ver el atardecer, que hoy ha estado bastante despejado y hay opciones de que podamos disfrutar del cielo naranja.

Un dato que a nadie le importa, pero que a mí me ha dejado muy triste, es que mi riñonera ha muerto. ¡La adoraba! Pero con lo que ha llovido, la cremallera, en la parte metálica, se ha estropeado y ya no puedo cerrarla. Estoy muy triste, de verdad.

Para las cinco de la tarde estamos lista para ir con tiempo paseando hasta la zona donde ver el atardecer. Nos gusta mucho la terraza del bar llamado “Pinkcoco” y nos pedimos algo fresquito para beber. Mientras va llegando la hora en que el sol se esconde, va llegando más y más gente. Pero por alguna razón todos estamos mirando al lado equivocado. Está algo nublado y en lugar de apreciarse bien los colores por donde se está metiendo el sol, justo al lado, mirando un poco hacia la izquierda, el cielo se ve mucho más bonito.

No queremos perder más tiempo ahí, vamos corriendo a pagar lo que hemos consumido y nos vamos a hacer fotos justo hacia el otro lado. Es algo estresante el momento, pero merece la pena.

Contentísimas con nuestras fotos, volvemos dando un paseo tranquilo. Y cuando estamos casi llegando a la zona del puerto, ya cerca del hostel, paramos para cenar algo. Normalmente en general todos cuando viajamos y no conocemos los sitios, nos animamos a sentarnos en un bar o restaurante cuando hay mucha gente. Eso nos da confianza. Pero esta vez nos sentamos en un restaurante completamente vació. Y tengo algo que contaros: puede que sea la mejor cena que hemos tenido estos días.

Pollo con una salsa acompañado de pimiento rojo, verde y cebolla, todo eso con puré de patata. ¿Hay algo que pueda mejorar este momento? Os cuento un secreto: ¡Sí! Un masaje antes de irnos a la cama. Paramos junto al hostel para darnos un masaje relajante y recuperador. Y no podemos dormir mejor. ¡Estamos en la gloria!

Antes de terminar quiero hablaros de mis dos florecillas, Flor (31) y Napo (33). Las dos son argentinas, las dos se llaman Florencia y las dos viven en Nueva Zelanda. Eso ya son bastantes casualidades. Pero es que encima han coincidido viajando solas por Bali, que para mí ha sido una gran suerte. Ambas fluyen por la vida, cada una a su manera, y ambas tienen cosas que las caracteriza, que las hacen ser como son. Y ambas dos me encantan. He tenido mucha suerte de encontrarlas y compartir este viaje tan surrealista. ¡Os adoro a ambas!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial