Ya toca moverse de isla y Gili Meno no nos interesa. Nos vamos a ir a Gili Air. Reservamos un hotel del que me hablaron hace mucho tiempo que estaba por allí y desayunamos sin tener claros los horarios de los barcos. Cuando sea iremos hacia el puerto y cogeremos el primero que salga. Además, es un trayecto corto y no tardaremos demasiado.
Alargamos el desayuno hablando con una chilena muy jovencita que está empezando a viajar y conocer mundo. Se ve que no tiene nada claro lo que quiere hacer con su vida. Pero vamos a ver… Tiene 19 años ¡Tiene toda la vida por delante para hacer lo que le dé la gana!
Recogemos las mochilas, me despido de mi riñonera y salimos camino al puerto. Por suerte compramos los tickets en la taquilla oficial (sale más barato) para un barco que sale en media hora. Tenemos algo de tiempo para ir a comprar algo de fruta y otro smoothie de frutas, como el del otro día. No os imagináis el sabor que tiene y lo bueno que está. ¡Incluso mejor que el del otro día!
El trayecto en barco no dura más de 20 minutos y la sensación al desembarcar en Gili Air es otra totalmente distinta a la anterior isla. Esta isla nos gusta mucho más y no hay lugar a discusión. En eso estamos de acuerdo las tres. Es una pena que solamente vayamos a pasar una noche ahí.
Esta isla es otro rollo, nos transmite más tranquilidad que la anterior. No tenemos la sensación de agobio al llegar, ofreciéndonos bicis, comida o fiesta por todas partes. Al contrario. Empezamos el camino hacia el hotel, que lo vamos a hacer andando, y algunos hasta nos dan la bienvenida. Hace mucho calor y, aunque solo son 20 minutos andando, llegamos sudadas al hotel. Lo más probable es que según nos den la habitación, vayamos directas a la piscina.
Estamos alojadas en Ardi Beltza, un hotel que montó un guipuzcoano en esta mini isla de Indonesia, Gili Air. Me habían hablado de este hotel, pero no sabía si al final iba a poder pasar por ahí de visita o no. Cuando llegamos allí nos encontramos a Pili, una chica de Barcelona que está trabajando allí. Nos comenta que el dueño no está estos días, pero que si necesitamos cualquier cosa se lo comentemos.
También aparece por allí Kike, un bilbaíno que ya lleva un tiempo viviendo por allí. Su función no sé exactamente cuál es por allí, pero está encantado de la vida viviendo en esta isla.
Nos dan nuestra cabaña y alucinamos con todo. Tiene una cama doble y una individual en el piso de abajo y una doble en la parte alta. Vamos a dormir como unas reinas ahí, en esa preciosidad de cabaña.
Como era de esperar, sacamos los bañadores y nos damos un buen chapuzón en la piscina acompañado de unos buenos zumos naturales. El mío de plátano, por supuesto.
Nos preparamos para dar un paseo por toda la playa hasta el otro lado de la isla, que no tardamos más de media hora, y acabamos yendo al Captain Coconuts, que nos habían recomendado varias personas. Hay que decir que la comida de este sitio está riquísima, pero también es un hotel y no hacemos más que mirar la piscina. Ya que hemos consumido en su restaurante, directamente preguntamos si podemos darnos un baño. Además, nos morimos de calor y necesitamos refrescarnos. ¡No podemos estar mejor!
Al salir de ahí tomamos la decisión de alquilar unas bicis. No es necesario en esta isla al ser tan pequeña, pero nos hace mucha ilusión y para eso hemos estado trabajando y “ahorrando”. Para darnos los caprichos que nos dé la gana mientras viajamos. Siempre dentro de unos límites y no salirse de un precio aceptable, que tenemos antojos, pero no somos ricas.
Con las bicis pasamos de vuelta por el hotel, haciendo el camino por el otro lado de la isla. A medio camino nos parece una fantástica idea darnos un baño, al ver que en una de las playas podríamos bañarnos tranquilamente. Pero el agua está demasiado caliente. Estamos en una isla rodeada de arena y las playas no es que sean ninguna maravilla. O hay mucho coral, o no cubre mucho, o hay rocas, o está el agua supercaliente o la marea muy baja.
Al final lo más refrescante es la ducha que nos damos. Nos recomponemos del calor, nos vestimos para ir a cenar y vamos directas al Mama Pizza. Nos han recomendado ir allí a cenar y después acompañarlo de un helado que venden justo al lado. Es verdad que la pizza está muy rica y nada más terminar el helado nos entra todavía mejor.
Aunque no estamos con muchas ganas de fiesta, nos acercamos al bar en el que han dicho que hoy habrá ambiente del bueno. Pero entre que es pronto y que hasta las 11 no empieza a pinchar el dj, decidimos pasar. Además, se ven muchos relámpagos en el cielo que cada vez están más cerca y no nos la queremos jugar.
De camino al hotel encontramos una tienda pequeñita de ropa en la que entramos y arrasamos con todos. Nos empezamos a probar mil vestidos, tops, faltas… Nos volvemos medio locas y, en mi caso, para nada. No me compro nada de todo lo que me he probado. Si no lo tengo claro no lo voy a comprar, pero voy con dos consumistas expertas y es difícil resistirse frente a tanta presión.
Medio trastornadas tras el momento tienda, nos perdemos de camino de vuelta al hotel. Está oscuro, no vemos nada y hay un montón de caminos por todas partes. Menos mal que la isla es pequeña. Cuando conseguimos llegar, nos encontramos de nuevo con Kike, con el que estamos un buen rato hablando y tomando unas cervezas. A modo de consuelo, nos comenta que todo el mundo las primeras veces se pierde en esta isla.
Acabamos en la terraza de la cabaña con nuestras cervezas y poniendo reggeaton del viejo, del que las abuelas decimos el bueno. Hasta que no podemos más y nos vamos a dormir. No sin antes vivir un episodio de pánico provocado por dos polillas, que Flor tranquilamente mata sin temor a nada. Menos mal que la tenemos con nosotras.
Por la mañana disfrutamos del rico desayuno que nos sirven en el hotel y después de una buena charla con Pili, salimos a dar una vuelta con las bicis. Hay muchas cosas que nos cuentan tanto Pili como Kike que las ponemos en duda. Pero no vamos a entrar a discutirles nada, porque aman esta isla y la van a defender por encima de cualquier cosa.
Así que vamos a lo que nos interesa, un paseo en bici por la isla. Nuestra intención es seguir los caminos que nos apetezcan y perdernos un rato por la isla, sin un rumbo fijo. Sabiendo que la isla es tan pequeña… ¿Qué pasa si nos perdemos?
De esta manera, encontramos sitios que no hubiéramos visto. Nos quedamos un buen rato mirando cómo las niñas de un colegio. Estas salen al patio a recoger basura que hay tirada por el suelo, mientras los niños nos miran y se ríen desde las ventanas. ¡Qué impotencia! Y lo que más me sorprende son las niñas más pequeñas porque todas, absolutamente todas, llevan pañuelo en la cabeza.
Seguimos nuestro paseo y terminamos en el puerto. Que, sin mucha cosa más que hacer, decidimos relajarnos y ver algunas tiendas. Somos pobres, pero nos gusta imaginarnos cómo vestiríamos si fuéramos ricas. Tanta tienda nos deja con un antojo tremendo de tomar algo dulce. Ahí es cuando aparece la cafetería que estábamos buscando. Tienen un montón de cafés diferentes y bollería, esa que hace mucho no probamos.
Mientras estamos disfrutando de este descanso, empieza a llover. Al principio muy suave y cada vez más y más. En algún momento tenemos que movernos para ir a la otra punta de la isla, coger las mochilas y volver al puerto para irnos de nuevo a Bali. Así que esperamos a que pare un poco la lluvia y salimos pitando hacia el hotel. No me hace falta gps a estas alturas y voy sin pensarlo siguiendo el camino. Pero de nuevo empiezan a caer cuatro gotas y nos ponemos todavía más las pilas.
Como inciso, no nos importa mojarnos, pero tenemos que irnos de la isla y no nos apetece llevar la ropa mojada. Pero es que encima no hay manera de que se seque la ropa con la de humedad que hay. Cuesta muchísimo. Por suerte, cuando empieza a llover con fuerza, estamos muy cerca de la entrada del hotel y en un último sprint llegamos sin mojarnos demasiado.
Ahí está Kike de nuevo, nos quedamos un rato hablando con él, recogemos todas nuestras cosas y las cubrimos con los plásticos para lluvia. Salimos con las bicis detrás de Kike, el cual nos indica un camino más fácil que el que hemos estado haciendo.
Vamos con tiempo a hacer el check-in del barco y esperamos en la zona que nos indican. Esperamos que no vaya tan lleno ni tan fiestero como la otra vez. Sobre las 3 de la tarde salimos con destino Bali y nos damos cuenta de que se nos ha acabado esto de viajar entre islas. Y eso que en estas islas no hemos podido estar tranquilamente en una playa tumbadas y relajándonos.
Y llega el momento TOP del día, cuando tenemos que hacer transbordo de barco en Lombok, tenemos tanta hambre que nos vamos corriendo a comprar alguna cosa para picar. Nos acercamos a un puesto, pedimos unas pringles y al ir a pagar, cuando dice el precio, casi me da algo y me niego a pagarlo. Hambrientas estaremos, pero estafadas no.
Cuando realmente lo pienso bien y paso la cantidad a euros casi me da un ataque de risa. No era tan caro el precio, pero por alguna razón en el momento me ha parecido excesivo. Obviamente, llegamos muertas de hambre a Padangbai.
Ya estamos en Bali, pero ahora nos toca llegar en coche hasta Ubud. Viene a buscarnos el taxista que conoce Napo y le pedimos que en cuanto pueda nos lleve a un sitio en el que comer algo. Decide llevarnos casi hasta Ubud, y antes de llegar nos para en un sitio monísimo donde cenamos de maravilla. Es algo más caro que otros sitios, pero estamos en una especie de reservado cenando tranquilamente. Además, la comida es una locura.
A unos 20 minutos de terminar de cenar, llegamos a Ubud y aquí nos separamos, pero solo por un rato. Napo tiene un alojamiento y Flor y yo otro distinto, más en el centro de Ubud. Así que nos dejan a nosotras dos primero y se va Napo a su alojamiento. Napo ya tiene su alojamiento para todo el mes aquí y ya había estado días antes. Por eso vamos separadas, no por nada más.
No podemos explicar lo cansadas que estamos. Según llegamos a la habitación, nos tumbamos y nos quedamos dormidas. Necesitamos descanso del descanso en las islas. ¡Estamos hechas unas abuelas!
Amanecemos renovadas y con ganas de comernos Ubud, callejear y visitar templos. Además, en nuestro alojamiento (que nos recomendó una amiga de Napo) nos sirven el desayuno en la terraza de la habitación. Todo un lujo.
Para las 9:30 salimos enérgicas y a tope con el objetivo de llegar al Monkey Forest. Solo que nos encontramos un pequeño problema en el camino… Las tiendas. No puedo controlar a Flor y acabo detrás de ella entrando a todas las tiendas. Recorremos la recta que nos lleva hasta nuestro objetivo haciendo zigzag.
Lo que deberíamos haber tardado media hora en recorrer, tardamos unas cuatro horas. Eso sí, hemos llegado al Monkey Forest. Y en el camino hemos parado a tomar un café en un sitio monísimo. Ahí puede que también hayamos perdido algo de tiempo sacando fotos. Aunque el paseo también ha sido productivo, ya que hemos reservado mesa para cenar esta noche.
Cuando ya estamos llegando al Monkey Forest vamos viendo como hay algunos monos sueltos por la calle. Los esquivamos y seguimos nuestro camino hasta que encuentro uno justo frente a mí. Saco el móvil, le empiezo a hacer fotos y, en cuestión de segundos, se me lanza e intenta abrirme la bolsa de tela que llevo con mis cosas. ¡Qué susto!
Como todo por aquí, toca pagar. Cuando íbamos a las playas en Nusa Penida había que pagar entrada. Y en el Monkey Forest no van a ser menos. Pero queremos ver monos y pagamos sin pensarlo. A la entrada hay carteles con indicaciones para así no tener problemas con los monos. La que más me preocupa es la de no mirarles a los ojos. Además, estoy en tensión solo de imaginar que si uno se me sube encima lo que tengo que hacer es mantener la calma. ¡Como si yo pudiera hacer eso!
Dentro hay millones de monos por todas partes. Jugando, comiendo, durmiendo, descansando, peleando… Cada uno va a su rollo. Nosotras les sacamos millones de fotos a la vez que videos y estamos encantadas mientras no se nos acerquen demasiado.
A decir verdad, hay demasiados turistas y molestan bastante para poder sacar fotos. Pero cuando encontramos un sitio bueno, ahí nos quedamos embobadas mirando como actúan. El sitio es enorme y se nos ha hecho tan tarde que al final tenemos que ir con algo de prisa para salir cuanto antes y comer algo.
Solo hay un inconveniente: esquivar a los estudiantes (de unos 13-14 años) de inglés que han venido a practicar con los turistas. Te abordan de repente pidiéndote que les ayudes y claro… ¿Cómo les vas a decir que no? La primera vez pasa, la segunda bueno, pero la tercera ya queremos huir de allí. Está genial lo que hacen, pero entre que su inglés es terrible y el nuestro peor, es complicado mantener una conversación. Lo peor que es son acertijos que debemos adivinar. ¡Pero es muy difícil sin entender la mitad!
Al salir no queremos más que coger un taxi que nos lleve a donde vamos a comer, The Seeds of Life. Es un restaurante vegano que tiene muy buena pinta. Solo que nos cuesta encontrar un taxi. Siempre están por todas partes. ¿Dónde se han metido ahora? Al final acabamos cogiendo dos motos, que además nos sale más barato.
Estamos comiendo muy tarde y esto nos pasará factura a la noche, pero hay que decir que la comida estaba brutal. Me pido un wrap de “bacon y huevo”. Siendo vegano, está claro que no es ni bacon ni huevo, por esto lo tienen escrito entre comillas, pero se parece y está muy bueno.
Estando a cuatro minutos del hotel no podemos resistirnos a pasar por la habitación a descansar un poco. Hace mucho calor y necesitamos un respiro poniendo el aire acondicionado a tope. Nos damos un baño en la piscina antes de nada y luego nos echamos una buena siesta. ¡Por cierto! No se lo digáis a nadie, pero en Ubud he conseguido postales. Estoy muy contenta. Cada vez me cuesta más conseguir postales o, si encuentro postales, conseguir los sellos o sellos que pueda pagar. Estoy de subidón y aprovecho para ir escribiendo unas cuantas.
El problema de haber comido tan tarde es que enseguida se nos pasa el tiempo y tenemos que salir para juntarnos con Napo e ir a cenar al Folks Garden. Es un restaurante muy pijo en el que nos apetece dejarnos algo más de dinero de lo habitual. Tiene camas balinesas junto a la piscina, mesas de cena también al lado y un jardín con otras tantas mesas. Nosotras hemos reservado una mesa junto a la piscina.
Al sentarnos nos informan de que tienen Happy Hour y los cócteles están a 2×1. En cuanto pedimos la primera ronda empiezan las fotos en este lugar tan divino. La cena nos sienta de maravilla, a pesar de estar superllenas. Nos cierran el sitio a las 22:00 y hay que ir moviéndose hacia el hotel.
Cuando ya tenemos el camino al hotel enfilado, una camarera nos anima a entrar en un bar. Repito que no estamos muy fiesteras, pero la música que se escucha no está mal y nos puede venir bien tomar una cerveza.
Solo que una vez dentro, el ambiente tampoco es una locura, y no es que nos apetezca demasiado quedarnos. Echamos unos bailes, y sin tomar una mísera cerveza nos vamos por donde hemos venido. Nos llama mucho más la cama que la música que están poniendo. Llegar a las 23:30 al hotel ya es trasnochar para nosotras. ¡Estamos muy locas!
Qué guay!!!!