Nuevo amanecer en Ubud y nuevo desayuno en nuestra terraza con vistas a la piscina. Es un alojamiento pequeñito y muy tranquilo. Y la verdad que estamos hasta en pijama desayunando. Eso sí que es un regalo. Pero es que encima todo está muy rico.
Hemos quedado con Napo en que pasa por nuestro hotel a recogernos sobre las 9. Viene con el mismo taxista que nos trajo hasta Ubud, que es de su mismo alojamiento. Así que es de confianza. Hoy nos va a llevar a ver los arrozales. Nos va a llevar a dos sitios distintos, pero uno tiene unas piscinas muy monas, así que lo dejamos para más tarde. Empezamos por Tegallaland.
Por suerte no está lejos y es una media hora en coche hasta allí. Nada más llegar… ¿Qué tendremos que hacer? Sí, así es. Lo primero que tenemos que hacer es pagar la entrada, que a decir verdad no me parece muy cara.
El problema es que hay momentos en los que de verdad nos creemos unas influencers y este es uno de esos. Hemos decidido pagar para que nos hagan la típica foto en un columpio con los arrozales de fondo. Si soy sincera, la foto me encanta y el rato columpiándome todavía me gusta más. Siempre me va a gustar la sensación de estar volando. La cuestión es que nos dejamos bastante más dinero en sacarnos una foto que en lo que hemos pagado de entrada.
Hace mucho calor, pero después del columpio, tenemos que aprovechar que estamos por allí. Damos un paseo cruzando los campos de arroz y sacamos un montón de fotos. El sitio lo requiere. Está muy cuidado y aunque me parezca todo un espectáculo solamente para conseguir la típica foto, el sitio es muy bonito.
Acabamos sacándonos unas fotos con el típico gorro y cestas que llevan las arroceras y nos quedamos encantadas de la vida. Cuando ya estamos satisfechas con el resultado, toca moverse. Además, cada vez hace más calor y ya estamos pensando en la piscina en la que nos vamos a bañar en cuanto lleguemos.
No tardamos nada en llegar al nuevo sitio, llamado Cretya Ubud. Este sitio ya es otro nivel. Se trata de un complejo con restaurante, piscinas y unos campos de arroz muy bien cuidados. Y lo que hay que hacer para entrar nos deja boquiabiertas. Primero haces la cola para pagar una entrada por persona, algo que sí que nos esperábamos. Con la entrada pagada, entras dentro y según vas bajando escaleras, te vas encontrando a trabajadores que te van indicando el camino. Te van guiando para saber a dónde tienes que ir y de esa manera en cada uno de los puntos por lo que pasas te van controlando. En uno de los puntos nos quitan las botellas de agua, porque dicen que no se puede meter bebidas de fuera, en otro nos registran las mochilas, en otro nos explican cuanto nos va a costar la gracia… Sin comentarios.
Cuando ya llegamos al restaurante, después de un largo recorrido, nos atiende una simpática chica la cual nos explica que dependiendo del tipo de mesa o zona que queramos, deberemos pagar una cantidad u otra. Y no os creáis que es barato. Es verdad que lo que te piden es que consumas como mínimo esa cantidad que te piden. Sin pensarlo dos veces, cogemos la opción más barata. Tenemos claro que si nos lo piden, lo vamos a gastar, hasta el último céntimo. No se van a quedar con nuestro dinero. Aunque nos confiscan una tarjeta, por si las moscas.
Lo que nos corresponde a lo que vamos a pagar es una mesa en una zona cubierta. Hay camas balinesas enormes para tomar el sol, hay unas redes a modo de cama en el aire, hay privados… Nosotras con nuestra mesa a cubierto estamos encantadas. Dejamos las cosas, nos ponemos el bañador y vamos directas al agua. El sitio lo vale todo. Está muy cuidado y es una pijería. Pero lo mejor de todo es que el agua de la piscina… ¡Está fría! ¿Qué maravilla es esta?
En cuanto volvemos a una temperatura normal, nos acercamos a la mesa, pedimos la carta y decidimos pedirnos algo para comer. Miramos el precio sin fijarnos demasiado. No es tan caro como creíamos. De hecho, después de pedir, nos damos cuenta de que no hemos llegado ni al mínimo. Más tarde tendremos que pedir algo más.
Después de comer nos volvemos a dar un baño. Pero esta vez en uno de los jacuzzis, que acabamos de comer y ahí el agua está calentita. Aprovechamos para sacarnos algunas fotos y disfrutar de las vistas. Antes de irnos, decidimos sacarnos también unas fotos en una de las piscinas grandes. Mis dos florecillas terminan haciendo un esfuerzo enorme para meterse al agua y hacerse unas fotos chulas. Somos unas sacrificadas si se trata de sacar fotos.
Empiezan a caer cuatro gotas y nos metemos dentro a descansar. Pero aquí la lluvia no se queda en unas gotas de nada. En cuestión de segundos empieza a caer el diluvio universal y nos quedamos mirando como si no hubiéramos visto llover así nunca.
Al rato nos acordamos de todos esos que han pagado más para tener su propia cama balinesa o similares. ¡Vaya! Resulta que han tenido que salir corriendo y nosotras que estábamos a cubierto ni nos hemos enterado. ¡Qué cosas! Es momento de pedir un zumo más, para llegar al mínimo y así en cuanto pare de llover irnos a visitar los campos de arroz que tienen en este sitio.
Al pagar e incluirnos el IVA y el porcentaje por el servicio, nos damos cuenta de que nos hemos pasado de sobra de lo que teníamos que gastar como mínimo. Y nosotras pidiendo un zumo extra para compartir. ¡Somos lo peor y las más ridículas!
Estamos listas para dar una vuelta por los arrozales y sin darnos cuenta subimos todas las escaleras hasta casi la salida. ¡Error! Ahora tenemos que volver a bajar para visitar los campos de arroz y cuando terminemos tenemos que volver a subir todo. No es que esto sea el Everest, pero con el calor que hace, todo cuesta mucho más.
De nuevo nos encontramos unos columpio para los que hay que pagar si quieres que te hagan la foto. Pero en este caso hay fotógrafo profesional y encima te dejan un vestido largo para hacer el efecto del vestido volando. Ni de coña se nos ocurriría pagar otra vez, pero aún y todo, es demasiado para nuestro nivel de instagramers. Además, está más nublado que antes y no va a quedar tan bien la foto.
Bajamos hasta abajo, damos un paseo y disfrutamos de este momento sin lluvia. Que aquí nunca se sabe cuándo te va a sorprender la lluvia. Cuando terminamos, subimos todas las escaleras otra vez, ahí está nuestro taxista para llevarnos de vuelta al hotel. Que tenemos la ropa lista para llevar a la lavandería y queremos llegar a tiempo. También aprovechamos para descansar y yo, de paso, terminar con las postales. Flor, en su caso, aprovecha y se va a una clase de yoga.
A la noche, quedo con Napo para ir a ver un espectáculo en uno de los templos que tenemos cerca de casa. El templo se llama Pura Dalem Ubud y en él veremos un teatro en el que te cuentan la historia de Bali y al finalizar hacen un espectáculo con fuego.
Lo que van a representar es la danza Kecak, más conocida como “La Danza del Mono”. En la danza se integran tanto música, danza y drama. Aunque lo más importante es la música, que viene de un gran coro formado por hombres, que es lo que realmente te atrapa. Son muchísimos y cada uno haciendo su ruino forman una melodía muy peculiar.
Mientras estamos viendo el espectáculo, casi desde el principio, empieza a llover. Nada excesivo pero poco a poco va calando y cada vez estamos más y más mojadas. Pero escuchar al coro cantando me deja totalmente atrapada en el teatro y no puedo pensar en nada más. La gente venía más preparada que nosotras, que sacan paraguas y chubasqueros. De esta aprendemos seguro.
Cuando llega el espectáculo con fuego terminamos de alucinar del todo. Sale un hombre, representando ser un caballo, que entra en trance y es capaz de caminar sobre fuego. Es increíble ver las brasas de los cocos quemados, que se le quedan en los pies y parece ni molestarle. Es increíble que esté haciendo lo que está haciendo. Es increíble que en ese estado de trance pueda hacer lo que ha hecho. No tengo fotos porque seguía lloviendo y tenía mi móvil en la funda que me regalaron en Filipinas, que me está viniendo genial.
Al salir del templo sigue lloviendo, pero como ya estamos mojadas todo nos da igual. Y no es para tanto, solo que está durando más que otras veces. Vamos a buscar un sitio donde cenar algo y esperar a que Flor salga de su clase de yoga. No se nos hace tan tarde, pero cuando volvemos hacia el hotel nos parece que son mínimo las 3 de la mañana. ¡Y no son ni las 10!
Nuevo desayuno en nuestra magnífica terraza y nuevos planes para el día de hoy. Nos vamos a dar un baño de purificación. Y para ello hemos quedado con Napo que pasa a buscarnos con su taxista, que es el que nos va a llevar y acompañar en el ritual.
En una media hora llegamos al sitio donde vamos a hacer el baño de purificación. Bendi nos explica que este lugar no es tan bonito como los típicos más turísticos, pero en este vamos a estar solas. Es algo que nosotras también le pedimos, ya que nos dijo Napo que si no es imposible estar haciéndolo tranquilamente. Así que valoramos que preferimos disfrutarlo frente a conseguir unas fotos chulas. Cada vez estamos más cansadas de las fotos.
Bendi también nos cuenta que en este caso el agua de la cascada es natural y que podemos beberla. No como en los sitios turísticos, que son muy bonitos pero son piscinas artificiales. Lo que no tengo claro es lo que tenemos que hacer, pero iremos detrás de Bendi y le iremos copiando. Y tenemos a una experta, ya que para Napo es la segunda vez. ¡Vamos allá!
A la entrada, por supuesto, nos cobran y nos dan un sarón naranja para cubrirnos las piernas. Lo usamos solamente para bajar hasta las piscinas, porque Bendi nos ha traído otros de su casa para no mojar los que nos dejan allí. Abajo, nos cambiamos y dejamos nuestras cosas en unas taquillas que están abiertas, pero no hay nadie por allí.
Se trata de un ritual hindú que sirve para purificar el alma. El primer paso es meditar un poco y concentrarte en el ritual que vas a hacer. No necesita ser nada del otro mundo, pero simplemente centrarte en lo que vas a hacer. Esto se hace frente a un montón de ofrendas. Bendi nos coloca varias frente a nosotras, enciende el incienso y vamos copiando todo lo que va haciendo.
Una vez relajadas y centradas en lo que vamos a hacer, pasamos a la primera piscina. Hay cuatro chorros y vamos a ir pasando de uno en uno todas. En cada chorro, cada vez que hagamos el proceso que nos han indicado, aprovecharemos para ir agradeciendo por lo que nos apetezca, lo que se nos venga a la mente.
Empezamos juntando las palmas de las manos y las llevamos del pecho hacia el chorro de agua. Después las pondremos en el pecho, mientras agradecemos y después nos mojaremos tres veces cogiendo agua del chorro y echándolo por encima de nosotras y si queremos podemos beber el agua. Para terminar, nos ponemos de espaldas al chorro y nos mojamos la cabeza. Esto lo repetiremos en cada chorro.
Cuando todos hemos terminado en la primera piscina, pasamos a la segunda. Aquí, en lugar de agradecer, vamos a pedir. El proceso es el mismo, pero empezamos en la cascada y después pasamos por los cuatro chorros que hay al lateral. Para ellos es un ritual muy importante y, siendo sincera, me ha gustado mucho. No es que me vaya a cambiar la vida, pero ahora mismo me siento genial y si por lo menos me sirve para mí misma, eso que me llevo. Ya van siendo muchos días de viaje y se va echando en falta a mucha gente y me deja algo sensible todo esto.
Justo al acabar e irnos a cambiar de ropa, se pone a llover muchísimo y tenemos que salir de allí corriendo. No sin antes ponernos algo de arroz en la frente. Este paso no me preguntéis por qué lo hacemos, porque no tengo ni idea. Pero es el final del ritual. A mí se me olvida a los 30 segundos de que llevo arroz en la frente y en cuanto me rasco involuntariamente se me cae casi todo.
Cuando nos montamos en el coche, le pedimos a Bendi, el taxista, que nos deje en el Lotus Café. Ahí podremos comer y después aprovechar para ver el templo que hay justo al lado. Solo que a medio camino cambiamos de opinión y le decimos que nos deje en el hotel para cambiarnos de ropa. Tenemos frío con la ropa mojada, por el aire acondicionado del coche, y preferimos pasar antes a entrar de nuevo en calor.
Llueve tanto que de 13:30 a 15:30 estamos mirando por la ventana esperando que pare la lluvia. Pero no, no tiene pinta de que vaya a parar. Así que agarramos los chubasqueros y nos vamos a comer algo, tenemos hambre. Encontramos un restaurante que nos pilla en el camino al Lotus Café y paramos ahí mismo. Avisamos a Napo para que se venga para allí y vamos pidiendo algo de comida.
Ya estamos de nuevo las tres juntas y tenemos planazo para esta tarde: ver el primer partido de Argentina en el mundial. Napo ha contactado con algún argentino más y han quedado en un bar para ver juntos el partido. Al llegar al bar, vemos como van llegando cada vez más y más gente con la camiseta de Argentina. Se nota que hay ganas de que Argentina empiece el mundial por todo lo alto.
Hablamos con el dueño del local y nos ofrece una sala privada en la que podemos poner el partido desde un canal argentino. De esa manera los comentarios los podemos escuchar en castellano. Nos pone un precio por persona en el que entran dos consumiciones. Es algo excesivo pero en el momento no nos importa.
El problema viene cuando, no siendo buena la conexión, se va cortando la emisión y así no hay manera de verlo. Le reclamamos parte del dinero y conseguimos que nos devuelva algo. La otra nos la consumimos en el bar.
Para la gente no futbolera, como yo, os informo de que Argentina perdió su primer partido del mundial. Todavía queda esperanza para los argentinos, pero pasar en trago de este partido junto a ellos no es fácil. La tensión se nota en el ambiente y hasta les cambia el carácter. Esta situación solo se remedia de una manera: saliendo de fiesta.
Aunque primero tenemos que ir a cenar algo. Con tanta cerveza nos hemos venido muy arriba y la intención es no venirnos abajo mientras cenamos. Elegimos un restaurante bastante tranquilo y nos pedimos unos cócteles para aguantar el tipo. Por suerte, al poco de llegar, un señor coge su guitarra y nos ameniza la cena. Le pedimos canciones animadas y nos lo pasamos genial.
No os creáis que el restaurante estaba elegido al azar. Este se encuentra al lado de la discoteca en la que estuvimos el otro día. Y nuestra intención es pasar por allí a tomar unas cervezas. Según bajamos a la discoteca nos damos cuenta de que puede que sea un poco pronto y además sea martes. No hay nadie, pero ahora mismo no hay nada que nos pare y solo vemos ventajas en esta situación. Y es que podemos pedir la música que nos apetezca.
Echamos una cerveza acompañada de unos bailes. Se nota que va llegando gente, con cuenta gotas, pero van llegando y la música va cambiando. Nos damos cuenta de que tenemos que retirarnos cuándo empezamos a discutir sobre la edad de un chaval, que claramente es menor y, además de estar de fiesta, está fumando. El “team abuelas” ha vuelto y sabemos que es el momento de retirarnos. Nos hemos reído un montón y lo hemos disfrutado, a pesar de la derrota de Argentina. Una retirada a tiempo siempre es una victoria.
Además, toca madrugar para intentar ver el amanecer desde el Templo Lempuyang. Nos levantamos muy pronto y sin ser todavía personas, montamos en el coche del taxista que viene a buscarnos. Según nos sentamos, nos dormimos. Tenemos un largo camino hasta el templo. Sabemos que madrugar suele merecer la pena, pero si el taxista llega algo tarde y las nubes tampoco acompañan, no sirve de nada si llegamos tarde al amanecer. ¿Nos hemos levantado a las 3 y media de la mañana para esto?
Intentando sacar lo positivo de la situación, somos conscientes de que al haber venido tan pronto hace que haya menos gente y los tiempos de espera sean más cortos. ¡Pero ojo! Lo de este templo nos deja muy sorprendidas y espantadas a la vez. Os lo explico a continuación.
Este es el templo donde puedes hacerte la típica foto de Bali, con las puertas al cielo. ¿Merece la pena? A mí la foto me encanta, y si queréis una foto así podéis venir. Pero el circo que tienen montado para hacerte la foto es una barbaridad. Parece que estando allí lo que menos importa es el templo.
Empecemos por partes. Lo primero de todo es que desde donde te deja el taxi, tienes que pagar un autobús para subir hasta el templo. La carretera es muy estrecha y complicada como para que suban los taxis y se acumulen todos arriba. Hasta aquí todo correcto. Una vez arriba, pagas la entrada con la que te dan un número y un sarón para cubrirte las piernas y hombros. En mi casi solo el de las piernas porque los hombros ya los llevaba cubiertos. Además, nos preguntan si estamos menstruando alguna de las dos, ya que si fuera así no podríamos entrar. No es el caso, pero podríamos contestar lo que nos diera la gana. Como si lo fueran a comprobar…
Entramos al templo, que no es tan grande como esperábamos, y en ese momento somos conscientes de la situación. El número que nos han dado con la entrada es nuestro turno para sacarnos las fotos. Fin de la historia. La gente no está allí por nada más que por la foto. Es verdad que aprovechas a sacar cuatro fotos hacia el otro lago mientras esperas, pero no hay mucha cosa que hacer. En ese momento es cuando agradeces haber venido tan pronto y ser el número 20. Esperamos una media hora para la foto, cuando podría haber sido muchísimo más.
Para terminar con esta farsa, hablemos del maravilloso reflejo que se ve en la foto. ¡Es un espejo! Tú les das tu móvil para que te hagan la foto, le ponen un espejo justo bajo la cámara del móvil y… ¡Tachán! Parece que se esté reflejando en el agua, pero en realidad no. Por lo menos nos reímos un poco con el que saca las fotos porque lleva toda la mañana diciendo: next pose (siguiente pose), next pose, next pose, hands up (brazos arriba), jump (salta)… Y así haces el ridículo máximo frente a todos los que esperan su turno. Pero, como ya he dicho al principio, me encanta la foto. Antes de bajar, pasamos por la parte trasera del templo a sacar unas cuantas fotos más y aprovechar que estamos allí. Por amortizar un poco el tiempo.
De repente, Flor, que es la despistada del grupo, me dice: ¿y mi riñonera? Sale corriendo y… ¿A que no sabéis dónde estaba la riñonera? Donde el fotógrafo del espejo. Ella se ha ido tan encantada con su móvil y las fotos tan chulas que nos han hecho, que todo lo demás le daba igual. Con la riñonera de vuelta en nuestro poder, bajamos de nuevo donde nuestro taxista y antes de seguir le pedimos que nos pare en algún sitio para desayunar.
En realidad nos ha parado junto al Tirta Gangga, también conocido como Palacio del agua, que es lo que vamos a visitar ahora mismo. Es un antiguo palacio real, del cual puedes visitar los estanques y fuentes que rodean los jardines. Justo al llegar a la entrada, hay un señor que nos invita a sacarnos fotos con su serpiente. Casi me da un infarto. Es enorme. Nos negamos rotundamente y entonces nos invita a hacer la foto con la iguana o con unos murciélagos gigantes. Os juro que me entra la risa porque pienso que son unos muñecos. Hasta que uno de los murciélagos mueve las orejitas. Ahí casi hasta grito y salgo pitando hacia delante. Omito mi opinión sobre que la gente se saque esas fotos. En este momento lo único que pienso es en el miedo que me dan esos murciélagos. No os hacéis a la idea del tamaño que tienen.
Pagamos la entrada y enseguida nos damos cuenta de que aquí dentro es más de lo mismo, gente esperando a sacarse fotos y haciendo cola. Pero es distinto, este sitio nos gusta mucho más. Está muy bonito, con las piscinas, un montón de estatuas chulas y muchas flores. Lo único que nos parece terrible es que la gente compre comida para los peces para poder sacar una foto rodeado de un montón de peces. Nosotras no compramos comida y aún y todo había un montón. Así que… ¿Es necesario echarles tanta comida? Están supergordos la mayoría. En serio, son gigantes. Estos peces tienen un problema.
Cuando terminamos nos da exactamente igual la hora que es. Solo queremos irnos a dormir un rato. Llegamos sobre las 12:30 al hotel, pero es que no podemos más. Llevamos desde las 3:30 en danza y ayer nos “desmadramos” un poquitín, ya que había que ahogar las penas. Nos tumbamos en la cama y nos quedamos dormidas enseguida.
Me despierto algo antes que Flor y por no molestarla, me voy a comer algo por mi cuenta. Primero me acerco a echar las postales, que ya están listas, y después busco un restaurante. No me voy muy lejos, ya que en el camino hacia el centro encuentro un sitio en el que Napo ya había estado y nos había recomendado. Además, me acuerdo de que dijo que en ese sitio tenían padthai. Me lanzo como loca a por mi rico padthai, pero cuando me lo traen parece que sea del Ikea. Lo traen todo por separado para que te lo montes tú. No es mala idea, ya que así puedo evitar el picante.
Vuelvo a la habitación para echarme una siesta y Flor me hace el relevo yéndose a comer algo. Va al mismo sitio en el que yo había estado y cuando termina me avisa para que vayamos a dar un paseo. Con tal mala suerte que se nos pone a llover. ¿Qué podemos hacer? Flor tiene la genial idea de quitarnos el capricho de algo dulce que se nos quedó el otro día en el restaurante vegano y nos vamos para allí.
Nos pedimos un batido acompañado, en mi caso, de una cheesecake de passion fruit. Recuerdo que es vegano y de alguna manera sustituirán tanto el queso como la mantequilla o todo lo que sea necesario para hacerlo vegano. Al principio no tengo claro si me gusta o no, pero según voy comiendo más y más, me va encantando. Llevamos demasiadas horas en marcha y con esta merienda tardía sabemos que no vamos a querer cenar. Así que volvemos al hotel a darnos una ducha y dormir pronto.
Van quedando menos días de viaje y hoy ponemos rumbo a mi último destino. Flor y Napo tienen unos pocos días más que yo. Así que a mí me toca darlo todo y ya moriré al volver a casa. Nos despertamos e intentamos buscar a alguien para pagar lo que corresponde a estas últimas 5 noches y pedimos el desayuno. Un poco justas de tiempo a decir verdad, y por eso acabamos casi engullendo el desayuno.
Pasa por el hotel a recogernos otro taxista, con el que Flor sí que había estado antes, pero para Napo y para mí es nuevo. Primero nos recoge a Flor y a mí y después pasamos a buscar a Napo. Hoy vamos al aeropuerto de Denpasar para viajar a Labuan Bajo, desde donde nos recogerán para pasar 3 días en un barco cerca de la isla de Komodo.
Como el punto de recogida es en Labuan Bajo, tenemos que estar un día antes y hacer noche, ya que pasarán pronto por la mañana a por nosotras. Y como hemos desayunado mal y rápido, aprovechamos para hacer un segundo desayuno en el aeropuerto.
El vuelo no es muy largo, una hora aproximadamente. Se pasa muy rápido y además estamos muy emocionadas de la aventura que se nos viene por delante. Tanto que al ir a coger el vuelo casi nos montamos en uno que llevaba a Solo. Pero ni sabemos dónde está ni nos interesa. ¡Menos mal que la azafata se da cuenta! Yo no entendíamos nada en el momento, solo que no nos dejaba a pasar. Después, recapacitando, le encontramos sentido a todo.
Cuando llegamos a Labuan Bajo tenemos un taxista esperándonos. Todo lo que tenemos este fin de semana, desde el hotel de hoy, las noches en el barco, las comidas y los transfers, está todo incluido. Nos dejan en el hotel, que casi ni sabíamos cuál era, y nos llevamos una buena sorpresa. Hasta que llegamos a la habitación. Que es un poco pequeña y de nuevo tenemos una cama en el suelo. Entramos unos segundos en bucle hasta que decidimos pasar de todos. Pero es que ni se cierra bien la ventana. ¡Qué desastre!
Como nos alojamos ahí mismo, tenemos un descuento en el restaurante tanto para comidas como para cenas. Vamos a aprovecharlo, ya que las vistas además son una pasada. La comida que hacen es muy casera y se nota que le ponen mimo. Hacen todo al momento y eso se agradece. ¡Está todo riquísimo!
Bajamos a la habitación, en la peor hora de calor, y decidimos subir al restaurante de nuevo para ver el atardecer. Después ya saldremos a dar una vuelta. Nos pedimos unas cervezas y disfrutamos viendo cómo cae el sol. Coincidimos con una pareja que ella es Mexicana y el Serbio, pero habla muy bien castellano. Se conocieron en Canadá, y ahora viven en México. Que no le importa a nadie, pero eran simpatiquísimos.
Al haber comido tarde no tenemos nada de hambre, así que un paseo nos sentará de maravilla. Investigamos un poco la zona, pero no es demasiado grande. Así que pillamos unos niños en la calle jugando a futbol y nos unimos sin decir prácticamente nada. Nosotras lo disfrutamos mucho, pero ellos se ríen muchísimo también, probablemente viendo lo malas que somos al futbol.
Antes de irnos a la cama nos compramos unos helados, que hay que decir que está de locura. El de avellana es como estar chupando Ferreros Rocher. ¡Qué bueno! Y con esto un bizcocho, hasta mañana a las 8. Que nos vamos a navegar tres días. ¡Estamos listas!
¡Espera! ¿Al final en qué barco vamos? Tenemos un grupo hecho con una de las personas de la agencia con la que hablamos para reservar esta escapada. Por alguna razón, nos está liando y nos ha mandado un pdf con la información de un barco mucho mejor al que nosotras hemos contratado. ¿Por qué tiene que ponernos los dientes largos con ese otro barco? Le intentamos preguntar que cuál es el nuestro, para no hacernos ilusiones, pero por lo que sea no nos entendemos. Mañana veremos que es lo que ocurre. ¡Deseadnos suerte!