Ta ibili munduan

Broche final insuperable

Viendo lo que nos sirvieron de comida ayer en nuestro hotel de Labuan Bajo, tenemos las expectativas muy altas sobre lo que puede ser el desayuno. Nos dan varias opciones a elegir y como en muchas ocasiones, pedimos las tres lo mismo. Solemos coincidir mucho en gustos. Hasta ahora estábamos desayunando bastante dulce, pero hoy nos apetece salado. Nos traen los cafés bastante rápido, pero al hacer todo al momento, tardan muchísimo y acabamos pidiendo un café más para cada una. Esperamos que no lo cobren, ya que los que tardan son ellos. Y si no que esperen a sacar los cafés. Además, la espera merece la pena y el desayuno está increíble. Hacía tanto que no comía un pan así… ¡Lloro de la emoción!

Bajamos a recoger nuestras cosas y esperamos en la recepción del hotel a que vengan a por nosotras. Estamos emocionadas y nerviosas por saber cuál será nuestro barco. Enseguida aparece una furgoneta grande en la que van recogiendo gente por distintos hoteles. ¿Quién nos acompañará en el barco? ¿Con cuánta gente viajaremos? ¿Serán simpáticos?

Una vez en el puerto, nos subimos a un pequeño bote que nos lleva hasta nuestro barco, el cual se llama La Nissa y será nuestra casa por tres días. Es blanco y azul y es mucho mejor que el que habíamos contratado en principio. Al subir nos reúnen a todos en el comedor y se presenta toda la tripulación. Tienen pinta de buen rollo y ser risas. Pero no solamente la tripulación, sino todos los que van a viajar con nosotras también. Aun así de momento estamos todos controlándonos para parecer personas normales. Con las presentaciones hechas, es hora de repartir las habitaciones y dejar las maletas cada uno en su sitio. Claro que no es un espacio gigante para las tres, pero estamos encantadas de la vida con nuestra habitación. Es preciosa y los colchones tienen buena pinta. No podemos pedir nada más.

El primer trayecto que hacemos dura una hora aproximadamente. Ahí ya nos damos cuenta de que el barco va despacio y no se mueve tanto como pensábamos. Por lo que parece que no vamos a acabar mareadas. Cuando ya hemos llegado a destino, antes de bajar a hacer nuestro primer snorkel, nos dan de comer. Es cierto que es bastante pronto, pero con la comida tan rica que nos ponen no hay manera de resistirse y nos ponemos las botas. Y hay que andarse con prisas, ya que algunos comen con las manos y después de chuparse los dedos siguen metiendo las manos en los platos comunes. Así que cuando vamos viendo que hacen eso vamos vetando platos.

Antes de seguir con la aventura de este fin de semana, voy a parar un segundo para hablar de nuestros compañeros de viaje y que os podáis imaginar la compañía que tuvimos. Por un lado, está una pareja que parecen bastante tímidos los dos, otra pareja bastante curiosa en la que se ve que el chico es muy servicial con ella, pero ella no le trata igual, dos danesas muy danesas, dos hermanas que viajan junto a otra chica que no sabemos de qué la conocen y nosotras tres.

Justo tras la comida empieza la acción. Nos vamos a hacer snorkel alrededor de la isla de Kanawa. Siguiendo la dinámica que llevo en este viaje, en los mejores momentos me dejo la cámara y este no iba a ser menos. Así que todo el coral y peces que vivos, que fue una put… locura, solamente quedará grabado en mi mente. ¿Me arrepiento de no haber cogido la GoPro? Sí. ¿No todos los días me apetece hacer fotos y por eso la dejé? Pues también. A veces necesito un descanso y simplemente disfrutar.

Disfrutar hasta cierto punto, porque desde donde nos dejan a donde tenemos que ir es justo a contracorriente. Con lo que agradecemos infinito las aletas que nos han dado y no sabemos cómo, pero conseguimos llegar hasta destino. Nosotras y las danesas. Ya que el resto no puede decir lo mismo. Además, después del snorkel empieza otro de los momentos “raros” o “bizarros” (me cuesta describirlo) del viaje. Me hace mucha ilusión a la vez que me da mucha vergüenza. Y es que uno de los tripulantes del barco es fotógrafo y lleva consigo una cámara muy buena y un dron.

Empieza nuestra sesión de fotos, que puede que sea lo que más cerca he estado del modelaje. Entre que hacemos fotos de grupo, fotos de subgrupos y fotos individuales, si le añadimos que unas son con la cámara y otras con el dron, pero encima también te va diciendo cómo colocarte, es muchísima la vergüenza que me da todo esto. ¿Que las fotos probablemente sean muy chulas? No lo dudo. ¿Que no estaba preparada para esto? También.

Después de la dura sesión de fotos, subimos de nuevo al barco para irnos hasta la Isla Kalong. Todo el trayecto lo pasamos sentadas en la parte alta del barco y tenemos la suerte de ver delfines a lo lejos. Y bastantes, la verdad. Para que todo el mundo se haga a la idea de cómo era el barco y a qué me refiero con la parte alta, aquí tenéis una foto.

A Isla Kalong llegamos justo para el atardecer. Tenemos la suerte de que el día no está demasiado nublado y podemos ver cómo se pone el sol. Y justo en ese momento aparecen los Kalong. No teníamos ni idea del tipo de pájaros que eran, solo sabemos que al atardecer salen todos a sobrevolar la zona. Al fijarnos bien nos damos cuenta de que no son pájaros, sino una especie de murciélago gigante. Miramos en internet y efectivamente es como un murciélago, pero muy grande. Igual que el que vimos en Tirta Gangga. ¡Qué miedo! ¿Batman, estás por ahí?

Estamos todos alegres y contentos y es momento de pedir unas cervezas. Han subido un altavoz con música a lo alto del barco y nos hemos venido arriba. Vuelven a sacar la cámara y las fotos en este caso son mucho más naturales, ya que estamos hablando y riéndonos entre todos. Por lo que no se hace tan forzado como antes. ¡Y salen fotos bien chulas!

Solo bajamos cuanto nos avisan de que la cena ya está lista. Es impresionante la de comida que sacan. Espero que aprovechen las sobras, porque aunque lo intentemos, no podemos con todo. Al terminar nos cuentan el plan del siguiente día, el cual es superintenso, y nos informan de que la hora para empezar a hacer todo eso es a las 4 de la mañana. Les pedimos que pasen a despertarnos, porque tenemos intención de poner en marcha el karaoke y no sabemos si seremos capaces de despertarnos para las 4 de la madrugada.

Con el karaoke nos vamos todos motivando poco a poco y se nota que ya vamos cogiendo confianza unos con otros. Ahora se empieza a poder intuir que todos estamos medio tarados y que estos días van a ser realmente divertidos. En general se nota que hay muy buen rollo y todos, incluida la tripulación, acabamos cantando como si se nos fuera la vida en ellos. Sin olvidarnos del madrugón que se nos viene por delante, nos vamos pronto a dormir. Pero con tapones, ya que tienen que mover el barco de 12 pm a 02am, para llegar al siguiente destino y no pueden hacerlo antes por el tema de las corrientes.

De casualidad escucho a las 03:40 como tocan suavemente a la puerta. Como tengo los tapones puestos, le pido a Napo, que está junto a la puerta, que compruebe si hay alguien avisando y despertando a la gente. Y así es, toca levantarse de la cama. Ya estamos junto a la isla Padar. Aquí subiremos unas 800 escaleras para ver el amanecer con una vista espectacular de la isla. Solo que el momento pierde la magia con toda la gente que hay allí reunida.

Nos montamos en la lancha que nos lleva del barco hasta tierra y subimos, sin demasiado esfuerzo, las escaleras hasta arriba. Está bien que sea tan pronto porque todavía no hace demasiado calor. El único problema es que para sacar una buena foto tiene que esperar demasiado. Hay muchísima gente allí y mientras esperas sigue subiendo más. En un momento de crisis, y ya habiéndonos hecho las fotos por el fotógrafo, intentamos buscar algún sitio desde el que hacernos alguna foto chula. Pero ni tenemos todo el día ni las ganas de pelearnos con la gente por una foto. Así que cuando creemos que tenemos algo medio decente empezamos el camino de vuelta.

Bajamos con dificultades y nos toca esperar bastante a nuestro bote en la playa. Pero estamos muy contentas porque una vez que volvamos al barco vamos a poner rumbo a la Pink Beach, una playa con arena rosa. Lo hemos soñado mil veces, pero nos intentamos convencer de que todo lo que vemos en internet no es real o lleva filtros. Así no nos llevaremos una desilusión si no es tan rosa como pensábamos.

Pues amigos, tengo que deciros que desde el barco no lo parecía, pero según nos vamos acercando a la playa se ve cada vez más y más rosa. Además, es el tipo de playa que llevábamos tiempo buscando. Una playa relajante, donde poder bañarse tranquilamente y disfrutar del color del agua, que es espectacular. ¡Pero encima la arena es rosa! Estamos emocionadas de la vida.

Empieza el momento fotos y dron, con el que sin dudarlo lo damos todo sabiendo que serán unas fotos espectaculares. Pero lo hacemos sabiendo cuál será el resultado, porque ya nos va cansando bastante el tema de las fotos. Unas cuantas están bien, pero empiezan a ser un poco forzadas. Se me van acabando las opciones de pose. ¡Y eso que me fijo en lo que hace el resto! Pero ni por esas saco más ideas. Aunque lo peor viene cuando con el dron nos quieren grabar un video, nos piden que nos demos todos la mano y vayamos dando vueltas en círculo. ¿Es esto algún tipo de ritual satánico? ¿Estamos acaso invocando al dragón de Komodo para que se nos aparezca? ¿Qué es esto?

 

Con la tontería nos sale la forma de un corazón, o por lo menos eso quiero ver yo en esa foto. ¡Si es que el grupo entero es un amor! Pero superemos ya lo del dron. Nos toca irnos a la isla de Komodo. No puedo estar más nerviosa. Necesito ver a los dragones de Komodo. La entrada a la isla me hace recordar a la película de Jurassic Park y, como no, entramos tarareando la banda sonora. ¡Adoro esa película!

Nos avisan de que no podemos separarnos del grupo y que tenemos que hacer la visita todos juntos, por precaución. Vemos a lo lejos en la playa un grupo siguiendo a uno de los dragones, y queremos ir para allí. Pero no nos dejan. En lugar de eso, nos llevan a ver uno que está tirado en la arena. Primero le pregunto a nuestro ranger, que es nuestro guía, si está dormido y me dice que no. Como no se mueve nada, no puedo aguantarme las ganas y le pregunto si está vivo. De verdad que estoy alucinando. Tan peligroso no puede ser si estamos todos alrededor haciéndonos fotos y el animal ni se mueve. Esto ya empieza a no gustarme demasiado.

Pero es que encima seguimos andando y nos enseñan a otro que también está tumbado en la arena sin hacer nada. ¿Están sedados o algo para que estén así de tranquilos? Me estoy empezando a poner nerviosa. Esto no entraba en mi idea de lo que iba a ocurrir aquí. De verdad que la cara del dragón de Komodo era de: “Paso de todos vosotros. ¿Cuándo os vais?”. Me da muchísima pena, de verdad.

Es momento de adentrarse en la selva y ver si encontramos a alguno que se nos cruce por allí. No vamos nada motivadas y ya nos estamos tomando la visita a broma. Nos encontramos con grupos que no han visto ninguno, dejando de lado los de la playa, que para mí ya no cuentan. Empezamos a hacer sonido de animales aleatorios, para ver si atraemos a los dragones a nosotras. Y entre risa y risa, porque lo estamos haciendo fatal, …¡Ahí aparece uno! Se nos cruza por delante sin cruzarnos ni la mirada.

Se mete entre varios árboles y vuelve a salir por otro lado. Pero como si nada, como si no estuviéramos allí. Pobres, están demasiado acostumbrados a la presencia de los humanos. Esto ya deja de tener el encanto que podía tener. Y eso que no es de las cosas más turísticas de Indonesia. Solo algunos que tienen tiempo extra y necesario se acercan por estas islas.

Volvemos al barco con bastantes sentimientos encontrados. El sitio no nos parece que esté demasiado cuidado y para lo que hemos pagado, unos 35€ por persona, no sabemos en qué lo invierten. Por suerte, al llegar al barco tenemos la comida lista y podemos volver a ponernos las botas. Todo lo que cocinan aquí está de locura.

Nos vamos moviendo, mientras aprovechamos para ir comiendo, en dirección a Manta Point. Alguna vez haciendo snorkel he visto mantas, pero las de aquí deben de ser enormes. Y estoy un poco asustada por el tema. Como ya he dicho otras veces, el fondo del mar y yo no somos muy amigos. Con todo mi miedo bajo del barco a hacer snorkel y el sitio donde nos dejan no se ve demasiado bien y solamente se pueden intuir varias mantas. La verdad que son más grandes de lo que esperaba, pero puedo soportarlo. Como encima no se ven demasiado bien, no me dan tanta impresión.

Nos recogen de nuevo con el bote y nos llevan a otro sitio donde se pueden apreciar mucho mejor y me pongo muy tensa. ¿Cómo pueden ser tan grandes? Tengo miedo y es real. Pero procuro disfrutar y alejarme todo lo que puedo para observarlas desde la distancia. Están chulas, pero no quiero nadar a su lado. Todavía no estoy preparada.

Para terminar este intenso día en el que no hemos parado ni un segundo, nos llevan a Taka Masakar, una lengua de arena preciosa. Podríamos relajarnos y disfrutar de la magnífica temperatura del mar, pero de nuevo toca otra sesión de fotos. Esta vez no lo alargamos tanto y aprovechamos para echarnos un rato en la orilla. Se nota que hemos tenido suficiente modelaje por hoy.

Nos damos un buen baño, incluso aprovechamos para hacer el idiota y para hablar con nuestros compañeros de barco. Así los vamos conociendo mejor. Es poco tiempo el que llevamos juntos, pero me va a dar mucha pena despedirme de esta gente, sobre todo porque eso es señal de que se va acabando el viaje.

De vuelta al barco, solo queda relajarse. Ha sido un día muy intenso y hemos madrugado muchísimo. Por ello subimos a la parte alta del barco y entre una de las danesas, que canta, y uno de los indonesios, que toca la guitarra, vivimos uno de los mejores momentos del fin de semana. En estos pequeños ratos es cuando más valoramos la suerte que tenemos de estar allí. No paro de repetirme a mí misma que he tenido mucha suerte con la gente que he conocido en este viaje.

El momento es muy bonito y muy mágico, pero lo que el cuerpo nos pide de verdad es un poco de marcha, que es sábado. Sin pedirlo ni comentarlo, el chico que andaba tocando la guitarra coge el altavoz y empieza a reproducir una lista de música de Spotify que podría usarse tranquilamente en una clase de zumba. Reggaeton del clásico era lo que necesitábamos para venirnos arriba y darlo todo.

Estamos cansados, pero no se nota para nada. Todos estamos felices y contentos. Pero nos alegramos todavía más cuando vemos que preparan una barbacoa donde estamos, en la parte de arriba del barco, y montan la mesa para cenar ahí mismo. No podemos pedir nada más. Todos, absolutamente todos, incluida la tripulación, estamos bailando como si no hubiera mañana.

Cuatro pequeñas gotas de agua nos separan de este momento tan idílico. La tripulación no se la quiere jugar y recogen todo y preparan la cena en el comedor. Nos da muchísima pena, pero no es nuestra decisión y no tenemos nada que hacer. Recogemos todo y bajamos a cenar todos juntos. Lo mejor es que de esta manera no podemos evitar, a pesar del cansancio, nuestra ración de karaoke del día. Que volvemos a darlo todo, pero se va notando el cansancio. Y más cuando nos dicen que tendremos que levantarnos a las 7 de la mañana.

Por suerte, durante la noche no toca moverse y no escucharemos el ruido del motor. Se nota que estamos mucho más cansadas y dormimos de maravilla. Nada más amanecer miramos el resultado del partido de Argentina, su segundo partido en el mundial, y vemos que por suerte ha ganado. Estamos tristes porque se nos va acabando el viaje, pero nos alegramos mucho por Argentina, que está más cerca de ganar el mundial, que es con lo que sueñan mis dos compis de viaje.

A las 7 de la mañana salimos hacia Kelor Island. Nos ponen algo de pan y nutella para picar antes de salir y más tarde ya haremos el desayuno oficial. Al llegar a Kelor Island hacemos una pequeña subida de 15 minutos muy fácil. Se complica porque estamos sudando como nunca y eso que son las 7 y media de la mañana. Pero el calor que hace es insoportable. La ropa está empapada de nuestro propio sudor.

Última sesión de fotos, con tan buena suerte de que no hay tanta gente como había en la Isla Padar, donde nos agobiamos muchísimo. Nos reímos mucho con las danesas, ya que han ido viendo las fotos que hace el fotógrafo y tienen que recuperar el tiempo perdido. Hasta ahora habían pasado bastante, pero saben que tienen una última oportunidad. Entre risa y risa, nos sacamos fotos individuales, de grupos pequeños y de todo el grupo entero.

De vuelta en el barco nos sirven el desayuno más raro que nos hemos encontrado en todo el viaje, unos espaguetis con tomate. ¿De verdad toman ellos esto para desayunar? No sé, tienen pinta de ser las sobras de otros días. Aunque también os digo que no quedó nada en los platos. Debíamos estar todos muy hambrientos.

A 15 minutos nos paran para que hagamos una última parada, sacamos las gafas de snorkel por última vez y nos echamos al agua sin pensarlo. Además de ser una pasada el sitio, la corriente nos lleva en la misma dirección a la que vamos. Lo cual facilita todo muchísimo y nos deja disfrutar muchísimo más. Y de verdad os digo que este sitio puede que sea de los que más me han gustado para hacer snorkel, el color de los corales y la cantidad de peces que los rodea me dejan sin palabras.

Antes de empezar el camino de vuelta al puerto de Labuan Bajo, nos dejan 10 minutos para quitarnos las ganas de saltar desde el barco al agua. Aprovechamos para hacer unas cuantas fotos y videos del momento saltando desde el segundo piso del barco, mientras los más valientes se tiran de la parte más alta. Con toda la pena del mundo volvemos a subir al barco para recoger y preparar las maletas.

No contábamos con esta última sorpresa, pero tenemos un lunch preparado para comer mientras volvemos a tierra. Empiezan las despedidas y, entre una cosa y otra, se nos pasa el tiempo volando y todavía no tenemos las maletas listas. Bajamos corriendo a la habitación, metemos todo en la maleta como podemos y subimos a la parte de arriba para sacarnos unas cuantas fotos todos juntos. Ha sido un broche final perfecto para mi viaje por Indonesia. ¡Me ha encantado!

Nos llevan al aeropuerto, donde no tenemos mucho tiempo de sobra. Volamos de vuelta a Denpasar, Bali, y toca despedirme de mis argentinas preferidas. Coincidir con ellas en Indonesia ha sido un regalo que me ha dado la vida en este sabático, del que he podido disfrutar mientras conocía tierras indonesias. ¡Ha sido un auténtico placer y espero verlas de nuevo en alguna parte del mundo!

Reservo una noche de hotel cerca del aeropuerto, ya que mañana tengo que coger mi vuelo a Manila, desde donde volaré a Bilbao en un par de días. Así que me voy andando hasta el hotel y en 10 minutos de recorrido os juro que me paran 30 taxistas para ofrecerme llevarme. La mejor técnica es no mirarles a los ojos y pasar de ellos. Pero me da mucha rabia ser tan borde.

Hago el check-in en el hotel y antes de subir a la habitación me dicen que tienen servicio de transfer al aeropuerto para la mañana siguiente. Lo cual me viene genial porque no quería ir andando hasta el aeropuerto a las 6 de la mañana. Aunque lo que más me gusta del hotel es la habitación. Tengo una habitación maravillosa para mí solita, con su terraza y vistas a la piscina, donde poder relajarme y valorar este mes y pico de viaje en el que me han pasado tantas cosas.

Aprovecho para hacer un par de videollamadas, salgo a dar una vuelta y compro algo para desayunar en el aeropuerto de madrugada. Vacío la maleta entera y la vuelvo a hacer calculando la ropa que me queda limpia, lo que me podré para el viaje de vuelta y reorganizar todo bien. Me sobra tanto tiempo que aprovecho para bajar a la piscina a relajarme y después darme una ducha. Os juro que esa ducha la disfruto como nunca. Me ha gustado mucho tener compañía durante todo el viaje, pero valoro más que nunca estar sola y poder descansar de todo, mental y físicamente.

Al final del día no me da tiempo a ir a hacerme un masaje, ya que después de la ducha salgo a cenar unos noodles y estoy tan cansada que nada más terminar me vuelvo al hotel y me duermo enseguida. Estoy cansada. Muy cansada. Y eso que me queda todo el viaje de vuelta a casa.

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