Ta ibili munduan

Madrid bajo la lluvia

Y por fin llega de vuelta la clásica escapada navideña a Madrid que solía hacer antaño con Eli. La cual no habíamos vuelto a hacer desde hace mucho. Solo que esta vez volvemos, pero no lo hacemos solas. Estamos mucho más acompañadas, con Endika, Eneko y un pequeño acompañante. Cuando organizamos la escapada, teníamos claro que no iba a ser igual que las otras veces que hemos estado las dos solas. Eso es un problema para nosotras, sabemos adaptarnos. El único inconveniente es que dan lluvia los tres días que vamos a estar en Madrid.

Además, también tenemos novedades en la manera de ir a Madrid, y es que para esta ocasión volamos desde Hondarribi. Nos iba a salir muy parecido al precio del autobús o del tren y encima nos ahorramos muchísimas horas de trayecto.

Salimos de Hondarribi a las 9 y media y para las 10 y media ya estamos por tierras madrileñas. Es verdad que entre tanta gente (se nota que es puente) nos cuesta más de lo normal comprar los tickets del tren de cercanía para llegar hasta el apartamento, cerca de Atocha. Pero si encima primero hacemos cola en las máquinas para comprar los tickets del metro, hacemos cola dos veces.

Una vez en Atocha, tenemos algo más de 10 minutos andando, a los que les sumamos una vuelta gratuita a la estación de tren, porque no teníamos muy claro por dónde salir. No tardamos en llegar y una vez instalados en el apartamento, no tenemos claro qué plan hacer. Hace malísimo, peor de lo que pensábamos, y no para de llover. Además, Endika ha conseguido que todos tengamos antojo de hamburguesas y acabamos pidiendo un Glovo. No estamos en un hotel, estamos en un apartamento de Airbnb y se está muy a gusto en la cocina-comedor.

Mientras esperamos que nos traigan la comida, Endika y Eneko nos hacen el favor de ir a por algo de compra al supermercado. Cuando reservamos el apartamento, creímos que era lo más fácil para pasar estos días. Y viendo el tiempo que hace, parece que sí que va a ser una buena idea.

¡Nos ponemos las botas con las hamburguesas! ¡Eran enormes! Con la tripa llenísima, algunos se echan una siesta, mientras otros nos pasamos un buen rato jugando, arrastrándonos por el suelo y haciendo el idiota. Aunque viendo que la lluvia no para, decidimos abrigarnos bien y salir a dar un paseo. No vamos a pasarnos los tres días aquí metidos. Así que estando junto al Retiro, decidimos ir a cruzarlo e intentar llegar hasta Gran Vía.

Hace frío, llueve, vamos teniendo la ropa cada vez más mojada y tenemos ganas de sentarnos a tomar un café. ¿Pero dónde podemos meternos con este tiempo tan malo que hace y encima con Madrid lleno de turistas hasta arriba? Pues en la cafetería del primer hotel que vemos que hay sitio. Pero quien dice café caliente, dice batido frío servido en unos vasos preciosos. Según vemos la carta ya sabemos que no vamos a pedir un café. Nos llaman los batidos y son un acierto.

El tiempo no nos da para mucho más, sigue lloviendo y tenemos la ropa bastante calada. Empezamos a tener frío por lo que llega la hora de ir al apartamento. Pero vamos a pillar el metro para llegar antes. O bueno, mejor dicho para no mojarnos mucho. Porque tardamos bastante con la de gente que hay. Ahora solo me queda comentar lo difícil que es entrar y salir del metro con un carrito de un niño. Ni me lo quiero imaginar para la gente que va con muletas, que va en silla de ruedas… Básicamente, toda la gente que no puede bajar las escaleras. ¡Y encima otro montón de gente que sí que las podría usar, va en ascensor!

Después de un buen rato llegamos al apartamento y decidimos que la siguiente vez vamos a probar a coger el autobús. Mientras nuestro diminuto acompañante se va durmiendo, otros nos ponemos a preparar la cena. Es verdad que estamos cansados, aunque no hayamos hecho gran cosa. Así que cenaremos pronto para irnos pronto a la cama. De fondo ponemos un partido de baloncesto. No tardamos mucho en irnos a la cama en cuanto acaba el partido.

Segundo día y en este sí que tenemos todo el día para aprovechar, aunque sigue haciendo el mismo mal tiempo o incluso peor. Y aunque haya cambiado el plan que inicialmente solíamos hacer Eli y yo cuando hacíamos este tipo de escapada, no vamos a irnos de Madrid sin hacer un escape room. ¿Para qué hemos traído a Eneko si no es para cuidar al enano mientras el resto nos vamos de escape?

Amanecemos con toda la tranquilidad del mundo sin imaginarnos con que en un rato íbamos a estar corriendo para que nos diera tiempo a desayunar antes de ir al escape room. La hora a la que reservamos nos pareció que era muy adecuada para ir sin prisas. Pero nos hemos relajado demasiado y ahora tenemos que correr para ir a desayunar. Cogemos un autobús hasta Bite Me Café, que nos queda a 5 minutos del escape y, para ser sinceros, vamos mucho mejor en bus que en metro.

Es una pena ir con tanta prisa, ya que el sitio merece muchísimo la pena, como para tomárselo con más tranquilidad. Se nos hace muy difícil elegir entre todas las opciones que tenemos. Por suerte, al no tener demasiado tiempo, tampoco hay margen a pensárselo demasiado. Con el azúcar por las nubes salimos corriendo como locos para llegar puntuales a la puerta del escape. Donde empieza una nueva aventura, para convertirnos en parte de los SWAT y llevar a cabo una misión secreta. Está muy bien montado, la ambientación está muy trabajada y la hora y pico se pasa volando entre momentos de tensión y risas.

Nada más salir nos juntamos de nuevo con Eneko y compañía en el Matadero, desde el cual damos un paseo, rodeando el retiro hasta una zona de bares en la que tomarnos unas cañas y alguna tapa. Todos los restaurantes que tenía Eneko apuntados, que le habían recomendado, están llenos y no tenemos opción ni de meter un pie adentro. Así que con un par de cañas vamos haciendo hambre hasta que decidimos movernos.

Queremos un restaurante en el que sentarnos y comer tranquilamente. Y nos acordamos de uno japonés que hemos visto cuando veníamos hacia esta zona. Volvemos camino atrás y tenemos la suerte de conseguir una mesa, porque aquí también estaba bastante lleno. Solo que ya va siendo cada vez más tarde y ya se va librando. En la carta tienen unos menús bastante variados y muy bien de precio y aprovechamos para pedirnos cada uno lo que más nos apetezca.

Es bastante tarde y tenemos otro paseito hasta casa, donde hoy a mí sí que me toca echarme una minisiesta. Mis siestas no pueden ser muy largas porque si no ya no remonto. Pero estoy muy cansada y necesito echarme un buen rato. Sigue lloviendo y casi todo el camino hasta el apartamento nos vamos mojando. Nada más llegar nos ponemos cómodos y más de uno nos vamos a echar una cabezadita.

Hemos comido bastante tarde y, por lo tanto, no tenemos muchas ganas de cenar demasiado. Encima, con el frío y la lluvia que hace, no tenemos ninguna intención de volver a salir para nada. Nos quedan algo de sobras por si nos entra algo de hambre más tarde.

Cuando dormimos al peque, sacamos algo de queso para picar y ponemos la pizza y la lasaña que quedan al horno. Además, tenemos el partido de Argentina para poner de fondo. Solo que con lo interesante que se pone nos quedamos enganchados, sobre todo con el final de infarto. Desde que estuve en Indonesia con mis argentinas voy a muerte con Argentina en este mundial. Así se me hace mucho más entretenido el partido.

Y como dicen: lo breve si bueno, dos veces bueno. Aunque realmente se han pasado volando estos dos días. Pero en nuestro último… ¡No llueve! Recogemos todas nuestras cosas del apartamento y nos vamos de paseo con maletas/mochilas incluidas. No tenemos dónde dejarlas y nos toca llevarlas a cuestas.

Lo bueno es que, como he dicho antes, no llueve y tenemos un pequeño respiro. Nos ponemos rumbo a la Rolleríe, que está cerca de la Gran Vía, directos, sin entretenernos. Hay alguna más, ya que es una cadena, pero esta es la que más a mano nos pilla. Eneko tiene antojo de desayunar allí y, después de hacernos el favor para que pudiéramos irnos de escape, no podemos decirle que no. Al llegar al local hay algo de cola, que parece que se mueve rápido. Que aunque quisiéramos irnos no sería una opción, ya que hoy toca desayunar aquí sí o sí. Pero encima nos convence Eneko y acabamos pidiendo lo mismo que él, unos huevos benedictinos. ¡Riquísimos!

Sin prisa nos movemos a dar un último paseo pasando por la Puerta del Sol, sacar unas fotos malamente e ir esquivando a todo el que camina a nuestro alrededor. ¡Terrible la de gente que hay! Antes de irnos también aprovechamos para acercarnos a la Plaza Mayor. Otro tanto gentío entre todos los puestos navideños que ocupan casi toda la plaza. Casi terminamos huyendo de allí, con nuestras maletas a cuestas.

Solo nos queda hacer el camino de vuelta a casa, empezando por coger un autobús (lo del metro ya lo descartamos totalmente) hasta Atocha y ahí cambiando al tren que nos lleva hasta el aeropuerto. No nos terminamos de aclarar muy bien con el cambio de tren que tenemos que hacer y creo que terminamos pagando bastante menos de lo que debería ser. Pero sabemos hacernos los locos de maravilla.

Y nos queda la última fantástica experiencia acompañados de un bebé: pasar los controles del aeropuerto de Madrid. Para venir, al pasar el control de seguridad en Hondarribi no fue para tanto. No había demasiada gente y se pudo hacer con calma. Esta vez nos parece una locura. Endika y yo, sin pintar nada en la cola por donde pasan todas las familias, acompañamos a Eneko y Eli y compañía por donde tienen que pasar ellos. ¡Qué locura! Es que aunque queramos ayudar y no podemos. Tras un largo rato conseguimos pasar todos y nos vamos en busca de nuestro vuelo. Que eso sí que es una locura, volar a Hondarribi y llegar a casa en cuestión de minutos. ¡Eso sí que me gusta!

Un comentario en «Madrid bajo la lluvia»

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial