Ta ibili munduan

Preparadas y encantadas de pasar mucho frío

¡Qué sensación más rara! Años deseando ir a ver auroras boreales, llega el viaje, lo preparas todo, te mueres de los nervios y ni siquiera sabes si vas a poder verlo. Vamos una semana entera, pero nadie puede asegurarnos lo que va a pasar allí. Lo único que tenemos claro es que vamos a pasar mucho frío. Y por eso viajo como hace mucho tiempo que no lo hago, con una mochila enorme y una maleta todavía más grande.

Tenemos un largo camino de vuelo tras vuelo hasta destino. Y el primero sale de madrugada de Bilbao, con lo que se nos ocurre la fantástica idea de irnos directas a Bilbo el día anterior por la noche, aparcar en el parking y dormir en la furgo hasta la hora de ir a facturar las maletas. Así ya estamos allí mismo. ¡Y no es mal plan! Aunque hubiera estado bien ir algo antes hacia Bilbo y así poder dormir un poco más.

Nos despertamos en la furgo después de unas tres o cuatro alarmas, cogemos las maletas y subimos a facturarlas. Estamos bastante cansadas y solo tenemos ganas de sentarnos en el avión y echar otra cabezadita. La verdad que no tenemos mucho tiempo más que para pasar el control y pedirnos un café acompañado de un bollo. Nos da el tiempo justo para desayunar algo. Aunque me sobraba parte del chocolate que rellenaba el cruasán. ¡Era demasiado!

Me duermo prácticamente antes de que despegue el avión, que se retrasa un poco, ya que somos los segundos en salir y la pista todavía tiene bastante hielo. Toca esperar unos 15-20 minutos antes de despegar. Mira que he cogido vuelos en mi vida y esto no me había pasado nunca.

El vuelo me lo paso durmiendo y recomponiéndome de las pocas horas de sueño de esta noche. En un par de horas estamos llegando a Frankfurt, donde tenemos nada más y nada menos que casi 4 horas de escala. Pero nos hemos juntado dos cotorras y, como quien no quiere la cosa, se nos pasa el tiempo volando. Solo nos pedimos un té para tomar mientras rajamos lo más grande y cuando vamos de camino a embarcar para nuestro segundo vuelo, se nos ocurre pillar unos bocatas para comer de camino en el vuelo.

Nuestro segundo vuelo va de Frankfurt a Oslo, donde no tenemos muy claro que tenemos que hacer con las maletas, porque en Bilbo nos han dicho que iban facturadas hasta destino, pero que en Oslo tendríamos que pasar la aduana. ¿Cómo lo hacemos si no tenemos las maletas? Cuando leguemos al aeropuerto de Oslo preguntaremos y ya nos dirán lo que tenemos que hacer.

Bajamos del avión teniendo claro que tenemos que pasar por aduanas. Nos indican que efectivamente tenemos que ir a recoger las maletas facturadas y buscamos la aduana. Pero los carteles nos llevan a la salida y sin darnos cuenta acabamos fuera del aeropuerto sin que nadie nos haya mirado la maleta. ¡Con la de comida que llevamos!

Subimos a la zona de salidas, para volver a facturar las maletas hasta Tromsø. Como ya tenemos la pegatina en maleta, donde dice que tiene que llegar hasta Tromsø, escaneo el código de barras y dejo la maleta en una cinta donde tú mismo puedes facturarlas. Vane no se fía ni un pelo, a pesar de que he preguntado a un trabajador de allí si era eso lo que teníamos que hacer. A regañadientes, Vane deja también su maleta y empieza a rezar para que llegue a destino sin problemas.

Una vez pasados los controles, buscamos la puerta de embarque, no sentamos a relajarnos y empiezan a llegarnos malas noticias. Para empezar, recibo un correo dónde me avisan de la cancelación del único tour que tenemos reservado. La intención es ir reservando sobre la marcha. Pero como llegamos tarde por la noche, queríamos tener el primer día cerrado. En su momento elegimos el tour para ir a ver ballenas y orcas bordeando los fiordos. Dado que están previstas grandes olas y fuertes ráfagas de viento, nos proponen pasarlo a nuestro segundo día en Tromsø. Nos da mucha rabia, pero no hay nada que podamos hacer. Así que confirmamos el cambio y nos resignamos. Ya buscaremos plan para el primer día.

Además, me envían un correo del alojamiento, el Camping de Tromso, donde tenemos reservada una cabaña. Sin tener en cuenta el retraso de hora y media que sufre nuestro vuelo, me dicen que para cuando lleguemos, la recepción estará cerrada y que me enviarán instrucciones para poder encontrar las llaves y después la cabaña. Esto no es un problema para nosotras, ya que somos unas expertas escapistas. Las pruebas así no se nos resisten.

Al llegar al aeropuerto, salen nuestras maletas bastante rápido y nos vamos directas a coger un taxi. Aunque antes nos para una chica, que dice que lleva viajando desde Bilbao como nosotras (ni nos habíamos dado cuenta) y que su maleta sigue en Oslo. La pobre no sabía que tenía que salir, cogerla y volver a facturarla. Es algo que se debería dejar más claro, ya que yo lo sabía porque me pasó lo mismo en Suecia, cuando fui con Tutty a visitar a Fran a Lulea. Nuestras maletas se quedaron dando vueltas en Estocolmo y nosotras nos fuimos tan tranquilas a por el siguiente vuelo.

El taxi más caro de la historia, 30€ por 10 minutos de viaje, nos deja en la entrada del camping. Está todo cerrado, pero junto a la puerta de recepción hay varias cajitas con candados. Sacamos el móvil y miramos el mensaje que nos ha enviado el alojamiento, ponemos la contraseña en la caja adecuada y ya tenemos las llaves y un mapa. Parece un juego y muy divertido. Pero si tenemos en cuenta que el suelo resbala, que no se ve nada de noche y que vamos con las maletas a cuestas, la cosa se complica un poco.

Obviamente, llegamos a nuestra cabaña, la abrimos y nos llevamos una grata sorpresa. Es mucho mejor de lo que esperábamos. Más amplia y espaciosa de lo que nos parecía en las fotos. Sacamos de las maletas toda la comida que nos hemos traído (Vane se ha traído media casa) y rellenamos los armarios y el frigorífico. Con todas nuestras cosas ordenadas y las maletas organizadas, nos podemos a preparar algo de arroz para cenar. He traído varios paquetes de platos precocinados, que con añadir algo de agua es suficiente. Pero la cocina es de inducción y nos tiramos una hora de reloj hasta que nos damos cuenta el problema no somos nosotras, sino la cazuela. Cambiamos a otra y en un momento tenemos el arroz hecho. ¡Qué hambre tenía!

Estamos cansadísimas y caemos muertas, aunque es normal. Porque entre una cosa y otra nos han dado las 12. Dudamos de que las camas vayan a ser cómodas, pero nos quedamos fritas en un segundo y nos despertamos por la mañana como nuevas.

Nos despertamos a las seis y media de la mañana. Queremos ponernos en marcha bien pronto para ver si conseguimos un buen plan para este primer día. Así que nos vestimos, nos preparamos un café antes de salir y nos comemos una barrita para empezar el día con energía. Aunque los pronósticos no sean buenos para nosotras, no vamos a desperdiciar ni un día aquí. Al fin y al cabo estamos de vacaciones.

Salimos de la habitación para las 7 y media, abrigadas a más no poder. No sabemos calcular bien cuánta ropa nos hará falta. Lo que tenemos claro es que no queremos pasar frío, por lo que llevamos ropa de más por si las moscas. Nos acercamos a la recepción del camping para hacer el check-in y aprovechamos para preguntar si hay opción de realizar alguna actividad durante este día. Enseguida nos informa de que tenemos la opción del tour en el que se conoce la cultura Sami y se da de comer a los renos. No nos pregunta si queremos hacer el tour con la opción del paseo en trineo tirado por renos. Pero prefiero que ni lo mencione, porque no tengo ninguna intención de hacerlo.

Como es pronto y el tour no empieza hasta las 10 de la mañana, decidimos acercarnos a Tromsø, ya que puede hacerse el camino a pie y solamente son 30 minutos, más o menos. Con los crampones que ha traído Vane para las dos, salimos paseando sobre el hielo sin resbalarnos en absoluto. ¿Qué maravilla es esta? Si no los hubiera traído, ahora mismo estaríamos en serios problemas.

Cuando llegamos a un gran puente que tenemos que cruzar para ir al centro, nos fijamos en que hay un cartel indicando que está prohibido ir andando por ahí. Nos bloqueamos totalmente y nos resguardamos en la parada de autobús que tenemos al lado. Miramos qué opciones de autobús tenemos gracias a una foto que hecho antes en el camping y nos descargamos la aplicación con la que podemos comprar los billetes. No podemos pagar con monedas, porque todavía no hemos sacado nada de dinero.

Sin tener claro si merece la pena pagar unos 10€ por las dos para hacer un trayecto de 5 minutos, nos montamos en el autobús y nos bajamos en el centro de Tromsø. Damos una vuelta, asomándonos a las impresionantes vistas del puerto y buscamos una cafetería donde desayunar algo con fundamento.

No podemos relajarnos demasiado, ya que hay que volver hasta el camping y no podemos hacerlo a pie. Dependemos del autobús, que ni sabemos de dónde hay que cogerlo para hacer el camino de vuelta. Damos un par de vueltas por la zona hasta que acabamos mirando en google maps y haciéndole caso. Nos da mucha rabia no poder hacerlo andando, ya que otros 10€ para ese minitrayecto hace que nos hierva la sangre. Solo que no tenemos otra opción y hay que volver rápido al camping.

En el camping nos toca esperar más de lo que pensábamos, pero estamos tranquilas viendo que hay más gente que va a hacer el mismo tour que nosotras. Mientras esperamos podemos apreciar la fuerza del viento y entendemos que hayan cancelado el tour para ir a ver ballenas en pleno mar abierto. Nos puede gustar más o menos, pero son cosas que no dependen ni de nosotras ni de la empresa que organiza los tours. En cuanto llega el autobús nos subimos todos y ponemos rumbo a visitar a los renos. El camino es espectacular. Las montañas, la nieve, el agua congelada… ¡Impresionante!

El trayecto no dura más de 40 minutos. Una vez allí, bajamos y entramos en una cabaña muy mona preparada, en la que hace mucho calor y nos van sentando por grupos en las mesas. Nos explican lo que vamos a hacer, nos dan varios consejos para no tener problemas y nos recuerdan que más tarde comeremos en los mismos sitios en los que nos hemos sentado.

Salimos fuera y nos acercamos al recinto donde tienen a todos los renos. ¡Perdón! Todos no. Faltan los 8 renos que van a utilizar para los trineos. Hay un grupo que sí que ha pagado más para poder hacer el paseo en trineo. A todos los que pasamos del trineo (estoy segura de que alguno de nuestro grupo no lo hace porque ya no había sitio) nos llevan hasta la entrada del recinto, nos enseñan de dónde coger la comida para los renos y nos explican y dan varios tips para no tener problemas con ellos.

Hay que decir que no es que me encante esta situación. Los renos saben que estamos allí para hincarles a comida y se vuelven locos según nos ven entrar con los cubos hasta arriba de pienso. No os podéis imaginar los ojos que ponen al ver que nos acercamos. Parece que se les vayan a salir. También hay que decir que los cuernos pueden ser de todos los tamaños y hay que andar al loro con los que los tienen más grandes. En cualquier momento se gira o te giras tu mismo y tienes un cuerno en la cara. Tal cual.

Nosotras decidimos dejar uno de los cubos y sacarnos algunas fotos mientras la otra intenta que no le roben el cubo. Es una auténtica locura lo que vivimos en ese momento. Y, sinceramente, cuando salimos de ahí siento una tranquilidad inmensa. Aprovechamos la nieve del suelo para limpiarnos los abrigos y los guantes, que nos los han dejado finos.

Volvemos a la cabaña donde nos van a dar de comer, nos quitamos la ropa mojada y entramos en calor con una infusión. Mientras nos preparan la comida, nos relajamos y nos echamos unas risas mirando las fotos y videos que hemos hecho. Pero… ¡Sorpresa! ¡Adivinad con qué han hecho la comida! Sí, amigos. Eso es carne de reno. Nos explican que tiene muchísimas propiedades y que es buenísima. Pero no estaba preparada para eso. A decir verdad estaba muy rico, pero me hubiera sabido igual usando otra cualquier carne para hacer el guiso.

Después de la comida, nos dan una charla bastante interesante sobre la cultura sami, los indígenas que siguen viviendo en estas tierras. Nos dan datos bastante curiosos y entendemos que la cría de renos es su modo de vida. Aunque no me parezca bien todo el circo que han montado alrededor de su negocio.

Volvemos a subirnos en el autobús para irnos de vuelta a Tromsø. Confiábamos en que nos dejaran de vuelta en el camping, pero siguen sorprendiéndonos y nos dejan en el centro de la ciudad. Nuestra idea era cambiarnos de ropa, ya que puede que vayamos demasiado abrigadas, pero visto que estamos en pleno centro, volver al camping no es una opción. Eso sí, al volver a Tromsø en el autobús y cruzar el puente, vemos que sí que hay gente que lo está cruzando a pie. Justo por el lado contrario al que nosotras estábamos mirando por la mañana. Tenemos claro que probaremos a cruzarlo andado más tarde.

Ahora nos toca visitar Tromsø. Sigue habiendo bastante luz y podemos aprovechar más tranquilamente que por la mañana. Damos una vuelta bordeando el puerto y nos damos cuenta de que hemos recibido un correo diciendo que se vuelve a cancelar la actividad de las ballenas y las orcas por las condiciones climáticas que prevén para mañana. Ya que estamos cerca, nos acercamos a la oficina para hablar directamente con ellos.

Allí nos comentan cómo parece que vienen los próximos días y fiándonos de los que nos dicen, pasamos el tour para dentro de tres días. No tenemos demasiada prisa y preferimos que las condiciones climáticas sean más favorables. También nos comentan que van a tener una charla gratuita a media tarde sobre las auroras boreales y consejos y páginas web/aplicaciones.

Nos parece muy buena idea y seguro que nos viene genial toda esa información. Pero hasta la hora de la charla, aprovechamos para tomarnos un café. No nos ha entusiasmado demasiado la cafetería de esta mañana, así que buscamos otra y… ¡Bingo! El café está buenísimo y se está muy calentito dentro de la cafetería.

Nos acercamos con tiempo de sobra a las oficinas donde darán la charla, para no quedarnos sin sitio. Sin darnos cuenta de que la gente está desistiendo. Hace muy malo y no tiene mucha pinta de que vayamos a poder disfrutar de las auroras boreales. Pero no perdemos la esperanza. Unos chinos y nosotras nos quedamos a la charla y escuchamos atentamente las sabias palabras de William, el experto en auroras.

Abro todas las páginas web que nos comenta William, me descargo las aplicaciones que nos recomienda y presto muchísima atención para no perder detalle. Hay mucha información importante y se me puede olvidar fácilmente. Ha sido una muy buena clase gratuita de auroras boreales.

Es hora de acercarnos al camping y vamos a probar a hacerlo andando, cruzando el puente. ¡Efectivamente se puede pasar! Solo que nosotras vimos el lado que se utiliza solamente para las bicis y por eso había un cartel que prohibía la entrada a peatones. Pero por el otro lado podemos cruzar. ¡Qué alegría! Porque me iba a doler pagar tanto autobús.

Como William, al que ya adoramos y no nos imaginamos todavía la de veces que nos vamos a acordar de él, nos ha dicho que hoy no es una mala noche para intentarlo, salimos dar un paseo cerca del camping. Hay un valle enorme por el que hay senderos. Vamos a intentar buscar un buen punto desde el que ver el cielo y que no haya demasiada contaminación lumínica.

Salimos del camping en busca del parking desde el que comienzan los senderos. Justo al llegar, vemos un cementerio y, sinceramente, da bastante mal rollo. Ponen al lado de cada tumba una lamparita, la cual no sabemos si es a pila o cómo funciona. Pero la estampa parece sacada de una película de terror.

Nuestros planes no cuajan del todo, porque a algún noruego se le ocurrió iluminar los senderos del valle con un montón de farolas. ¡Así no hay quien encuentre la oscuridad! No nos gusta nada el sitio y nos da la sensación de que estaba más oscuro en el camping. Por lo que, sin dudarlo, hacemos el camino de vuelta hasta nuestra preciosa cabaña. Y como siempre voy como una loca, en vez de seguir el camino, cruzo por la nieve, clavo la pierna hasta la rodilla, meto el pie en un charco y después el otro. Con las botas encharcadas y los pies congelados, vuelvo a un paso ligero hasta el camping, quitarme las botas y ponerme unos calcetines secos para entrar en calor. ¡Qué frío!

Vane aprovecha para dar otro paseo e investigar los alrededores de la cabaña. Yo me quedo al calor de la estufa dentro de la cabaña. Sigo los consejos de William y cada dos por tres abro la página web del observatorio de Skibotn. El consejo de nuestro experto de confianza es que si vemos que sale una aurora boreal en esa cámara, salgamos a la calle y esperemos a verla. Hay un momento en el que medio intuyo que aparece una, pero el cielo está demasiado nublado como para verse. Eso sí, se aprecia un tono verde muy curioso. Al final ya no sabemos si nos lo estamos imaginando o realmente está así. Pero nos hace ilusión creernos unas expertas cazadoras de auroras.

Para terminar el día, Vane me prepara la cena mientras intento hacer un montaje con los videos grabados durante el día para hacer una especie de videoblog. Alguien me sugirió que podía probarlo, por si me costaba menos que escribir los post, y voy a hacer la prueba. Aunque reconozco que me da mucha vergüenza subir videos míos hablando. Al final del viaje valoraré si los videos me han quedado como para subirlos al blog o no.

Entre risa y risa, copa de vino de La Rioja y algo de lomo y chorizo ibérico, nos vamos a la cama con la sensación de haber aprovechado muchísimo el día. Y encima, como nos han vuelto a cancelar lo de las ballenas, hemos reservado la excursión para ir a montar en motos de nieve. ¡Estamos muy contentas!

Para este nuevo día amanecemos con algo más de calma que el primero. Nos preparamos una infusión y no un café porque no tenemos leche. Café hemos traído de casa, pero se nos ha olvidado comprar leche. Acompañamos la infusión con unas tostadas de pan y jamón. No lleva nada más porque tampoco hemos comprado. Pero iremos a por algo de aceite o algún tomate y así darle un poco más de vidilla.

Durante la noche ha nevado un montón y está todo cubierto de nieve. ¡Está precioso! Al no estar en el centro de Tromsø, alguna ventaja también tenemos y son estas vistas. Es verdad que todos los días nos hacemos media hora de paseo hasta el pueblo y otra media de vuelta, pero no nos importa demasiado.

Salimos algo más tarde de lo que habíamos calculado, pero todavía tenemos tiempo y no hay prisa. Hacemos nuestro ya mítico paseo hasta el centro y una vez allí decidimos parar a tomar un café. El pueblo está mucho más bonito así, con todo nevado. Pero cruzar el puente mientras nevaba y soplaba el viento ha sido complicado, además de una fantasía, y necesitamos el café para entrar en calor. Repetimos el café en la misma cafetería donde merendamos el primer día, ya que nos gustó mucho el café.

Hasta empezar el tour, todavía tenemos tiempo y nos vamos en busca de postales. ¡Aquí va un aviso para los que recibís mis postales! Voy a empezar a dejar de llevar imanes. Con las postales ya me dejo bastante dineral, me parece un detalle más bonito y más personal. Me lleva muchísimo más tiempo escribir 13 o 14 postales que comprar unos imanes. Pero es que me parece que lo de la postal tiene su encanto.

Antes de ir al punto de encuentro de donde sale nuestro tour (hoy vamos a andar en motos de nieve), pensamos en pasar por el supermercado. Pero lo dejamos para la vuelta, por no ir cargando las cosas y viendo que cierran bastante tarde. ¡Nos vamos a andar en motos de nieve!

Vamos al punto de encuentro donde nos recoge el autobús y en cuanto nos dejan subir nos quitamos los abrigos y nos ponemos cómodas. Nos quitamos hasta las botas. Es un trayecto de hora y media y nos han dicho que nos pongamos cómodas. Como hace calor dentro del bus nos recomiendan quitarnos toda la ropa que podamos, ya que si no luego al bajarnos vamos a pasar todavía más frío.

Aprovechamos el viaje para observar el paisaje. Sí, está nublado. Sí, está nevando. Sí, se ve todo blanco y somos incapaces de distinguir las montañas del horizonte. Pero estamos contentas con nuestro viaje. ¿Podría ir mejor en lo que se refiere a la climatología? Obviamente. Pero de vacaciones nunca se está mal. Y risas ya nos estamos echando.

Según llegamos al Camp Tamok donde tiene distintas actividades. Miramos con mala cara a todos los que se van a hacer el paseo de trineos tirados por perros y se nos cae la baba mirando las motos en las que nos vamos a montar. ¡Vaya cacharros! Nunca me he montado en una y estoy muy emocionada.

Primero nos preparamos con la ropa que nos dejan ellos. Un mono de arriba a abajo, un pasamontañas, un casco y unos guantes. Ya estamos listos para darlo todo subiendo y bajando por las colinas del Monte Tamok. Solo nos queda firmar un papel donde afirmamos tener más de 18 años, tener carnet de conducir, no haber consumido alcohol y drogas antes de la actividad y que somos conscientes de que es una actividad de riesgo. Por ello debemos de tener un seguro que nos cubra, en cuanto a sanidad se refiere. Nos ofrecen un seguro para la moto, por si la rompemos. Pero vamos muy confiadas con nuestras habilidades y no nos interesa gastarnos todavía más dinero. Puede que este sea el tour más caro que hemos hecho y haremos estos días.

 

Cuando estamos listos, salimos y nos colocamos alrededor de una de las motos de nieve para que nos expliquen cómo funcionan. Es muy parecido a la moto normal. Así que decidimos que sea yo la que empieza a conducir, porque que vamos por parejas (haremos turnos conduciendo) y Vane no ha llevado nunca una moto. Como dato curioso, yo desde luego no lo sabía, las motos de nieve tiene radiador en las manillas y en el botón de acelerar. Además, puedes ir regulando la temperatura a tu gusto. ¡Qué nivel!

 

Vamos todos en fila y se nota que al principio vamos más tranquilos. Estamos probando y viendo cómo nos sentimos. Pero poco a poco vamos cogiendo confianza, y según le paso la moto a Vane, en cuanto le empieza a pisar más y más, nos quedamos encalladas en un lateral del camino que tenemos que seguir. Como no podemos salir de ahí por nuestros propios medios, viene uno de los guías, que por cierto son majísimos, y nos saca del socavón en el que nos hemos metido.

Después de dos horas surcando la montaña, volvemos al campamento para que nos sirvan algo de cena. O comida… No lo tenemos claro. Son las cuatro y media de la tarde. Para esta gente estoy segura de que esto va a ser la cena. Solo que a nuestro parecer nos dan una ración bastante pequeña. Pero qué le vamos a hacer. Según terminamos el guiso vamos saliendo y nos subimos al autobús para hacer el camino de vuelta a Tromsø.

He de confesar que durante ese rato aprovecho para hacer un pequeño montaje con los videos que hemos ido grabando durante el día. No puedo ir escribiendo, porque me mareo. Pero parece que sí que puedo ir haciendo un pequeño montaje de videos. Como ya dije, hice uno del primer día, que me ha gustado como queda, pero me da mucha vergüenza publicar, y voy a intentar hacer uno de cada día. Veremos cómo sale este experimento. Es verdad que con Vane es muy fácil llevar esto a cabo, porque las dos vamos grabando muchos videos.

Una vez en Tromsø, bajamos del autobús y vamos directas al supermercado a por un par de cosas. Cuanto tenemos lo necesario, empezamos el camino de vuelta a casa pasando por el puente. ¡Ya no volvemos a pagar el maldito autobús!

Al llegar a casa se nos ocurre la brillante idea de brindar con unas cervezas y hacer unos angelitos en la nieve justo fuera de nuestra terraza, pero todo esto nos parece mejor hacerlo en bañador. Nos preparamos mentalmente y organizamos cómo hacerlo, pero por lo que sea, ponemos el móvil a grabar, bajamos a la nieve y… ¡Vaya! No nos hemos colocado como debíamos y no ha salido el video. Eso sí, los angelitos en la nieve los hacemos igualmente. ¡Qué frío!

Volvemos a la cabaña para ducharnos y volver a una temperatura normal. Nos terminamos las cervezas, preparamos la cena y entramos en histeria cuando nos llegan avisos de las aplicaciones diciendo que hay auroras boreales alrededor. Solo que no podemos hacer nada porque el cielo está plagado de nubes. Así que nos metemos a la cama con una pena inmensa. Dan toda la semana nublada, así que es lo que hay. No podemos hacer nada al respecto. Veremos si los próximos días ocurre un milagro.

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